CAPÍTULO 3. Una máscara de traición
Las luces del edificio parpadean cuando llego a casa, tambaleándome. Cada paso que doy es una tortura, como si mi cuerpo estuviera cargando el peso de todo lo que me han arrebatado. Verónica y Ruby tratan de seguirme, insisten en quedarse conmigo, pero las detengo en seco.
—No. —Y mi voz es firme aunque estoy al borde del colapso—. Esto lo tengo que hacer sola.
—Regina por Dios… ¡Solo déjame entrar y te juro que voy a sacar a esa mujer a rastras por los malditos pelos del puto edificio! —gruñe Ruby, pero Verónica la detiene porque entiende que esto ya no puede dolerme más y necesito enfrentarlo por mí misma.
—Déjala, es más fuerte de lo que crees —le dice a Ruby y luego me mira con una mezcla de preocupación y respeto—. Llámame si necesitas algo, Regina. Lo que sea.
Asiento, aunque la verdad es que no planeo llamar a nadie. Esto es entre Bonnie, Devon y yo.
Las veo marcharse y solo entonces entro al departamento, pero la calidez habitual del lugar no está. Todo parece frío, distante, como si ya no fuera mío, y ni siquiera he cerrado la puerta cuando escucho pasos apresurados desde el pasillo.
—Regina, ¿eres tú? —Devon aparece con el rostro lleno de preocupación. Su traje está algo arrugado, como si hubiera estado esperando, inquieto, y cuando me ve corre hacia mí—. ¡Nena, ¿por qué no contestabas al teléfono?! ¿Sabes el susto que me has d…? —Pero cuando se acerca y me ve a los ojos, su expresión cambia a puro horror—. ¿Qué pasó…?
No tengo fuerzas para hablar. Mis lágrimas hacen todo el trabajo por mí. Me lanzo hacia él, lo abrazo con desesperación y dejo que mi llanto lo envuelva.
—Lo perdí... —murmuro entre sollozos—. Perdí a nuestro bebé…
Devon me sostiene fuerte, como si pudiera mantenerme entera con solo abrazarme. Sus manos recorren mi espalda pero eso no nos calma a ninguno de los dos.
—No... no puede ser. Regina, ¿cómo… cómo pasó esto? —Su voz está cargada de incomprensión, y yo lo miro, con los ojos hinchados y el corazón en pedazos.
—¡Creo que eso deberías preguntárselo a tu madre!
Devon se queda helado. Su cuerpo se tensa, y su expresión cambia de tristeza a confusión.
—¿Qué estás diciendo?
Me aparto de él aunque no quiero. Quiero que me consuele, que me diga que todo estará bien, pero no puedo permitirlo. Hay algo que debo hacer primero.
—¿Dónde está Bonnie? —mi voz sale como un susurro venenoso, y él tl titubea, pero señala hacia la sala.
—Está ahí, pero… ¿qué… qué quieres decir, Regina…?
Camino con paso firme aunque por dentro estoy deshecha. Bonnie está sentada en el sofá, hojeando una revista como si nada hubiera pasado. Cuando me ve entrar, deja la revista a un lado y me dedica una sonrisa que parece genuina.
—Regina, querida, ¿disfrutaste tu día?
Algo dentro de mí se quiebra al escuchar su tono tan tranquilo, tan falso. Saco el expediente médico de mi bolso y lo arrojo sobre la mesa frente a ella.
—¡¿Cómo me siento?! ¡Quizás deberías decírmelo tú, Bonnie, después de todo, parece que sabes más sobre mi salud que yo misma!
Su rostro se endurece por un instante, como el depredador que ha caído en una jaula, pero luego vuelve a su fachada amable.
—No entiendo de qué hablas, querida…
—¡Deja de fingir! —grito, y mi voz retumba en la sala—. ¡Sé lo que hiciste!
—¿Eh…? ¿Y qué se supone que hice, cariño…?
—¡Me diste pastillas abortivas! —escupo y el silencio que sigue es ensordecedor.
Bonnie se queda inmóvil, su rostro una máscara de incredulidad hasta que se lleva una mano al pecho, como si mi acusación la lastimara profundamente.
—¡Eso es absurdo! ¿Cómo puedes acusarme de algo tan horrible?
Me inclino hacia ella, apoyando ambas manos en la mesa, y doy gracias a Dios por tenerla en medio de nosotros o si no, no sé qué haría.
—¡No es absurdo! ¡Perdí a mi bebé hoy y tuvieron que llevarme de emergencia a otro hospital, a otro doctor que sí me dijo la verdad! ¡Me hicieron estudios, Bonnie! ¡Encontraron misoprostol en mi sistema… igual que las otras dos veces que perdí mis embarazos!
—¡Regina… no puedes creer que yo…! —intenta defenderse pero ya no le creo nada, porque este dolor me está rompiendo por dentro.
—¡Eso es cierto, no podía creerlo, pero lo único que bebí hoy me lo diste tú! ¡Esas maldit@s pastillas me las diste tú, y las hiciste pasar por ácido fólico! —Ella abre la boca, como si fuera a protestar, pero yo la interrumpo—. ¡Y no te molestes en negarlo! Ya sé que tu adorado doctor Greer estaba involucrado. ¡Tu precioso médico de confianza! ¡Por eso no querías que me viera ningún otro! —gritó histérica y solo siento los brazos de Devon alrededor de mi cuerpo, conteniéndome.
