REINA DEL MAR. CAPITULO 17. Un engaño casi creíbleMis manos intentan aferrarse a algo, pero solo hay una pared detrás de mí.—¿Lista? —pregunta en un susurro travieso, y antes de que pueda contestar, sus dedos encuentran mi clítoris con una mezcla de fuerza y delicadeza que hace que se me doblen las rodillas.—¡Ah…! —gimo bajito, perdiéndome en esa sensación y siento la forma en que me aprieta con su pecho mientras una de sus manos sigue castigándome y la otra sube una de mis piernas sobre su cintura—. No pares… por favor, no pares…—Ni lo sueñes, bonita. Pero no te confíes —añade, con esa sonrisa de lobo que conozco tan bien—. Apenas estamos comenzando.Siento la presión en mi vientre en cuestión de pocos minutos, su boca hace una fiesta sobre mi piel y me encanta cada espasmo que me recorre. Mi corazón se acelera presagiando el orgasmo y mi sexo se cierra en duras contracciones a su alrededor.—Así no lo quiero… —protesto sin poder evitarlo y un segundo después estoy de espaldas, c
REINA DEL MAR. CAPITULO 18. DolorMe mira a los ojos y veo incredulidad, impotencia, consternación. El teléfono, que todavía tiene en las manos, parece a punto de romperse, y yo solo suspiro porque no entiendo por qué los hombres tienen esa tendencia a no escucharme cuando hablo. ¡Juraría que mi dominio del idioma es excelente!—¿Quieres que te diga que no sé de qué hablas? —pregunto y él se adelanta hacia la cama con expresión frustrada.—¡No me jodas, Ruby! ¡Dijiste que ibas a barrer con el cargamento de Sylus!—¿Y en alguna parte de esa declaración pareció que te estaba mintiendo? —pregunto levantándome y tomando mi vestido para ponérmelo. No tengo ropa interior pero tendré que improvisar.—¡No pensé que…! ¡Maldición, dijiste que lo harías en cuatro días! —exclama y no puedo evitar la mirada de molestia que se me escapa.—Pues si me hubieras tomado en serio, princeso, te habrías asegurado de proteger tu carga, de protegerla muy bien, pero no lo hiciste porque no me creíste. ¿No es
REINA DEL ODIO. CAPITULO 19. CulpaRENEl grito se me queda atascado en la garganta antes de que siquiera lo suelte. Todo pasa en cámara lenta. Veo el auto venir, directo hacia ella, y no pienso, solo reacciono.—¡¡Ruby!!Giro el volante con tanta fuerza que mis neumáticos chillan contra el pavimento. Intento poner el coche en medio, meterme entre ella y ese maldito conductor que viene como loco, pero es demasiado rápido. El impacto me alcanza por el costado, y mi cabeza rebota contra la ventana con un golpe seco que me saca el aire.De lleno golpeó mi auto… pero el Roll Royce la golpeó a ella.No sé cómo salgo. No sé ni siquiera si estoy de pie cuando lo hago. Solo sé que la veo allí, en el suelo, retorcida de una forma que no tiene sentido.—No, no, no, no, Ruby... —Corro como si el cuerpo no me doliera, como si la sangre que siento bajar por mi sien no existiera.Me tiro junto a ella y la tomo en brazos. Su cabeza cae hacia atrás, y eso me hunde el corazón.—¡Ruby, joder, mírame! —
REINA DEL ODIO. CAPITULO 20. Una hermosa tradición familiarRENEl mundo se convierte en una espiral de molestia. Cuando el abuelo sale yo trato de incorporarme, me cambio de ropa por una limpia que me he traído y cada vez me tambaleo menos, pero apenas me arranco la venda de la frente la herida que tengo empieza a sangrar. Estoy a punto de gritarle al idiota que solo la tapó y no la cosió en su momento, pero en medio de la diatriba entra Regina.Mis ojos se posan en ella y un segundo después les pide a todos que nos dejen solos.—¿Viste quién fue? —me pregunta con una calma que los dos estamos aparentando solamente.Respiro hondo. No una, sino dos veces. La sangre me corre por la frente y me arde, pero ni eso me distrae de la imagen de Ruby en el suelo, inconsciente, rota.—No… —gruño con impotencia—. Solo sé que era un coche negro. Cristales entintados. Sin placas.Me mira como si entendiera que no fue un accidente. Esto fue alguien que vino a dejar un mensaje. O a cerrar una cuenta
