En una noche aciaga, de brisa cálida, Lawrence, entrevió en la jara, a la orilla del rio, a una simple muchacha. Una joven gitana.
—Mangue Gachi ‘e Lamma— susurró irónico al reconocerla.
«Mi mujer de plata»
Ya había tomado por costumbre de llamar así a aquella joven de pelo plateado que se bañaba en el arroyo, iluminada por la luz de la luna . Él, no podía (o no quería) apartar la vista de ella, siempre lo hipnotizaba con su presencia.
«Este sueño… otra vez. »
Advirtió . No era la primera vez que soñaba con ella. Sin embargo, había algo que lo hacia sentir distinto a otros .
«Pero… ¿qué?»
Ladeó su cabeza a la izquierda, expectante, sin encontrar nada, como ya lo sabia.
Llevaba al cinto su daga de mango labrado en plata. Por instinto, bajó su mano a él, buscando ese punto de apoyo que esta la daba. El peligro, se palpaba en el aire. O al menos eso creía.
La joven, solo reposaba en una roca, remojando sus pequeños pies en el agua. Una sombra de sonrisa, se dibujaba en su rostro y, sin mirarlo, lo llamó con gesto lánguido.
《Otra vez…》
Fue su pensamiento, sabia lo que debía hacer. Sabia y, muy bien, que debería irse, manipular aquel condenado sueño y cambiarlo por otro.
Lo sabia, mas, algo lo hizo seguir allí. Un palpitar, una intriga ¡Vaya a saber uno! ¿que impulso de necedad lo obligó a sacarse las botas y meterse al agua, mover un pie y luego otro? Así, hasta llegar al lado de aquella a quien llamaba “Gachi ‘e Lamma”.
La miró a los ojos, enormes cuencas en donde refulgía el verde esmeralda. Observó sus labios, rosados cual pimpollo de rococó. Y esperó, intrigado por saber que ocurriría a continuación. Aunque ya lo supiese, sentía que esa vez, sería diferente.
Ella, se limitó a sonreírle, entrecerrando los ojos, sin dejar de verlo a la cara. Se levantó de la saliente y se tiró al rio, empapándolo en aquella zambullida. Él, se quedó inmóvil, expectante.
《Sé que estas atrás mío, gachi ‘e lamma》
Era cierto aquello. Desilusionado, comprobó que, hasta ese momento, nada cambiaba.
Atrás suyo, se escuchó un chapoteo. Alguien lo abrazó por la espalda. Sintió ese pequeño y delicado rostro húmedo entre sus omóplatos, sus labios rosados besando el dibujo del Toro Bravo que llevaba tatuado en su piel. Una respiración onda en el medio de su columna hizo que él se tensara.
《Aquí viene…》
Se dijo, sabiendo todo lo que vendría. Sabiendo que podía cambiar las cosas y así evitarse una pesadilla más. Pero… ¿quería cambiarlo?
—La Luna, siempre atrapa al Toro… pero este jamás se atreve a moverse… — dijo la mujer de plata con dulzura—… ¡Chamuya, Calé! ¿Qué te impide cambiar el curso de las cosas?
«¡Habla, gitano!»
Le había dicho en un perfecto caló. Una lengua tan familiar para él, pero que , en esa situación lo desconcertaba. Buscó una respuesta, algo valido, algo ocurrente.
Nada encontró. Así pues, ladeó la cabeza en un gesto de negación.
—¿Será… qué ya me he acostumbrado a tu bella figura y tus abrazos y besos me son demasiado gratos?— respondió, ocultando su sorpresa con palabras sobradoras cargadas de sarcasmo—… dime, pues, gachi ‘e lamma ¿Por qué te empecinas a importunar en mis sueños?
Se dio la vuelta, con presteza, para observarla a la cara. Allí notó una sombra de confusión en aquellos ojos inocentes que lo observaban.
《¿Es esto algún truco?
Observó sin entender nada de lo que acontecía. Sabia bien, que en ocasiones, ciertos seres místicos usaban artimañas como aquellas para poder robar la energía de los sueños. Pero aquel, no parecía ser el caso. Entonces ¿qué ocurría?
