3. La Camelia Roja.

La Camelia Roja así me llaman, todos los de aquí dicen que los hipnotizo, que mi baile podría revivir a los muertos y calmar a las bestias, me ofrecen montones de dinero solo por una noche conmigo, pero cuando me niego dicen que es parte de mi encanto.

La Camelia Roja.

La Flor besada por el fuego.

Eso soy, después de decenas de noches bailando, la sangre se me hizo fría, la piel se me hizo dura, tanto como el hierro, montones de manos me tocan cada noche, pero no las siento, cada noche, ojos lujuriosos me miran y cada noche, me permito volver al bosque, solo en pensamientos, no soy consciente de sus ojos, de sus manos, de sus gritos y aplausos.

—Mi dulce Camelia, otra vez, fuiste una completa Diosa. —Mía me sonríe dándome una bolsa de tela con mi paga.

—Sorpréndete cuando lo haga mal —le sonrió de lado.

Mía me da una parte de mis ganancias, pero solo me sirven para comprar más vestuarios, ropa, comida y cosas personales, no puedo escaparme, siempre hay vigilancia, tampoco se si quiero hacerlo.

Todas nos tratamos como hermanas, incluso a veces siento que todas somos una misma, incluida Mía, mataría por ellas y ellas por mí.

Son mi familia, la única que he tenido, la única que me ha querido.

—Me he enterado que Sir Willis se casará pronto, una lástima, es muy guapo —Lily dice viéndose en el espejo.

—¿Cómo sabes que va a casarse y que es guapo? Nunca nos ha visitado. —Azucena la mira.

—Todo el reino habla de su boda, se va a casar con la hija de unos granjeros o panaderos? algo así. —Le quita importancia haciendo un ademán con la mano. —Es una tal Leyla, muy simplona la verdad, la conocí el otro día que fui a Butler, fue ahí que vi a Sir Willis y quedé enamorada.

—Tu eres de Butler ¿no, Camelia? ¿Conociste a Sir Willis? —Jazmine me pregunta.

—Sí, lo vi de lejos una vez —miento.

—Vaya, es un caballero muy importante, peleó en la guerra junto al príncipe, ya es considerado miembro importante de la aristocracia, esa mujer supo atrapar un pez gordo —Daisy dice.

—Hablando de peces gordos, me enteré que el rey está buscando ampliar su Harén y al parecer enviará a sus hombres aquí —Dalia hace mala cara.

—¿Cuántas mujeres puede necesitar un solo hombre? —Lily nos mira.

—Las que él considere necesarias.

Todas se ríen, Dalila y Daisy salen a bailar, yo me paseo por el lugar repartiendo tarros de cerveza y copas de vino, sonriéndoles a los hombres.

La verdad es que los odio, odio su lujuria, sus cuerpos sudorosos y lo asquerosos que son.

El amanecer llega, dejando la casa solo con nosotras, Mia nos cita en el salón, Jazmine se sienta a mi lado, recargándose en mi hombro cansada.

—Mañana, los hombres de su majestad vendrán a verlas bailar, se llevarán a unas cuantas de ustedes, yo espero en los Dioses que las regresen a todas.

—Mañana es nuestro día libre —Jazmín dice.

—Lo sé, pero no puedo desobedecer las órdenes del rey, se los compensaré, la próxima semana les daré los dos días de descanso y una paga extra. Necesito que se luzcan, que demuestren porque mi casa y mis flores son tan famosas.

—Así será Mía —Narcisa dice.

•••

La noche llega, observo a los caballeros acomodarse, todos relucen brillantes armaduras plateadas, Rose les ofrece bebidas pero se niegan.

—Ojalá me escojan, seguro que el rey me pide ser su concubina y así nunca más tendré que hacer esto. —Gerbera dice es la más joven de todas.

—No seas ingenua Gerbera, el rey es un patan, podrá tener fama de noble y benevolente, pero con las mujeres un desgraciado, mató a una de sus cortesanas, expuso su cabeza como demostración de lo que le pasa a los traidores —Narcisa le dice.

—¿Y qué hizo la cortesana? —Gerbera pregunta.

—Un guardia la violó, pero nadie le creyó, el guardia dijo que había sido por mutuo acuerdo y que eran amante de tiempo —habló tranquila maquillándome.

—Aquí mínimo no corremos el riesgo de morir, en el castillo no se sabe, además yo disfruto sin ser propiedad de nadie, no en ese sentido, ustedes me entienden —Lily dice.

Terminamos de arreglarnos, la noche empieza como siempre, bajo la luz de las velas, la primera en bailar es Narcisa, los guardias la miran y charlan entre sí, siguen Daisy y Dalila, nunca bailan separadas, es parte de su encanto, suelen bailar con movimientos de espejo, imitándose una a la otra.

Después sigo yo, salgo moviendo mi cuerpo, agitando las caderas, moviendo los brazos, mi mirada se conecta con la de un hombre, lo miro coqueta jugando con mis labios, me toco el pecho, el abdomen y las caderas, como si mis manos fueran las de alguien más, mi baile termina.

Una vez que bailamos todas, los hombres nos hacen ponernos en fila, una a lado de la otra, nos miran de arriba abajo, detallando nuestros cuerpos, finalmente uno de los guardias habla.

—Nos llevaremos a cinco de ustedes, pasarán dos noches en el palacio de las concubinas, bailarán para su majestad y volverán aquí, de no ser que su majestad quiera quedarse con alguna, pero eso ya lo arreglaremos la Señora Cox y yo.

—¿Y bien ya escogieron que flores de mi jardín servirán a su majestad? —Mía sonríe.

—Tú. —El guardia señala a Lily.