REINA DEL ODIO, CAPITULO 21. Una oración al tantōJuego con el peso del cuchillo entre los dedos mientras esa historia que el abuelo kaizen me conto innumerables veces siendo un niño me viene a la cabez.—Para los antiguos samuráis, en el arte de la espada japonesa, el dedo meñique es el que más fuerza tiene porque aprieta sobre la empuñadura. Cuando a un guerrero le cortaban el meñique, su destreza en batalla disminuía considerablemente…Veo la cara de espanto de Finnigan y sé que empieza a entender. Todos ponen al final la misma cara.—Quizás de ahí se originó el ritual del Yubitsume, donde una afrenta se castiga cortando secciones del meñique.El rostro de Devon pasa del rojo al blanco. Traga saliva con torpeza y forcejea tratando de levantarse, pero no hay forma de que se libere: mis hombres lo tienen sujeto con fuerza; y alargan sus palmas frente a mí, abiertas sobre la mesa.—¡Eso es un barbarismo! —grita con desesperación—. ¡No puedes cortarme los dedos!¿Barbarismo dice? ¿Más
Capítulo 1. La esposa perfectaAcaricio mi vientre con una sonrisa, sé que mi embarazo todavía no se me nota mucho porque apenas tengo cuatro meses, pero estoy tan feliz que solo puedo pensar en eso. No es el primero, y cuando recuerdo que Devon y yo hemos perdido dos embarazos anteriores el miedo me asfixia, pero tengo todas mis esperanzas puestas en que todo saldrá bien con este bebé.Bajo a la cocina y la inundo con el olor del café recién hecho. Dejo el desayuno listo, la mesa impecable, el portafolio ejecutivo de mi esposo está preparado y Bonnie, mi suegra, ya está sentada frente a su taza de té con leche, hojeando la sección financiera del periódico como si entendiera algo.Mi esposo entra al comedor con su traje perfectamente ajustado y ese aire de seguridad del que me enamoré. Me envuelve en un abrazo y acaricia mi vientre saludando al bebé, y luego parece recordar algo del trabajo.—Amor, ¿el informe de TradeLink? ¿Crees que deberíamos movernos rápido? —pregunta mientras aju
CAPÍTULO 2. Una verdad desgarradoraEl dolor es lo primero que siento cuando abro los ojos. No es físico, aunque mi cuerpo esté cansado y entumecido. Es un dolor profundo en mi pecho, como si algo hubiera sido arrancado de mí. Y lo fue. Lo sé incluso antes de escuchar una palabra.—Regina... —La voz de Verónica llega suave, como si estuviera tratando de no romperme más de lo que ya estoy. Cuando mis ojos se enfocan la veo ahí, sentada junto a mi cama, con Ruby a su lado.—No... —murmuro con un susurro ahogado, pero no hace falta que diga más. Ellas lo saben, y yo lo sé. Ruby aprieta mi mano, y Verónica me acaricia el cabello con los ojos llenos de lágrimas—. No puede ser… esto no puede estar pasando…—Estamos aquí contigo, cariño —dice Ruby.—El bebé... —susurro y la palabra se queda flotando en el aire como un eco vacío hasta que Vero niega con la cabeza.—Lo siento tanto, Regina…Las lágrimas vienen sin previo aviso, un torrente que no puedo detener. No me importa quién me ve o cómo
CAPÍTULO 3. Una máscara de traiciónLas luces del edificio parpadean cuando llego a casa, tambaleándome. Cada paso que doy es una tortura, como si mi cuerpo estuviera cargando el peso de todo lo que me han arrebatado. Verónica y Ruby tratan de seguirme, insisten en quedarse conmigo, pero las detengo en seco.—No. —Y mi voz es firme aunque estoy al borde del colapso—. Esto lo tengo que hacer sola.—Regina por Dios… ¡Solo déjame entrar y te juro que voy a sacar a esa mujer a rastras por los malditos pelos del puto edificio! —gruñe Ruby, pero Verónica la detiene porque entiende que esto ya no puede dolerme más y necesito enfrentarlo por mí misma.—Déjala, es más fuerte de lo que crees —le dice a Ruby y luego me mira con una mezcla de preocupación y respeto—. Llámame si necesitas algo, Regina. Lo que sea.Asiento, aunque la verdad es que no planeo llamar a nadie. Esto es entre Bonnie, Devon y yo.Las veo marcharse y solo entonces entro al departamento, pero la calidez habitual del lugar n