Acabó sobre la piel morena de su vientre. Por mucho que deseara tener una familia con ella, sabía que no podía cumplirle, por ese motivo, siempre se cuidaba de que no esos accidentes. Se arrodilló sobre la cama y se quedó contemplando a la poca luz que venía de la calle la obra de arte que acababa de hacer. Ella era la mujer más hermosa que él hubiera conocido jamás. Con su cabellera morena y sus ojos de oliva brillantes en placer. Con su piel morena y esa mirada sonrisa mansa que tanto amaba. Ella era hermosa y, en sus brazos, él era feliz. Se inclinó sobre ella para besarla, susurrándole un “Te amo “ al separarse. Como siempre, ella le correspondió con un simple pero no por eso menos sentido “yo también”. Él sonrió satisfecho y se dispuso a buscar el pañuelo de lino que había dejado en la mesita de luz para poder limpiarla. Ese día no habría muchas palabras de por medio. Ese día prefirieron ocuparlo en amarse todo lo que pudieran. Pues ambos sab
Audrey suspiró con verdadero dolor, por enésima vez en la media hora que llevaba de su visita y Lawrence rodó los ojos con fastidio al escucharlo por enésima vez en la media hora de lo que llevaba su hermano en esa visita obligada. Lorette por su parte solo los observó en silencio tragándose las ganas de preguntarles a esos dos qué rayos les pasaba. No era para menos tanta tensión en el ambiente. Hacia cosa de más de una semana que Audrey se mostraba tan taciturno y, por consiguiente, Lawrence reaccionaba a eso con el fastidio habitual. Pues, como el mismo Lawrence le había asegurado, su hermano jamás dejaba que sus penas se notaran y, sí de casualidad ocurría eso, era algo a lo que temer.Pero, por alguna razón, ninguno de los dos hablaba del tema y las cosas no hacían más que empeorar. Tanto Lawrence como Lorette comenzaban a perder la paciencia al verlo cada vez más decaído. Lorette suspiró resignada, tendría que ser ella la que sacara el asunto a colación.
Tanto Lawrence como Lorette se quedaron en silencio cuando Audrey hubo terminado de contar todo lo que le había ocurrido. Él no había omitido detalle alguno, con la sola excepción del nombre y la raza de su amada. A sus ojos, esos detalles, carecían de importancia. Lorette solo podía ver incrédula ante lo que él había sido capaz de hacer. Lawrence por su parte, no sentía incredulidad alguna. Solo enojo y decepción al ver que ni aunque su hermano hubiera encontrado a la mujer de su vida, había dejado de ser tan cobarde. Audrey los observó a ambos. Por alguna razón, tenía miedo de que lo juzgaran como frívolo. Pero, ese temor pasó a segundo plano al ver la expresión tensa en el rostro de su hermano. Sabía que él no pensaba que fuera una persona frívola, pero se daba cuenta que él estaba por demás enojado.—¡No me malinterpretes, por favor! Yo solo quería protegerla…— agregó sintiendo como comenzaba a sudar frío.Se sentía como un chiquillo que tuviera que explicar sus errores delante
—¿Y yo por qué tengo que ir, batí?— quiso saber Alelí haciendo morrillos caprichosos —¡Digo!¡No es como si solo tuvieras un ahijado para pedirle que lleve el mensaje a la casa de tu adorado chovopral! Roxana arqueó una ceja desafiante. Ya se estaba volviendo alarmante el malhumor de su ahijada. No era para menos, las emociones negativas en Alelí duraban lo que un suspiro. Que esta vez, ya pasara de la semana y media, era algo digno de preocupación. —Pero te lo estoy pidiendo a ti, para que salgas un poco y te distraigas.— argumentó simplemente para luego agregar — Además ¿Cuánto hace que no has visto a tu plañí?¡Ale, niña! Que ya va siendo hora que vayas a ver cómo se encuentra.Alelí bufó frustrada. Sabía que las intenciones de su madrina eran buenas y que solo la quería mantener ocupada porque simplemente se preocupaba por ella. Pero, necesitaba que lo entendiera de alguna manera: Ella no se encontraba de buen ánimo para hacer visitas sociales a nadie. Menos aun a la casa de su c