Ella tomó aire y lo soltó con suavidad, sopesando aquella pregunta, desviando la mirada a un costado, con timidez. Pero, aquella fragilidad duró lo que un suspiro. La vio hinchar el pecho y clavar sus ojos verdes en él, con determinación.
«¡Una chavala Calorra tenía que ser! No la verás dudar ni aunque ella lo quiera…»
—Pensaba que el intruso eras tú, Calé. — Le respondió con franqueza y aparentemente calma, para luego añadir con un dejo de curiosidad inocente en su voz— ¿Quién eres? O ¿Qué eres?
Lawrence, un tanto irónico, bufó. Una sonrisa se formó en sus labios severos y un brillo de diversión se dibujó en sus ojos claros. No todos los días se tenía la oportunidad de hablar con una chavala calorra de lo más interesante. Negó brevemente con la cabeza y, con ese movimiento, agitó su largo cabello negro como aquel cielo que se cernía entre ellos.
—Oh, nadie de importancia… un simple gaché mestizo que, puede que, accidentalmente, se inmiscuyera en tus sueños .— Concluyó con suavidad, relajándose al fin. Estaba fuera de peligro.
«No olvidemos las cortesías…».
Se recordó a si mismo arrodillándose ante ella con galantería, dejando que el agua le llegase hasta un poco más de la cintura, extendió la mano para tomar la suya y, con solemnidad, posó sus labios en el suave dorso color marfil.
Se daba cuenta que la escena era absurda, sin embargo ¿Qué importancia tenía? Si, al fin y al cabo, aquello no era más que un sueño que difícilmente recordarían con nitidez al despertar.
—¿Podrás , entonces, dispensarme, si es que te he molestado o asustado, bella gachi ‘e lamma? Créeme si te digo que, nunca fue mi intención todos esos males entendidos en nuestros encuentros anteriores. A veces, estas cosas no se controlan.
Al levantar su vista, se encontró con la de ella, brillante a la luz de la luna, deslumbrante y serena, por donde se la observara.
Por un momento, deseó tenerla para si, deseó que aquellos labios que besaron su tatuaje, a su vez, besaran los suyos, así fuera un sueño, así fuera una vez, deseó sentirla más allá de aquel roce.
《Es ella… Mi Luna…》
Reconoció. Sin esperar respuestas, se incorporó y, sin soltar su mano, jaló de ella, dejándose caer sobre la roca a su espalda. Todo ocurrió en poco tiempo o quizás fueron horas ¿qué mortal podría decírnoslo? Si esto solo era un sueño, nada más…
La tomó por la cintura y acercó su boca a la de ella, saboreó aquellos suaves labios y se dejó embriagar por la dulce sensación que estos ofrecían. Posó la mano con gentileza en su cabellera plateada y la atrajo aun más a él, pegándola contra su cuerpo. Sintiendo aquellos pechos pequeños palpitar junto al suyo. Ambos acelerados.
No podría decirse cuanto estuvieron así, pero el tiempo corre y no hay quien lo pare. Se separaron, ella lo observó febril a los ojos, sorprendida y sin aliento.
—Deberás disculparme de nuevo…— pidió con una sonrisa ladina, traviesa, a la vez que llevaba su mano a aquellos labios que acababa de besar, deseándoles otra vez—… Pero, tu hermosura es tan inmensa que no he podido evitar el impulso de probar esos bellos labios… te prometo que, si algún día nos vemos fuera de aquí, los recordaré y volveré a pedirte disculpas por esto, pagando el precio por mi involuntario ultraje. Mientras tanto, espero puedas entenderme, mangue gachi ‘e lamma…
«Mi mujer de plata»
Repitió en su mente obnubilado, resignándose a soltarse de aquella grácil y delicada cintura.
Pero, su gachi ‘e lamma, no intentó separarse, aunque él la hubo soltado. Simplemente, dejó un momento reposar su cabeza en aquel amplio pecho, escuchando su corazón latir con fuerza, pensativa.
—Y ¿cómo sabré que eres tú el que me ha robado aquel beso?— preguntó incorporándose lo suficiente para poner verle la barbilla, tratando de grabar en su mente aquella barba cuidadosamente recortada.
