Todos los capítulos de El Príncipe Despiadado y La Doncella Marchita. : Capítulo 1 - Capítulo 10
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1. La maldición.
Mi padre me arroja al suelo haciéndome caer boca arriba, escucho el grito de mis hermanas cuando el azote golpea mi espalda, una y otra vez, aprieto la mandíbula, tragándome el llanto. —¡Estás m*****a, no sé qué hicimos para merecer esto! —grita tomándome por el cuello, clavando sus ojos llenos de ira en mi. —Papá yo… —¡Callate, no podrás casarte, ni siquiera puedo venderte cual yegua, porque no eres una verdadera hembra! —grita en mi cara. Su palma se impacta con mi cara, abriéndome el labio, saboreo mi propia sangre, me toma por el cabello y me lleva arrastras afuera. —Un mes más Erys, te doy una luna más para que sangres, si no lo haces, yo mismo te mataré. Cierra la puerta de la casa, me quedo en el suelo, me limpio la sangre de la cara, la espalda me quema, pero no puedo hacer nada, me acuesto en la entrada, abrazando mis rodillas y me duermo, cuando amanece, es mi madre quien me recoge, me prepara un baño caliente y limpia mis heridas, no me dirige la palabra, no suele h
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2. La Casa de Las Flores.
Mia me lleva a la planta alta de la casa, hay mujeres por todos lados, me miran y me sonríen, me lleva a un cuarto, donde hay tres mujeres rubias, un montón de ropa y un espejo gigante de cuerpo completo. —Ella es Lily. —Encantada de conocerte. —Ellas son, Daisy y Dalia. —Me señala a cada una. —Son mellizas y dos de mis más queridos retoños. Ambas me sonríen, les devuelvo la sonrisa con timidez. —Tu a partir de ahora te llamarás Camelia, ¿entendido? —Sí, Mía. —Serás la sensación, ya lo verás, ahora desnúdate. —¿Qué? -digo asustada. —Tranquila, solo es para ver que estés en perfecta calidad. —No creo que disfrutes lo que veras. —Me sincero. Alza una ceja, me desata el vestido y lo jala para que caiga sobre mis pies. –¡Por amor a los Dioses! ¿Quién te hizo esto? Mira las cicatrices de mi espalda y brazos, aunque puede que las recientes se curen, aún así tengo marcas blancas permanentes, tengo moretones en los brazos y en las piernas. —Tu padre no recib
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3. La Camelia Roja.
UN AÑO DESPUÉS… La Camelia Roja así me llaman, todos los de aquí dicen que los hipnotizo, que mi baile podría revivir a los muertos y calmar a las bestias, me ofrecen montones de dinero solo por una noche conmigo, pero cuando me niego dicen que es parte de mi encanto. La Camelia Roja. La Flor besada por el fuego. Eso soy, después de decenas de noches bailando, la sangre se me hizo fría, la piel se me hizo dura, tanto como el hierro, montones de manos me tocan cada noche, pero no las siento, cada noche, ojos lujuriosos me miran y cada noche, me permito volver al bosque, solo en pensamientos, no soy consciente de sus ojos, de sus manos, de sus gritos y aplausos. —Mi dulce Camelia, otra vez, fuiste una completa Diosa. —Mía me sonríe dándome una bolsa de tela con mi paga. —Sorpréndete cuando lo haga mal —le sonrió de lado. Mía me da una parte de mis ganancias, pero solo me sirven para comprar más vestuarios, ropa, comida y cosas personales, no puedo escaparme, siempre hay v
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4. El Harén del Rey
Pasamos el día encerradas, porque no nos permiten salir de la casa de las concubinas, ayudo a Lily a bañarse, le lavo el cabello. —Camelia. —¿Sí? —¿Tú crees que un día seremos libres? —No lo sé. —Ojalá, es cansado hacer todas las noches lo mismo. —Lo sé. Sale de la bañera, se envuelve el cuerpo con una toalla, volvemos a la habitación, entre todas nos ayudamos a vestirnos, las primeras en ir con el rey son Daisy y Dalia. —Que espanto, está borracho y diciendo obscenidades —Daisy dice frotándose la piel. —¿Las toco? —Jazmine les pregunta. —No, pero con la pura mirada que tiene basta y sobra —Dalia dice. —¿A quien mando a llamar? —No pidió a nadie en específico, solo dijo que quiera que Camelia fuera la ultima —Daisy me mira. —No quiero ir —Jazmine dice. —Pero pues ya que. Se marcha, no pasa mucho antes de que regrese, todas las vemos confundidas. —Se quedó dormido, así que no creo que pase nada más. —Genial —Lily sonríe acostándose en su cama.
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5. El príncipe.
—Cuídate mucho Camelia, no se como lo haremos pero estaremos al pendiente de ti —Jazmín me abraza. —Y yo de ustedes, despídanme de Mia. —Se le va a partir el corazón —Daisy dice. Las cinco nos abrazamos, los guardias me alejan y las suben en un carruaje, me despido de ellas con la mano, deseando que no sea la última vez. Una mujer mayor se me acerca. —Ven conmigo, es hora de empezar a prepararte —Me toma del brazo y me guía hasta otra área del castillo. —¿No voy a vivir en la casa de las concubinas? —No, las doncellas viven en otro sitio, pero tampoco vivirás ahí, primero el príncipe tiene que aceptarte. —¿Y si no me acepta? —Eso es decisión del rey. Y sinceramente chiquilla, dudo que el príncipe te acepte, así que no te acostumbres a la buena vida. Entramos a un salón, no muy grande, hay una dos mujeres esperando, me toman medidas del todo el cuerpo, hablan entre ellas y me miran, me llevan un baño donde me lavan, me cepillan el cabello y me peinan y me visten. Mientras l
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6. La Doncella.
