Leía sus documentos, leía, leía y los volvía a releer. Pero, su mente no estaba allí y su cerebro no retenía las palabras de aquellos papeles. Suspiró y se tiró con descuido al respaldo de su sofá de terciopelo verde musgo.
Buscó sus cigarros y sus fósforos, encendió uno, sin dejar de ojear distraídamente las paginas de aquel documento que llevaba por único fin ponerlo al tanto de uno de los tantos aburridos negocios que su padre deseaba emprender. Los mismos que sabia que fracasarían en menos de dos meses, pero eso era cosa suya de ver como sacarles el jugo y evitar perdidas importantes.
Sin embargo, su mente no estaba allí. Caló hondo su cigarro, recostando su cabeza en el cabezal y cerró los ojos.
La vio, en aquel arroyo a la luz de la luna, como en el sueño, tan real que casi sentía que podría estirar la mano y tocarla.
Suspiró con desgano, deseaba encontrarla, conocerla y, por algún motivo, sentía la necesidad de tenerla a su lado. Pero ¿por donde empezar? Sabia que era gitana, el campamento de ellos estaba a las afueras de la ciudad, en la otra punta. No le seria demasiado difícil encontrarla.
Pero ¿qué haría cuando eso sucediera? Sin mencionar la posibilidad de que ella ya estuviera casada o comprometida. Una doncella como ella, para los gitanos, podría ser un buen partido y él sabia muy bien como eran estos en cuanto a proteger lo que era de ellos, mujeres incluidas.
— Es más fácil que yo corteje a una de las tantas damas que quisiera mi padre, antes de intentar esto…— se obligó a reconocer de mala gana expulsando una bocanada de humo.
Un golpe sonoro y descuidado irrumpió en la sala. Atrapando su atención, alzó la vista y se incorporó en el sofá, dando el permiso correspondiente para que pasaran.
—Adelante …— dijo simplemente, fingiendo estar absorto en los papeles.
Una figura infantil entró en el recinto como una ráfaga de viento.
— ¡¡Tioooo!!— fue el grito de alegría que dio aquel niño a la vez que se subía a las piernas de Lawrence.
—¡Ey! ¿Cómo has estado, mi niño?— lo saludó con una sonrisa a la vez que le revolvía el pelo y se volvía para ver a una mujer de unos diecisiete años parada en frente de suyo con el ceño fruncido.— ¡Oh, por favor, no, mujer! Deja a ese niño en paz un momento.
La joven no hizo más que negar con la cabeza y sentarse en un sillón similar al que se encontraba su hermano mayor del otro lado del escritorio.
—¿Cómo habéis estado, Lawrence?- saludó con esa cortesía habitual en ella.
《¡Oh, pues, bien! No lo creerás, pero he decidido que quizás me case con una gitana de lo más maja, la he conocido hace unos meses en mis sueños y me frecuenta muy a menudo, ¿ha que esto es una buena noticia no? 》
Pensó Lawrence, le divertía la perspectiva de molestarla, sabiendo su aversión al ridículo. Pero, no se lo diría, no se arriesgaría jamás a que lo intentaran internar de nuevo en uno de aquellos manicomios de los que tanto se decía que eran capaces de curar cualquier problema de conducta, de los mismos que él demostró en varias oportunidades que no funcionaban en lo más mínimo y que eran una real e****a.
—Pues, aquí me ves…— dijo en su lugar mostrando toda la pila de papeles que tenia por firmar y analizar con desgano.— Ahora, tu amantísimo padre desea incursionar en el negocio del café y el chocolate… Menuda e****a será, pero ¿Qué va? Ya sabes cómo es el tema.
La charla siguió, aburrida como siempre, en completa cortesía fingida y omisiones de ambas partes.
《¡Dioses! ¿Ahora a que ha venido?... en serio ¿Te cuesta tanto ir al grano, mujer?》
Se preguntó, fastidiado por esa actitud tan propia de ella.
Carraspeó y le pidió a su sobrino que saliera a jugar a uno de los jardines de la casa. Cuando hubieron estado a solas la miró con seriedad y sonrió de lado.
— ¿Vamos al grano, hermanita?... Ya nos conocemos y ya sabes tú que estas cosas las detesto…— comentó con la voz cínica y desdeñosa del “gran señor” que solía utilizar en casos como ese.
Lilly, su hermana, se alisó el pliegue de las faldas y lo observó de soslayo, tomándose su tiempo para responder o ¿buscando las palabras? Lawrence no estaba seguro de aquello.