Él, le acarició la cabeza con ternura, mientras observaba las estrellas y acomodaba las palabras en su mente. Lo cierto era, que no se esperaba esa respuesta. Para él, lo usual sería que ella lo hubiese desdeñado en ese momento. A fin de cuentas ¿No era justamente eso a lo que estaba acostumbrado en su vida real?
—Lo sabremos… nuestras almas se conocen. Nuestros ojos se han visto… me reconocerás y yo a su vez te reconoceré… — prometió, dando la impresión de saber lo que estaba diciendo. Hizo una pausa para tomar un poco de aire y lo soltarlo en un suspiro tenue, dudó un instante, pero terminó por agregar— ¿Me podría decir su nombre?
—Lorette…— respondió ella viéndolo directamente a los ojos, para luego agregar con una sonrisa tímida, que parecía querer ser de coquetería— ¿ Y el tuyo?
…
De nada se enteró Lawrence si pudo decir su nombre, puesto que todo se volvió negro y un instante después, solo vio el dosel de la amplia cama con colchón de plumas en la que dormía. La luz crepuscular entraba por el ventanal de su habitación, tiñéndola de un suave tono anaranjado. Gruñó fastidiado y se dio la vuelta escondiendo el rostro sobre la almohada.
Si solo hubiera tenido un momento más. Solo eso deseaba ¿qué más daba a los dioses cederle un momento más de aquel grato sueño ?
Se incorporó en sus codos y miró a la gran ventana. Se levantó de la cama y se dirigió desnudo hacia la luz del amanecer.
Abrió los postigos para que entrara el aire de la mañana, que le erizó la piel. Se apoyó en el marco de la ventana, observando el nacimiento de aquel nuevo día. Parecía como si este trajera consigo una promesa de buen augurio.
《¿Quién serás, Lorette?...Esto no ha sido solo un sueño, lo sé… 》
Se preguntó pensativo, llevándose dos dedos a sus labios a la vez que sonreía con confidencia. Lo cierto era que, deseaba más. No, no se conformaba con solo aquel beso. Además, se sentía intrigado, desde la primera vez que la había soñado
¿Quién era? ¿Por qué frecuentaba sus sueños? ¿Por qué le decía Calé? … Podría arriesgarse, sin temor a equivocarse, al decir que ella era calorra, sus ademanes y palabras la delataban ¿Estaría ya comprometida? Ni que dudarlo, con semejante belleza, más valdría hacer el negocio rápido o se marchitaría.
Ya se le ocurriría donde buscarla. Al menos, tuvieron a gracia los dioses, de proporcionarle su nombre.
《Lorette… curioso nombre para una calorra.》
Se dijo con un brillo divertido en sus ojos. Miró al alba y se preguntó si ella estaría haciendo lo mismo en ese momento.
《Das risa, idiota… era un sueño y nada más ¿crees que habrá oportunidades? Ja… de aire llenas esa cabezota terca que traes sobre tus hombros… De aire y nada más》
Se dijo con aquella voz pesimista. Como siempre, hiriente. Pues bien sabia que el Toro jamás obtenía el favor de la Luna y menos, si este era un repugnante mestizo de padre payo y madre calorra. En eso, las leyendas eran más que claras, él estaba maldito hasta la médula. Pero, aun así…
《Solo por esta vez, me permitiré creer que es posible ser feliz…》
Entre la realidad y la fantasía, había veces que prefería lo segundo, aunque doliera el despertar ¿Por qué no intentarlo una vez más?
El reloj de cuerda que colgaba en la pared, anuncio las seis de la mañana. Con un hondo suspiro de resignación, Lawrence, dio la espalda al exterior y se dispuso a vestirse con desgano y, de esta forma, comenzar con su rutina.
