“Yo siempre he querido ser buena. Luego recuerdo todo lo que me hicieron, y se me pasa”. ... ¿Cómo se convierte una MUJER en una VILLANA? Cuando lo pierde todo… ¡NO! Cuando LE QUITAN todo. Regina lo supo cuando se vio caminando sola en medio de la noche mientras empezaba a nevar. Le habían quitado matrimonio, amor, familia, y lo peor: a sus hijos. Su esposo acababa de obligarla a firmar el divorcio y la había echado a la calle literalmente con lo que llevaba puesto. Quizás por eso pasar la noche con aquel desconocido que era un huracán de sudor y lujuria, fue como un alivio para el corazón de Regina… sin saber que Viggo Massari se convertiría en uno de los hombres más importantes de su vida. … “—Christian St Jhon, Toshiro Ren, Viggo Massari: —Mi amiga Verónica los señala, sentados al fondo del club—. Los tres reyes de Wall Street, y milagrosamente, ninguno tiene reina todavía. La pregunta es: ¿A cuál vas a elegir para que sea la lanza y el escudo de tu venganza? —¿Y quién dijo que tengo que elegir? —Sonrío despacio mientras mi vista pasa sobre ellos—. Los quiero a los tres”.
Leer másCAPÍTULO 104. Momentos de tensiónNo puedo quitarme esta sensación de asco que me invade. La llamada de Devon me deja en shock, y su voz resuena en mi mente, y en un segundo, sin saber por qué, presiono la opción necesaria para poner a grabar la llamada.“¡Te odio, Regina, es tu culpa!”“¡Pídele perdón!” grita alguien detrás de él y yo me sobresalto, pero tal parece que a Devon todavía le quedan fuerzas o resistencia para ser un mal hombre, porque ni así me pide perdón.En lugar de eso me maldice una y otra vez, y aunque estoy más que tentada a colgar la llamada, no puedo evitar esta enfermiza satisfacción que siento cuando lo escucho llorando de dolor y de impotencia. Sé que lo están vi0lando, es obvio, y eso no me provoca mi la más mínima compasión, como si él mismo y su madre hubieran arrancado de mí esa capacidad de tener piedad por otro ser humano al mismo tiempo que me quitaron a mis hijos.“¡Me las vas a pagar…! ¡Tú hiciste esto, es tu culpa…!” grita entre sollozos y yo sonrío.
CAPÍTULO 103. Una llamada en medio de la nocheEstoy acostada junto a Viggo, con las sábanas enredadas en nuestras piernas, todavía recuperándome de la intensidad del estilo princesa, el estilo puta y de todo lo que pasó después. Sus dedos recorren mi brazo con movimientos distraídos, como si estuviera perdido en sus pensamientos, hasta que por fin rompe el silencio con una sentencia clara y precisa.—Devon se alió con Alicia —dice con la voz cargada de disgusto.Es algo que los dos sabemos, pero el hecho de que lo diga así me hace pensar que tiene algo más en mente.Me giro hacia él, frunciendo el ceño.—No debería sorprenderte. Supongo que conoces a Alicia y Devon es muy bueno manipulando. Ella solo es una pieza —le digo.—No me sorprende, no es eso, la verdad —me responde con el gesto sombrío—. Pero sí me molesta. Y el simple hecho de que se atreviera… me hace sentir, ya sabes… un poco cruel. Creo que necesita un escarmiento.No pregunto qué significa exactamente "un escarmiento" e
CAPÍTULO 102. De princesas y put...Cuando Viggo lanza la frase me deja helada. Escupo el café de la impresión, y el líquido oscuro salpica la mesa. Mi corazón empieza a acelerarse como si hubiera visto un fantasma y sé que mis pupilas se dilatan y que él observa hasta el más mínimo movimientos de mis reacciones.—¿Qué… qué dijiste? —pregunto, mirándolo con incredulidad.La idea de un matrimonio otra vez me parece absurda y aterradora, y no puedo evitar que las náuseas se apoderen de mí.—Que si me vas a dejar ponerte un diamante en el dedo, nena —repite con firmeza y el escándalo de Beberly me da tiempo suficiente para pensar por un segundo.Me acerco a su oído, intentando mantener el tono juguetón que solemos usar, porque ahora mismo no quiero que nadie dé cuenta de lo que realmente siento.—Viggo… —le susurro—. Ahora mismo puedo pensar en muchos lugares mejores donde me gustaría que me pusieras un diamante que no sea en el dedo.La expresión en su rostro cambia de sorpresa a pura e
CAPÍTULO 101. Una madre ofendidaEl aire está cargado de tanta tensión que casi puede cortarse con un cuchillo. Viggo me mira con esa mezcla de sorpresa y ternura que a veces me hace sentir como si estuviera flotando. Cuando su boca impacta contra la mía su beso pretende ser cálido, y su abrazo se siente como un abrazo después de una larga ausencia. Sin embargo la suavidad en él siempre termina convertida en una declaración de posesividad que no puede evitar.—Hablé con Alicia —me dice, separándose un poco para verme a los ojos—. Yo la mandé a llamar. Quería saber cómo se atrevió a seguirte, empecé a reclamarle… pero no sé cuándo me dio algo, no recuerdo mucho de anoche, supongo que seguirá en el trago que estaba bebiendo en mi despacho.Su voz es tranquila, pero puedo ver la preocupación asomándose.—Pues parece que de alguna forma Devon y Bonnie la encontraron —le digo—. Me di cuenta de que estaban tratando de usarla para que yo pierda a “quien me está protegiendo”.Viggo levanta un