—¿Te acuerdas, que cuando éramos niños, teníamos sueños donde las cosas ocurrían después en el mundo real?— se aventuró la joven haciendo una pausa para observarlo, necesitaba estar segura de que él entendería su malestar— pues… hay algo que he estado soñando y no sé a quien recurrir. Pero algo me dice que podrías ayudarme…
Lawrence simplemente se limitó a asentir y hacerle una seña para que prosiguiera. Así fue como Lilly le contó de su sueño, en donde se encontraba él en un altar junto a una joven de cabello de plata. Se veía feliz, pero en su pecho la sangre caía a raudales, tiñendo su traje de bodas y el suelo de rojo.
Él dejó que le contara todo aquello, pero no dijo palabra alguna. Al finalizar, solo aspiró pensativo una bocanada de humo. Se tomó su tiempo, sopesando cada palabra que había dicho su hermana.
《Esto no pinta nada bien…》
Admitió en su interior, sin saber que responder. Pero, antes de tomar la palabra, la joven se rio de todo el asunto.
—Oh, Dios… ¿qué estupideces acabo de contarte?— comentó con una risita fingida quitando importancia de aquel sueño— te ruego me disculpes, hermano. Ese sueño me ha asustado, pero viéndolo bien, es una idiotez.
Lawrence se encogió de hombros y la miró con la misma actitud que ella estaba empleado en aquel momento.
—Pues, a mi no me parece que deba disculparte nada, hermanita… los sueños, sueños son, eso lo sabemos todos… pero ¿recuerdas que Madre nos decía que, a veces, era mejor contar los sueños que callarlos?— fue su respuesta sin dejar de mirarla a los ojos, intentando entrever en ellos los sentimientos de ella.
Sonrió, como si supiera una broma privada que no quisiera compartir y añadió con cierta cautela.
— Recuerdo un poco sobre lo que ella nos enseñara en aquel entonces sobre los sueños… por si quieres saber el significado.
《Claro está que ni de coña te diré todo lo que significa. Qué no soy tonto, hermanita, si te digo todo, ya sé que hablarás con Padre y me meterán otra vez en un hospicio…》
Dijo en su mente, a la vez que veía como ella abría los ojos en una actitud sorprendida y se inclinaba hacia adelante, demostrando interés en sus palabras. Esperó a un leve asentimiento de aquel rostro femenino, volvió a sonreír y ladeó los ojos hacia la izquierda, como quien hiciera esfuerzo por recordar algo, algo que en realidad no requería de esfuerzo para él, pero que lo fingía para no prestar tanta importancia al asunto.
—Pues bien… la boda indica un compromiso, una unión, pacto o, valga la redundancia, matrimonio. Que sea yo el novio, implica que esto está ligado a mi…—inició con un titubeo fingido, haciendo una pausa.
Su hermana, lo vio permitirse mostrar una bella sonrisa traviesa de dientes perfectos. Siempre había pensado que, Lawrence se veía muy bien cuando sonreía así. Lastima que eso no ocurría a menudo.
— Así que, hermanita, si conoces a una joven que no sea tan exigente y que sepa soportarme, dímelo, haré lo posible por enamora… puede que a tu padre le guste la idea de verme casado… por fin.— lo escuchó bromear con desinterés.
Siempre había sido así. Siempre intercalando la seriedad con comentarios irónicos o pintorescos. A ella también le hizo gracia el comentario, aunque no se lo iba a demostrar, no sería lo correcto según la etiqueta. Vio como él se ponía serio.
—… ahora bien… la herida en el pecho, indica conflicto, dolor y problemas…— siguió hablando enfocada en su análisis —. Pero, ya bien decía nuestra madre cuando hacia sus predicciones a las criadas, “el amor y la tranquilidad no son amigos, siempre hay conflicto en las uniones”… que se me vea feliz, puede indicar que, al final, todo saldrá bien o que… en lo que dure aquello, seré feliz…
Su hermana lo miró con los ojos entornados, desconfiando de lo que decía. Lawrence se preguntó si, quizás, ella estaba sospechando de algo. Por un momento, tuvo miedo de verse descubierto y que el responder a una simple curiosidad le trajera grandes problemas. Pero, eso no ocurrió, en cambio, Lilly, solo suspiró con resignación y lo miró arqueando una ceja, intrigada.
—¿Y la joven de pelo blanco?— indagó al fin.