—Ustedes dos, las mellizas —Otro de ellos señala a Daisy y Dalia.

—Tú, también vines —Señala a Jazmin.

—Y sería un desperdicio si no nos llevamos a la flor del fuego, la que baila como Diosa, la Camelia Roja —Un guardia dice acariciando mi nombre con su voz.

—La mejor de todas.

Mía sonríe cuando le entregan cinco sacos de puros, nos da un abrazo a cada una, nos piden que guardemos nuestras cosas y así lo hacemos, guardando vestuarios, ropa común, maquillaje, cepillos de cabello, joyas y accesorios y objetos de limpieza personal.

En la entrada de la mansión, hay varios carruajes esperándonos, nos dividen en dos carruajes, un guardia se sube en cada uno, nos prohíben hablar, Lily me toma de la mano todo el camino, no se cuanto tiempo hacemos de la mansion castillo.

—Agachen la cabeza y no hablen.

Nos escoltan hasta un anexo cerca del castillo, el famoso palacio de las concubinas, abren la puerta, entramos a un salón donde hay tres mujeres bebiendo el té, nos miran y luego vuelven a lo suyo.

—Vendré por ustedes en un rato, pasado mañana volverán con Mia, organícense con las demás concubinas para dormir, cuando estén delante de su majestad, no podrán hablar, al menos que él se los pida, no causen problemas.

El guardia se va, escucho risas de niños y el llanto de un bebé, una mujer alta y rubia, se nos acerca mirándonos con asco, tiene un lujoso vestido de seda rosa y joyas cuelgan de su cuello.

—Supongo que son las nuevas putas de su majestad, cada día pierde el buen gusto, se conforma con tampoco ahora —dice arisca.

—No me interesa lo que opines, perra. Mejor dime dónde dormiremos y no me jodas, quiero estar fresca y activa, para su majestad —Daisy le dice en el mismo tono.

—¿Tú quién te crees que eres? No eres más que una zorra que viene a abrirse de piernas para su majestad, una cualquiera que será desechada a la brevedad —responde.

—Y me imagino que tú sabes mejor eso que nosotras ¿no? —le digo.

—No discutan mas, yo les diré cuál será su habitación, sígame. —Una mujer castaña y baja nos dice.

Nos guía a través de un largo pasillo, murmuran a nuestras espaldas pero no hacemos caso, la mujer nos abre una habitación, es grande y luminosa, tiene una pequeña ventana, hay cuatro camas, un espejo y un cuarto de baño.

—Las concubinas embarazadas suelen dormir aquí, pero por ahora será su habitación.

Se va dándonos la espalda altivamente, entramos a la habitación, Daisy y Dalia compartirán cama, escojo la cama cercana a la ventana, tiene vista al jardín y de fondo se ve el bosque.

Como extraño el bosque, suelto un suspiro.

—¿Qué les parece si habemos el baile de las velas? —Jazmine sugiere.

—Sí, es el que mejor tenemos ensayado en conjunto —Lily la apoya.

—Bien.

Nos vestimos de rojo intenso con accesorios dorados, me ayudan a ponerme un velo que cubra mi espalda, normalmente no se suelen ver mis cicatrices, por que bailamos con poca luz, pero lo uso porque nunca está de más, los guardias vienen por nosotras, nos llevan con la cabeza gacha hasta un salón, el rey está sentado en una especie de trono, tiene una botella de vino en la mano y nos mira, mientras tomamos pociones.

—Su majestad, ante ustedes las flores más bellas de jardín de la Señora Cox, seleccionadas especialmente para usted. —Nos presentan.

El rey nos mira, le da un largo trago a su botella de vino y aplaude, la música empieza al igual que nuestra coreografía, bailamos de manera erótica, Jazmine me acaricia la cara bajando sus manos por mi cuello, abdomen y se detiene en mis caderas, enredó una pierna en su cintura y bajó el cuerpo hasta formar un arco, subo agitando los brazos y el pecho, Jazmine procede a imitarme, Lily y Dalia hacen lo mismo, mientras que Daisy baila en el centro, dándole la espalda al rey y moviendo las cadera y la cabeza, cambiamos de posiciones, ahora estoy con Daisy, lanzamos miradas coquetas mientras nos tocamos una a la otra.

El ritmo de la música se acelera y también lo hacen nuestros movimientos, el rey tiene la mano debajo del pantalón, nos mira mientras bebe de su botella, cuando la música termina, nos tiramos en el suelo abriéndonos de piernas.

Su majestad aplaude mientras nos levantamos, sus ojos oscuros nos recorren todo el cuerpo, se relame los labios y se rasca al barba canosa.

—Había escuchado sobre ustedes, vaya que son hermosas y sinceramente los rumores no les hacen justicia, son exquisitas. —Le da un trago profundo a la botella. —Mañana vendrán de a una y me bailarán, en especial tu Camelia, he odio maravillas sobre ti y hoy no pude disfrutarte como te mereces, es verdad, lo que dicen, estás besada por el fuego.

Hacemos una reverencia, los guardias nos escoltan de regreso al palacio de las concubinas, nos damos un baño y nos preparamos para dormir.

—Sobrevivimos al primer día, no fue tan malo ¿no les parece? —Daisy dice.

—No, Camelia tiene ya una reputación bastante formada.

—Y bien ganada.

—Es probable que alguna de nosotras no regrese a la mansión, de ser así, sólo quiero que sepan que las quiero mucho, a todas, son mis hermanas —Jazmine dice.

—Lo mismo digo, si alguna se queda más le vale que nos vaya a visitar en los días de descanso —Lily nos señala.

—Así será.

Me quedo dormida escuchándolas hablar y viendo la luz de la luna entrar por la ventana.

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