33. Sol.

Rhett cierra la puerta a nuestras espaldas, me siento en la cama, el príncipe me mira, le sonrío, meto la mano en mi pecho y saco el frasco, se lo extiendo.

—¿Era eso lo que querías darme?

—Sí, ¿qué más sería? —escondo la sonrisa mordiéndome el labio.

Me quita el frasco y se sienta a mi lado.

—¿Confías en mí?

—Sabes que si.

—¿Qué tanto?

—Mucho y ni siquiera se porque.

Sonríe.

—¿Recuerdas lo que me leíste sobre el mitridatismo?

—Sí.

—Eso es lo que estaremos haciendo tú y yo.

Abre la boca dejando caer un par de gotas sobre su lengua y traga.

—¡Rhett!

—No me pasará nada, tú harás lo mismo, confía en mí.

—¿Seguro que no pasará nada?

—Te lo prometo.

Abro la boca, deja caer dos gotas, el sabor amargo me recorre toda la garganta, hago una mueca y Rhett me besa, me acuesta en la cama subiéndome me encima sin romper el beso.

—No, pídemelo —digo.

—No, pídemelo tú.

Me besa el cuello, me abro de piernas y las enredo en su cintura, me reco
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