«¡Ah, esa! ¡Sí! Es la misma de mis sueños, la que me está trayendo problemas de antes de conocerla personalmente.»
Fue su respuesta mental, pero no la dijo, no a su hermana, no era el momento y menos seria seguro comentarlo, todavía sentía terror el solo recordar las bañeras de agua helada en el asilo y no quería arriesgarse a volver allí. En cambio, se encogió de hombros y simplemente la observó con mirada incrédula.
— ¿Y yo qué sé? Dije que algo recordaba… no que leo sueños…— respondió como quien se lavara las manos del asunto, mostrando un aburrimiento mortal en eso.
Cuando hubo estado a solas, a la hora de la cena, entre papeles y platos con comida casi fría, casi sin tocar. Sin poder concentrarse en su trabajo, Lawrence, se dedicó a darle vueltas a ese sueño tan aterrador que su hermana le había narrado ese mismo día en la mañana.No había dudas de que todo eso era una simple advertencia de lo que se le avecinaba en un futuro muy cercano. Su hermana no lo sabía y, por su bien, esperaba que jamás lo supiera. Pero, lo cierto era que, así como él, ella también poseía grandes aptitudes para la magia y el mundo místico.Aptitudes que debían agradecer a su sangre gitana por parte de su madre. Aunque, para la mayoría de la familia Armstrong, ese lazo, era un vergonzoso secreto que insistían en ocultar ante los ojos de esa sociedad aristocrática.Lawrence puso los ojos en blanco, para luego picar fastidiado la comida con el tenedor. Lo cierto era que no tenía hambre, a menudo, el trabajo y ser consiente de la vida hipócrita a la que se veía obligado a v
—¡Grata alegría, me ha dado al encontrarme…— Exclamó Lawrence, escudándose detrás de una sonrisa que aparentaba seguridad en si mismo —… Aunque, debo confesar que siento pena por el hecho de no haber sido yo quien la haya encontrado, mi bella señora…Lorette podía notar a la perfección que él, por más seguro que se encontraba, solo hablaba con una armadura de cortesía puesta. Supuso que, siendo él, el hijo de un gran aristócrata, esa actitud seria más que habitual en momentos como ese.Ser consciente de esas diferencias, la desilusionaba un poco ¡Cuánto hubiera dado ella porque, él, la abrazase en ese momento! Se lo admitía, irónica como era, después de aquel sueño y tras haber escuchado los consejos de su hermana escritos en las runas, ella se habría atrevido a esperar otro tipo de recibimiento por su parte.«¡Ama eres cuando el niño mama! Después, no ama ni nada… ¡Qué triste realidad es esa! ¿Será que los payos no saben lo que es amar?¿Será que lo he desilusionado con mi baja estatu
Se quedaron en silencio, por largo rato, cada uno metido en sus propios pensamientos. Para él, era mejor así. No se sentía capaz de generar una conversación interesante que a la vez, pudiera resultar natural. ¿De qué podría hablar?¿De su aburrido día a día, encerrado en esas cuatro paredes tapado hasta el cuello de papeles con los datos numéricos de los negocios de su padre? Dudaba mucho que eso le fuera a interesar ¿De sus sentimientos pasionales descubiertos a lo largo de esos meses de verla en sueños? No estaba seguro que eso fuera prudente. A decir verdad, él podía ser una persona muy apasionada si se dejaba llevar por sus emociones y, eso, siempre le jugaba en contra. Por eso, prefería mantener esa distancia, al menos de momento, mientras buscaba la manera para que ella se sintiera cómoda a su lado. Todavía no tenía interés en leer esa carta. Intuía que, las palabras que vería impresas en el papel, no le gustarían en absoluto. Además ¿Para qué romper con esa pequeña burbu
—Me disculpará, usted que sea demasiado sincero con esto…— habló Lawrence, a la vez que arqueaba una ceja en una expresión cínica y desdeñosa que a Lorette no le agradó en lo más mínimo — …Pero… Presiento que me disgustará lo que leeré en ella. Verá, mi relación con mi padre no es muy buena. Y, honestamente, no quisiera amargarme la velada… Escucharlo hablar con aquel tono natural que indicaba ya estar acostumbrado a evadir ciertas normas de decoro y responsabilidades familiares, a Lorette, le generaba rechazo e indignación. Tentada estuvo de reprenderlo, pues en su vida había visto tanto descaro. Para un gitano, no había nada más importante que la familia. En especial, el respeto a los ancestros y a los padres. No obstante, se obligó a recordar que, él, a fin de cuentas, no dejaba de ser un simple mestizo criado entre payos de alta sociedad. —Chamuya, ostre, balsami misto la chippi cali, mangue garlochin…— susurró entre dientes, casi para sí misma, sin poder evitarlo, demostrando
