«El amor y la felicidad, nunca serán amigos de la tranquilidad. Siempre tendrás que elegir entre ser feliz o estar en paz. Las dos cosas, no son posible.»Le había dicho su madre, una bella bruja gitana, al noble Lawrence Eithan Armstrong, cuando él solo era un niño. Y, desde ese día, él, sin dudarlo, prefirió elegir lo segundo. Hasta que esos extraños sueños ocurrieron y esa hermosa mujer de cabello de plata decidió entrar en su vida para romper las simientes de todo lo que él creía verdad.
Leer más—¿Y tú cómo sabes que es gitana?— preguntó sin salir de su asombro.— Si yo no he dicho nada…Lawrence lo observó sin entender su sorpresa. Aunque, él estaba seguro de haberle oído admitir ese detalle. Entornó los ojos, pensativo, intentando recordar en qué momento lo había dicho. Pero, a lo cierto, Audrey tenía razón. Se encogió de hombros.—¿Qué va? Me lo habrá parecido, entonces…— reconoció apoyando su barbilla sobre la mano que tenía levantada en el escritorio — lo cierto es que si no lo es, se le parece mucho. Digo yo, esa respuesta que te dio y esa forma de irse, así sin más, me recordó a lo que men dai nos decía ¿Recuerdas?«Una gitana no llorará delante de ti, por más que el alma se le rompa en pedazos. Tenemos nuestro orgullo ¿Entiendes, chavoro?»Recordó Audrey y asintió con la cabeza, aunque ese asunto le importaba bien poco. Por no decir que nada en absoluto. Sencillamente, para él, no tenía sentido catalogar a alguien como gi
—¿Y yo por qué tengo que ir, batí?— quiso saber Alelí haciendo morrillos caprichosos —¡Digo!¡No es como si solo tuvieras un ahijado para pedirle que lleve el mensaje a la casa de tu adorado chovopral! Roxana arqueó una ceja desafiante. Ya se estaba volviendo alarmante el malhumor de su ahijada. No era para menos, las emociones negativas en Alelí duraban lo que un suspiro. Que esta vez, ya pasara de la semana y media, era algo digno de preocupación. —Pero te lo estoy pidiendo a ti, para que salgas un poco y te distraigas.— argumentó simplemente para luego agregar — Además ¿Cuánto hace que no has visto a tu plañí?¡Ale, niña! Que ya va siendo hora que vayas a ver cómo se encuentra.Alelí bufó frustrada. Sabía que las intenciones de su madrina eran buenas y que solo la quería mantener ocupada porque simplemente se preocupaba por ella. Pero, necesitaba que lo entendiera de alguna manera: Ella no se encontraba de buen ánimo para hacer visitas sociales a nadie. Menos aun a la casa de su c
Tanto Lawrence como Lorette se quedaron en silencio cuando Audrey hubo terminado de contar todo lo que le había ocurrido. Él no había omitido detalle alguno, con la sola excepción del nombre y la raza de su amada. A sus ojos, esos detalles, carecían de importancia. Lorette solo podía ver incrédula ante lo que él había sido capaz de hacer. Lawrence por su parte, no sentía incredulidad alguna. Solo enojo y decepción al ver que ni aunque su hermano hubiera encontrado a la mujer de su vida, había dejado de ser tan cobarde. Audrey los observó a ambos. Por alguna razón, tenía miedo de que lo juzgaran como frívolo. Pero, ese temor pasó a segundo plano al ver la expresión tensa en el rostro de su hermano. Sabía que él no pensaba que fuera una persona frívola, pero se daba cuenta que él estaba por demás enojado.—¡No me malinterpretes, por favor! Yo solo quería protegerla…— agregó sintiendo como comenzaba a sudar frío.Se sentía como un chiquillo que tuviera que explicar sus errores delante
Audrey suspiró con verdadero dolor, por enésima vez en la media hora que llevaba de su visita y Lawrence rodó los ojos con fastidio al escucharlo por enésima vez en la media hora de lo que llevaba su hermano en esa visita obligada. Lorette por su parte solo los observó en silencio tragándose las ganas de preguntarles a esos dos qué rayos les pasaba. No era para menos tanta tensión en el ambiente. Hacia cosa de más de una semana que Audrey se mostraba tan taciturno y, por consiguiente, Lawrence reaccionaba a eso con el fastidio habitual. Pues, como el mismo Lawrence le había asegurado, su hermano jamás dejaba que sus penas se notaran y, sí de casualidad ocurría eso, era algo a lo que temer.Pero, por alguna razón, ninguno de los dos hablaba del tema y las cosas no hacían más que empeorar. Tanto Lawrence como Lorette comenzaban a perder la paciencia al verlo cada vez más decaído. Lorette suspiró resignada, tendría que ser ella la que sacara el asunto a colación.