—¿Y tú cómo sabes que es gitana?— preguntó sin salir de su asombro.— Si yo no he dicho nada…Lawrence lo observó sin entender su sorpresa. Aunque, él estaba seguro de haberle oído admitir ese detalle. Entornó los ojos, pensativo, intentando recordar en qué momento lo había dicho. Pero, a lo cierto, Audrey tenía razón. Se encogió de hombros.—¿Qué va? Me lo habrá parecido, entonces…— reconoció apoyando su barbilla sobre la mano que tenía levantada en el escritorio — lo cierto es que si no lo es, se le parece mucho. Digo yo, esa respuesta que te dio y esa forma de irse, así sin más, me recordó a lo que men dai nos decía ¿Recuerdas?«Una gitana no llorará delante de ti, por más que el alma se le rompa en pedazos. Tenemos nuestro orgullo ¿Entiendes, chavoro?»Recordó Audrey y asintió con la cabeza, aunque ese asunto le importaba bien poco. Por no decir que nada en absoluto. Sencillamente, para él, no tenía sentido catalogar a alguien como gi
—Hágala pasar, por favor. Ella ya sabe que aquí siempre será bienvenida.— exclamó Lawrence mientras esbozaba una sonrisa que intentaba disimular la mirada de soslayo que le echó a Audrey.Sabía que él intentaría irse. A fin de cuentas, esas eran las normas sociales. Pero, por nada en el mundo dejaría que lo hiciera. Al fin y al cabo, tarde o temprano, esos dos, se tendrían las caras. Vio como Audrey intentaba levantarse del sillón y comenzaba a farfullar una excusa para irse. Sin miramientos, antes de que siquiera consiguiera levantarse del todo, Lawrence le aventó la bola de papel que parecía haber quedado olvidada. —Tú te quedas, al fin de cuentas, tarde o temprano vas a tener que tratar con mi cuñada Alelí — le adelantó mientras Julieth iba a buscarla.«¿Qué nombre dijo?¿Alelí?»Se preguntó Audrey completamente alarmado al escucharlo. Pero, intentó calmarse y razonar al respecto. A decir verdad, Alelí era un nombre muy comú
Xamara se adentró en el bosque, no sin antes asegurarse de que nadie la había visto ni mucho menos la seguía. En sus manos, llevaba un petate con las plantas medicinales que utilizaba para curar las heridas de magia. Ella tenía mucho trabajo por hacer y debía darse prisa. Pues, si tardaba más de lo acostumbrado, él se enojaría mucho. Mientras caminaba en dirección a su destino, no podía evitar que su mente se le fuera en las tonterías que había dicho su hermana para evitar tener que ir a ver a ese payo idiota que tanto parecía agradar en su familia. «¡Están charlaos!¿Cómo puede ser que un tipo de su calaña sea alguien digno de admiración?¡Si su sola existencia no es otra cosa que una traición! ¿Es qué acaso están ciegos o solo idiotas?» Pensó indignada sin mirar por dónde iba. Bien, lo cierto era que, el hecho de que él fuera mestizo no era algo de lo que horrorizarse. Al fin de cuentas, en su familia también habían mestizos. Pero, est
—¿Ustedes ya lo sabían, verdad?— preguntó Alelí en un murmullo tan tenue que a Lawrence le fue difícil escuchar. Quizás, se estaba torturando así misma y, en realidad, no valía la pena indagar en eso. Pero, necesitaba saberlo. Por alguna razón, estaba buscando cualquier excusa para justificar todo ese rencor que sentía quemando en su interior.Realmente sentía que necesitaba un motivo para odiarlos a todos. Sin embargo, al levantar la cara y atreverse a ver a Lawrence, no pudo sentir más que su propio dolor y la incómoda sensación de hacer pagar los platos rotos a alguien que no tenía la culpa. Vio como Lawrence suspiró haciendo una mueca que no dejaba de demostrar que ese tema lo enfadaba tanto como a ella. A punto estuvo de corregirse, darle las cosas que le había encomendado Roxana e irse con la primer excusa que se le viniera a la mente.Pero él la detuvo, tomándola por la barbilla sin mediar palabra alguna. Levantó la mano en la que lleva