— Hablas mucho, mangue cale, y eso aburre ¿Sabes? …- admitió al ver como él seguía en sus negativas.—… mis hermanas dicen que, los hombres son criaturas tan simples que, basta con un coño rosado y apretado junto a un par de mentiras que sean como la miel susurradas al oído, para mantenerlos contentos. Así que, asumo que contigo será lo mismo ¿Por qué te niegas tanto, entonces? «Mal empezamos, mi pequeña mujer de plata… Mal empezamos…» Reconoció Lawrence, con cierto desdén al oír aquellas suposiciones. Ya sabía que ella desde el principio lo estaba subestimando. Al comienzo, no le molestaba eso. Por el contrario, pese a ser muy orgulloso, encontraba actitud caprichosa y altanera como algo divertido. Hasta que ella tuvo la osadía de decir esas palabras. Odiaba que creyeran que él solo era un simple hombre. Odiaba que lo asumieran. Porque, si tenía que ser sincero, él, durante todos esos años de su vida, se había esforzado mucho en no ser justamente eso. La tomó con fuerza y la
Las escaleras de mármol que daban a las habitaciones principales, donde ella pasaría la noche, se veían simplemente magníficas. Lorette, observaba aquella magnificencia arquitectónica con sus enormes ojos llenos de curiosidad. Durante el camino, Lawrence no pudo evitar sonreír enternecido por esa reacción de asombro que llevaba ella grabada en su rostro. «¡Y espera nada más a que veas la sala de música! O quizás prefieras nadar en la piscina del invernadero…» Se sintió tentado a comentarle, pero no se atrevía. Una parte suya todavía se retorcía de vergüenza por lo ocurrido minutos antes. Junto con otra parte que le recordaba que era de muy mala educación hablar de lo que se tenía. No fuera cosa que ella confundiera su entusiasmo por complacerla con arrogancia. De modo que, aunque la escuchaba exclamar con asombro por cada mínimo detalle que ella lograba percibir en aquel breve recorrido por la pequeña finca, él se tragó todas sus palabras y caminó en silencio a su lado, haciendo
Las primeras luces del alba se colaban a través de los pesados cortinajes del gran ventanal de su habitación. Tenían el lugar con tonos anaranjados que le dé daban un aspecto etéreo, como si todavía siguiera en el mundo de los sueños.Faltaba una hora para el desayuno y, siendo sincero, no creía que pudiera retener nada en el estomago. En ese momento, observaba el amanecer desde su cama, fumando un cigarrillo para aplacar su nerviosismo. Se estiró con languidez sobre la cama. Si cerraba los ojos podía ver de nuevo el reciente recuerdo de aquel último beso que le diera antes de irse de su habitación. Recordó, con cierta satisfacción, aquellos labios humedecidos y esos ojos implorantes y hambrientos, que parecían pedirle a gritos que no se apartara de ella. Irónicamente , no pudo evitar maldecirse por tomar la decisión de irse, pero sabia que era lo mejor. Al menos por el momento, antes de saber que ocurría, lo mejor era no tomar riesgos. Lo mejor er
Al salir de su habitación, le ofreció el brazo para conducirla al comedor menor, donde tomarían el desayuno. Ella lo aceptó, sonriendo con coquetería, al posar sus manos en él. Mientras caminaban por el pasillo, Lawrence notó como ella tanteaba su brazo y no pudo evitar sonreír divertido mientras ponía los ojos en blanco y hacia de cuenta que no se enteraba de nada. Para él, Lorette, parecía una niña que estaba buscando su próxima travesura. Y, eso le provocaba curiosidad. De modo que esperaría a ver qué sería lo que estuviera por decir o hacer. Solo por darle el gusto, tensó el músculo de su brazo, casi por casualidad, notando como el rostro de Lorette mostraba lo que parecía ser la sorpresa.—¡Oh!¡Vaya! A simple vista, no pareces tan fuerte, Lawrence.— comentó Lorette sin dejar de caminar, completamente ajena a la sonrisa burlona de Lawrence. Una sonrisa que, por cortesía, intentaba reprimir una carcajada de burla. Pero que , por fal