Aquella jornada, seria ardua y aburrida, como todas las que él acostumbraba a pasar desde que había sido obligado a supervisar los negocios de su familia. Sin embargo, tenía en el pecho un palpito. Algo le decía que las cosas pronto cambiarían…
…
Se había levantado temprano en la mañana, todavía se veía la aurora cuando se puso la faja y se lavó la cara. Pensativa, se llevó una mano a los labios. Él la había…«Ojalá nos volviéramos a encontrar…»Se dijo, recordando aquel sueño. No pudo evitar pensar en aquellos ojos celestes que la miraron y aquellos dedos finos sujetando su cintura. Ojalá, la encontrara, ojalá se la llevara lejos de allí.«No… no debería pensar en estas cosas, solo ha sido un sueño…»Intentó convencerse, cosa que no le era tan fácil. Pero ¿qué más daba? Si ella ese mismo día tendría que conocer a su prometido y alejarse de su gente.Eso la llevó a preguntarse como seria aquel hombre ¿la encontraría atractiva? ¿ella lo encontraría aceptable? Por lo poco que sabia de él, era un hombre huraño de mal carácter, más dado a la soledad de una biblioteca que a la calidez de la vida conyugal.— Oye, deja de tejer musarañas y ayúdame con el desayuno, Lorette…— reprochó con desenfado, una mujer a su lado, Alelí, su herma
Leía sus documentos, leía, leía y los volvía a releer. Pero, su mente no estaba allí y su cerebro no retenía las palabras de aquellos papeles. Suspiró y se tiró con descuido al respaldo de su sofá de terciopelo verde musgo.Buscó sus cigarros y sus fósforos, encendió uno, sin dejar de ojear distraídamente las paginas de aquel documento que llevaba por único fin ponerlo al tanto de uno de los tantos aburridos negocios que su padre deseaba emprender. Los mismos que sabia que fracasarían en menos de dos meses, pero eso era cosa suya de ver como sacarles el jugo y evitar perdidas importantes.Sin embargo, su mente no estaba allí. Caló hondo su cigarro, recostando su cabeza en el cabezal y cerró los ojos.La vio, en aquel arroyo a la luz de la luna, como en el sueño, tan real que casi sentía que podría estirar la mano y tocarla.Suspiró con desgano, deseaba encontrarla, conocerla y, por algún motivo, sentía la necesidad de tenerla a su lado. Pero ¿por donde empezar? Sabia que era gitana, e
Cuando hubo estado a solas, a la hora de la cena, entre papeles y platos con comida casi fría, casi sin tocar. Sin poder concentrarse en su trabajo, Lawrence, se dedicó a darle vueltas a ese sueño tan aterrador que su hermana le había narrado ese mismo día en la mañana.No había dudas de que todo eso era una simple advertencia de lo que se le avecinaba en un futuro muy cercano. Su hermana no lo sabía y, por su bien, esperaba que jamás lo supiera. Pero, lo cierto era que, así como él, ella también poseía grandes aptitudes para la magia y el mundo místico.Aptitudes que debían agradecer a su sangre gitana por parte de su madre. Aunque, para la mayoría de la familia Armstrong, ese lazo, era un vergonzoso secreto que insistían en ocultar ante los ojos de esa sociedad aristocrática.Lawrence puso los ojos en blanco, para luego picar fastidiado la comida con el tenedor. Lo cierto era que no tenía hambre, a menudo, el trabajo y ser consiente de la vida hipócrita a la que se veía obligado a v
—¡Grata alegría, me ha dado al encontrarme…— Exclamó Lawrence, escudándose detrás de una sonrisa que aparentaba seguridad en si mismo —… Aunque, debo confesar que siento pena por el hecho de no haber sido yo quien la haya encontrado, mi bella señora…Lorette podía notar a la perfección que él, por más seguro que se encontraba, solo hablaba con una armadura de cortesía puesta. Supuso que, siendo él, el hijo de un gran aristócrata, esa actitud seria más que habitual en momentos como ese.Ser consciente de esas diferencias, la desilusionaba un poco ¡Cuánto hubiera dado ella porque, él, la abrazase en ese momento! Se lo admitía, irónica como era, después de aquel sueño y tras haber escuchado los consejos de su hermana escritos en las runas, ella se habría atrevido a esperar otro tipo de recibimiento por su parte.«¡Ama eres cuando el niño mama! Después, no ama ni nada… ¡Qué triste realidad es esa! ¿Será que los payos no saben lo que es amar?¿Será que lo he desilusionado con mi baja estatu