La daga se me entierra en el cuello, el príncipe sonríe, sus ojos oscuros se clavan en los míos, exhaló para que mi cuerpo no tiemble ante la amenaza. Mi padre disfrutaba a cada que lloraba, rogaba o temblaba, así que con los años, aprendi a controlar mi cuerpo, siento dolor y miedo al igual que todos, pero nunca se me nota.—¿Tampoco rogarás por tu vida? —Quita la daga cortándome un poco.Me siento en la cama y me limpio el cuelo, el corte arde, el príncipe me toma por el mentón con fuerza. —No, si el deseo de su alteza es matarme, es mi obligación como su doncella cumplirlo. —Cumplir a mis deseos, ese es tu deber, me alegra saber que lo tienes claro. ¿Cuál es tu nombre? —Camelia, su alteza. Así me llaman “La Camelia Roja.” —Camelia —repite quitándome la mano del mentón, se lleva los dedos a la boca probando mi sangre. —Eres dulce, Camelia. Está jodidamente demente y eso que apenas lo conozco. —Suéltate el cabello —ordena. Llevo la mano a la trenza y la desató dejando mi cabe
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7. Juramento.
El príncipe me sonríe, bebiendo su té.—Dime, Camelia, ¿matarías por mi? —Nunca he matado a nadie, su alteza, solo animales. —No hay diferencia, créeme —De la charola toma un plato con fresas y manzanas verdes, perfectamente picadas, me mira. —Pruébalo. Tomo de nuevo el tenedor, tomó un trozo de fresa y me lo llevo a la boca. —Harás esto con todo lo que coma o beba.Debe de pensar que lo quieren envenenar, loco.—Así lo haré, su alteza.—Tampoco haces preguntas.Tengo muchas preguntas, pero no quiero que me corten la lengua. —No ruegas, no tiemblas de miedo, no lloras, solo obedeces, ¿qué clase de persona eres? —Me considero una persona bastante normal.—No lo eres, nada en ti es normal, ni siquiera tus ojos. Agacho la mirada, odio mis ojos, siempre lo he hecho, son extraños y al igual que mi cabello son un recordatorio de que soy hija de nadie. —Solías trabajar bailando para entretener a los hombres, hasta donde se, tienes cierta reputación, pero eso no me interesa, lo que q
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8. Obediencia.
No entiendo cuál es mi destino, desde que nací no he tenido un minuto de paz, tengo una suerte del demonio y ahora estoy obligada a cumplir todo lo que él príncipe ordene. Debí negarme y dejar que me cortara el cuello, odio ser tan débil y sumisa. —Puedes seguir leyendo, Camelia —El príncipe me devuelve el libro. —Nunca le digas a nadie tu verdadero nombre, es una orden.Vuelve a acostarse en mi regazo, con una paz que me asusta. Busco el capítulo en el que me quede y sigo leyendo, de reojo observo pasar al rey con una concubina, nos mira y se ríe. Todo aquí es extraño. —Vámonos, ya me aburrí —El príncipe dice poniéndose de pie. Me levanto sacudiendome la falda del vestido.—Dormirás conmigo esta noche. —Está bien, su alteza. Caminamos de regreso a su habitación, me muerdo el labio, estoy nerviosa y asustada. —Deja de hacer eso, es molesto. —Le pido me disculpe, su alteza, es una mala costumbre mía. Abre la puerta de su habitación entra, después lo hago cerrando la puerta,
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9. Cicatrices.
Cada día el príncipe me hace leerle, libros que en lo personal me resultan aburridos, como si a mi me interesara saber estrategia militar. Y cada día es más extraño que el anterior, por ejemplo el otro día estábamos en el jardín caminando, cuando le príncipe me dijo: —Nuestro juramento te prohíbe desobedecer mis órdenes directas ¿no es así? Morirás si lo rompes. —Es correcto, su alteza. —Abofetéate hasta que te sangre la mejilla, es una orden. Lo malo de los juramentos, es que son más hechizo que otra cosa, mi mano tomo impulso lista para estrellarse contra mi cara, pero el príncipe me detuvo. —Olvida la orden que te dije —ordenó. Mi mano bajó, el príncipe soltó una fuerte carcajada y así ha sido, me ha pedido que un sin fin de cosas, que cumplo aún en contra de mi voluntad. Todas las mañanas desayuno con él, pruebo de su comida, todas las noches ceno con él y duermo en su cama, nunca me ha tocado, no de la forma en la que un príncipe debe de tocar a su doncella. Y e
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10. Sesenta.
-RHETT-Suelo ser un hombre que cede fácil a sus deseos, hay algo en Erys, que me hace querer poseerla, no tiembla ante mi, no llora, no ruega, no muestra reacción ante nada, ni siquiera chilló cuando le enterré mi daga en la palma, es demasiado obediente, demasiado tranquila. Salgo de la tina, envuelvo mi cuerpo en una bata, secándome, Erys necesita ser totalmente leal a mi, necesita confiar en mí, solo así las cosas saldrán como tienen que y es momento de demostrarle mi benevolencia, como su príncipe. Make entra y hace una reverencia.—Me mandaste a llamar, ¿qué deseas? —Envía guardias del ejército negro a Butler, que investiguen donde viven los Orson son una familia que tuvieron una hija pelirroja, tráeme al padre. —¿Vivo o muerto?—Vivo, por ahora —sonrió. Voy hasta uno de los estantes, tomo la nota, se la entrego a Make, la lee y pone cara de confusión. —Envía también dos guaridas al burdel de Mia Cox, que lleven a las mujeres que vinieron aquí a Linzava, eso es lo que tie
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