8. Obediencia.

No entiendo cuál es mi destino, desde que nací no he tenido un minuto de paz, tengo una suerte del demonio y ahora estoy obligada a cumplir todo lo que él príncipe ordene.

Debí negarme y dejar que me cortara el cuello, odio ser tan débil y sumisa.

—Puedes seguir leyendo, Camelia —El príncipe me devuelve el libro. —Nunca le digas a nadie tu verdadero nombre, es una orden.

Vuelve a acostarse en mi regazo, con una paz que me asusta.

Busco el capítulo en el que me quede y sigo leyendo, de reojo observo pasar al rey con una concubina, nos mira y se ríe.

Todo aquí es extraño.

—Vámonos, ya me aburrí —El príncipe dice poniéndose de pie.

Me levanto sacudiendome la falda del vestido.

—Dormirás conmigo esta noche.

—Está bien, su alteza.

Caminamos de regreso a su habitación, me muerdo el labio, estoy nerviosa y asustada.

—Deja de hacer eso, es molesto.

—Le pido me disculpe, su alteza, es una mala costumbre mía.

Abre la puerta de su habitación entra, después lo hago cerrando la puerta,
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