Acabó sobre la piel morena de su vientre. Por mucho que deseara tener una familia con ella, sabía que no podía cumplirle, por ese motivo, siempre se cuidaba de que no esos accidentes. Se arrodilló sobre la cama y se quedó contemplando a la poca luz que venía de la calle la obra de arte que acababa de hacer. Ella era la mujer más hermosa que él hubiera conocido jamás. Con su cabellera morena y sus ojos de oliva brillantes en placer. Con su piel morena y esa mirada sonrisa mansa que tanto amaba. Ella era hermosa y, en sus brazos, él era feliz. Se inclinó sobre ella para besarla, susurrándole un “Te amo “ al separarse. Como siempre, ella le correspondió con un simple pero no por eso menos sentido “yo también”. Él sonrió satisfecho y se dispuso a buscar el pañuelo de lino que había dejado en la mesita de luz para poder limpiarla. Ese día no habría muchas palabras de por medio. Ese día prefirieron ocuparlo en amarse todo lo que pudieran. Pues ambos sab
Él llegó al cuarto de alquiler mucho antes que ella. Siempre era así. Porque necesitaba que nadie los viera y cerciorarse de que todo estaba en orden. Echó una mirada a la cama de sábanas blancas, sonriendo ante la idea de todo lo que iría a ocurrir cuando ella llegase. La amaba como jamás había amado a nadie en sus veintisiete años de vida. «Ella sería perfecta como mi esposa…» Al pensar en eso, sintió el amargo sabor de la realidad que estropeó todas sus fantasías. Por desgracia, sabía que lo que tenían no podía salir de esas cuatro paredes. Nadie aceptaría aquella unión y, lo que era aún peor, sabía que su amor estaba condenado a la indigencia. Se acercó a una mesita de tres patas que tenía preparado una botella de vino y dos hermosas copas de cristal. Se sirvió un poco y bebió con avidez. «¡A tu salud, hermano! A tu salud, porque tú sí tienes la suerte de tener a la mujer que deseas a tu lado…» Pensó con algo de envidia mientras levantaba la copa para observar a la tra
—¿Qué ocurre?— quiso entender Lorette.Lawrence se echó a reír entre dientes. Al fin encontraba esa pieza que tanto necesitaba. Al fin, lograba entender lo que había intentado hacer su padre con todo el asunto. —¿Te das cuenta que esta unión es lo peor que pudo consentir mi padre?— preguntó ominoso.Para él, todo estaba tan claro como el agua. Pero, al juzgar por la expresión de Lorette, ella no conseguía enterarse de nada. Él volvió a reír entre dientes, ser consciente de ese asunto lo ponía de buen humor.— Que me vaya yo, es fácil de disfrazar ante la sociedad, le bastará decir que es porque estoy loco y que, pese a sus esfuerzos, más no pudo. Se lamentará y llorará lágrimas falsas, a nadie le importará. Incluso, lo compadecerán y me pondrán en el papel del villano.— explicó con simpleza — Pero ¿Qué ocurre con sus otros hijos? Ellos no están locos, según la sociedad. Ellos siempre se comportaron como él que quería. Si ellos se van, si ellos son desheredados. Ahí no podrá enmarcarl
Lorette abrió los ojos y, lo primero que vio fueron los de Lawrence que la observaba con desmesurada seriedad. Le llevó la mano a la mejilla, para acariciarlo. Intuía muy bien que mostrar ese episodio de su vida no le era nada fácil. Incluso, pudo darse cuenta que, aunque no lo dijera, las heridas todavía dolían. Pero, había algo de lo que todavía no conseguía enterarse.—¿Qué pasó después?— preguntó rompiendo el silencio con la sensación de que no tenía que hacerlo.Lawrence se encogió y se apartó un poco de ella para poder recostar su espalda sobre el banco. Clavó la vista en el horizonte nocturno. —Como bien dicen por ahí: “El resto es historia conocida”— admitió distante sin soltar su cintura— Enterré la urna en donde ya sabes, en ese tiempo no pensaba erguir la lápida ni menos el busto. Pero la enterré de todas formas, sabía lo que se proponía hacer mi padre. Los centinelas me lo dijeron. Debía poner a salvo a men dai y así lo hice
Ajeno a todo los temores de su hijo, el señor de la casa Armstrong le extendió la cajita. Pero cuando Lawrence estuvo por agarrarla, echó la mano hacia atrás. Solo lo estaba provocando.Lawrence rodó los ojos con fastidio. Su padre siempre era así, en especial con él. Su padre era como uno de esos estúpidos matones de instituto que gustaban molestar a los demás por el solo hecho de sentir que, por una vez en su vida, ellos tenían el poder. Y, como uno de esos estúpidos matones de instituto que gustaban molestar, jamás se paraba a pensar en las consecuencias de sus actos. Pero, eso tenía sentido en la cabeza de esos matones. Ya pues, si las cosas salían mal, esto solo era porque la culpa era de los demás y no de ellos. Como sabia Lawrence que él iría a hacer en caso de que fuera necesario.—¿Qué llevas aquí?— le preguntó mirándolo con los ojos entornados y sin asomo de mueca alguna.Lawrence no respondió. No era de su incumben