CAPÍTULO 100. Una aclaración necesariaTodos se detienen, por supuesto, porque nadie quiere perderse un espectáculo como este. La mujer que planta cara en la entrada del salón tiene una elegancia medida, y un porte de señora de sociedad que me hace pasar saliva, porque por desgracia me recuerda demasiado a Bonnie. Sé que ni de lejos caen en la misma categoría, pero por desgracia esta también es una mujer que intenta aparentar lo que no es, o mejor dicho, lo que no ha sido.—¿Disculpa? —pregunto como si de verdad estuviera esperando que me lo explique.—Así que tú eres Regina —dice, cruzando los brazos mientas su mirada me analiza de pies a cabeza—. He escuchado hablar de ti últimamente, pero no se me pasó por la cabeza que te atrevieras a dar órdenes en esta casa.—Entonces no has escuchado los comentarios correctos —replico girándome hacia ella—. Sí, es cierto que soy Regina, y tú eres… déjame adivinar: su madre, la señora Beberly.—Así es, exactamente, y soy la única señora Massari,
CAPÍTULO 99. Si lo conocierasEl tiempo se congela. El aire en la habitación pesa como si estuviera cargado de plomo.Viggo está ahí en la cama, dormido, desnudo. Y Alicia está a su lado, envuelta en las sábanas, sonriendo como si estuviera disfrutando de cada segundo de mi sufrimiento.Así que me permito un largo minuto para asimilar lo que esto me provoca, lo que siento, todo lo que me duele. Porque no importa lo que le diga a Devon, esto realmente me duele, que Viggo pueda traicionarme, que pueda estar con otra mujer, es como si me estuvieran abriendo el pecho de una forma desgarradora, y eso dice mucho más sobre mí que sobre él.—Shh… —Alicia me hace un gesto con el dedo sobre los labios—. Si vas a hacer un escándalo hazlo bajito. Está muy cansado después de tanto… ejercicio, no lo despiertes.Siento que el corazón me explota dentro del pecho. Mi cuerpo entero tiembla, pero no de tristeza, sino de rabia. La mano que todavía se tengo en la manija se pone lívida de tanto apretarla,
CAPÍTULO 98. No aprendiste nada de míEl aire dentro de la sala de visitas de la cárcel es denso, pesado. No me cuesta mucho que me dejen entrar porque estoy muy lejos de parecer una amenaza. En todo el camino he estado tratando de contactar a Viggo, pero no me ha respondido al teléfono ni una vez y no puedo evitar que eso me asuste. Él no dejaría de contestarme.Así que si voy a sentarme frente a frente con el infeliz de Devon no es solo porque me produzca la más enfermiza satisfacción verlo sufrir en esta cárcel, sino también porque necesito saber qué juego se trae y cómo eso involucra a Viggo.No pasan más de cinco minutos desde que llego a la sala de visitas hasta que a Devon lo sientan al otro lado de la mesa con las esposas ajustadas a sus muñecas. Sus ojos me recorren de arriba abajo, su mirada es una mezcla de desprecio y molestia, y aún así no puedo evitar sentir que se está regodeando por algo.Me acomodo en la silla sin decir nada, esperando que sea él quien hable primero,
CAPÍTULO 97. Cuatro días de escapeEl cielo comienza a teñirse de tonos naranjas y rosados mientras el sol se asoma lentamente por el horizonte. La chimenea sigue encendida, consumiéndose poco a poco, llenando la habitación con su calor reconfortante.Los seis seguimos en la sala, demasiado llenos de adrenalina para dormir, demasiado cómodos para movernos.Miro a Christian y a Ren por el rabillo del ojo. No sé hasta dónde saben la verdad sobre todo lo que me pasó con Devon y su madre, pero lo que sí sé es que están de mi lado. Quizás no necesiten saber los detalles. Quizás solo necesitan confiar en que hice lo que debía hacer.—Ya quiero irme de paseo —murmura Ruby, acurrucándose más contra Ren cuando el subconsciente la traiciona.—Pues nos vamos —dice Ren con suavidad, pasándole un brazo por los hombros—. Café, chocolate caliente… yo lo preparo.—¡Ey, ey, ey…! El café déjaselo al italiano que sabe lo que hace mejor que tú —lo detiene Viggo.—Tú no eres italiano, idiota.—Mis abuelos
CAPÍTULO 96. Niños en pijamasLa cena es un festín. Largas bandejas de comida caliente, vino en cada copa y la luz de la chimenea dándole un brillo acogedor a toda la habitación.Poco a poco, las tensiones se disuelven. El vino ayuda, por supuesto, y los chicos incluso logran intercambiar un par de frases sin querer matarse.Finalmente, el abuelo, con su copa en mano, se sienta en un sillón frente a la chimenea y nos mira con una sonrisa. Le hago una pregunta simple sobre una empresa que me ha causado curiosidad últimamente y de pronto, empieza a hablar sobre el mercado de valores.—Ahora sí, les voy a contar cómo se manejan los negocios de verdad.Nos reímos, pero un segundo después Viggo, Ren y Christian se van con él y se acomodan en la alfombra a escucharlo con atención, porque cada palabra suya es como un mantra.—…Y obviamente sé que las grandes empresas no podrían fusionarse ni asociarse de ninguna manera, la ley antimonopolio lo impide —comenta con seriedad—. Y además ustedes