—¡Eso no es cierto! —responde Bonnie rápidamente, pero hay una grieta en su voz, una que no puede ocultar para mí—. Si el doctor Greer lo sabía quizás fue él el que cambió las pastillas…
—¿En serio? ¡¿Él!? Entonces dime, ¿qué ganaría el doctor Greer haciendo que yo pierda mis bebés? ¡Nada! ¡Él no gana nada pero tú sí, porque tú nunca me quisiste! ¡Siempre quisiste a Anabella como nuera!
Bonnie retrocede con los ojos llenos de lágrimas y mira a Devon como si acabaran de lastimarla.
—¡Estás siendo injusta, Regina! ¿Eso es lo que piensas de mí? Después de todo lo que he hecho por ti.
—¡No juegues a ser la víctima, Bonnie! —Mi voz es un rugido lleno de dolor—. ¿Sabes lo que has hecho? ¡Me quitaste a mis hijos! ¡A mis tres hijos! ¡Eres un monstruo, un maldito monstruo! ¡¿Cómo pudiste hacer esto con tus propios nietos?!
Mi voz se rompe en un sollozo desesperado y siento que Devon me abraza más fuerte.
—Mamá, dime que eso no es cierto —escupe entre dientes—. ¡Dime que todo lo que Regina acaba de decir no es cierto!
Bonnie se lleva las manos al rostro, como si no pudiera creer lo que está pasando.
—Devon, hijo, ¿cómo puedes creer algo así?
—¡Porque hay pruebas! —le grito tirando el expediente hacia ella—. ¡Hay pruebas, eres una asesina, eres una maldit@ asesina…!
Pero antes de que logre soltarme de los brazos de mi esposo, de sus labios sale una sola sentencia.
—Mamá, creo que es mejor que te vayas.
—¿Qué? —Regina lo mira espantada.
—¡Que te vayas de mi casa ahora mismo! ¡No puedo creer que hayas hecho algo así! —le grita—. ¡Quiero que te vayas! ¡Ya!
Bonnie intenta protestar, pero Devon la mira como si fuera capaz de pegarle en ese momento, y ella me lanza una última mirada de reproche antes de recoger sus cosas y salir de la casa.
Me rompo, lo sé porque de repente estoy en el suelo, en los brazos de Devon, que contiene mis gritos y mi llanto.
—Regina, voy a buscar al doctor Greer. Si él fue cómplice en esto, te juro que lo haré pagar… ¡Te lo juro!
CAPÍTULO 4. La noticia más dolorosaEl departamento está en silencio, uno pesado, que me aplasta el pecho cada vez que intento respirar. He perdido la cuenta de cuántos días han pasado desde que me atreví a salir de esta cama. Sé que Ruby y Verónica han venido más veces de las que puedo recordar, pero siempre me niego a verlas. Solo puedo quedarme aquí, bajo las sábanas, con los ojos fijos en el techo mientras mi mente se hunde más y más.Devon intentó consolarme al principio. Lo hizo, o eso quiero creer. La primera noche me abrazó, me prometió que estaría conmigo, que no dejaría que nada malo volviera a pasar. Me dijo que se tomaría unos días libres para cuidarme, para ayudarnos a superar esto juntos.Pero ahora, más de una semana después, lo único que escucho son excusas. Emergencias en el trabajo. Reuniones que no puede cancelar. Cenas con clientes importantes. Al final, siempre me quedo sola con este dolor punzante que me está destrozando. Tengo tres ángeles en el cielo y solo qui
CAPÍTULO 5. El hombre de mis sueñosMis piernas se sienten como gelatina, pero me obligo a mantenerme de pie. Cada palabra que escucho es como un golpe en el estómago.Devon sabía…Sabía lo que su madre estaba haciendo, y no hizo nada para detenerla…Él sabía que estaba matando a mis hijos…Él sabía…Mi cerebro es un tornado de lógica, conexiones y dolor, piezas que encajan de una vez, destrozándome porque no hay nada peor que saber que el hombre a quien más amas en el mundo es responsable de la muerte de tus hijos.Lágrimas silenciosas ruedan por mis mejillas mientras trato de respirar pero sé que no lo lograré. Duele tanto que quiero morirme. Duele tanto que solo quiero odiarlos a los dos. ¡Quiero que paguen! ¡Quiero que paguen por la muerte de mis hijos!En un momento de absoluto odio lo recuerdo: “a veces las palabras son poderosas, señora Finnigan”. Con manos temblorosas saco mi teléfono, se me cae un par de veces pero consigo… de alguna forma consigo ponerlo a grabar audio…Lueg
CAPÍTULO 6. Una mujer reemplazableMi corazón late tan rápido que estallará en cualquier momento, o simplemente se romperá de alguna forma. Siento como si se estuviera haciendo de arena, una que escurre poco a poco, como si pudiera desaparecer dentro de mí, dejando solo un hueco vacío.Miro los papeles del divorcio frente a mí, y no sé qué estoy esperando exactamente. ¿Una respuesta que tenga sentido? ¿Qué alguien me despierte de la pesadilla?Pero en lugar de eso solo veo una pluma lanzada frente a mí sobre los papeles del divorcio.—¡Fírmalos! —grita Bonnie fuera de sí.Levanto los ojos hasta él y solo veo una expresión en conflicto. Está rabioso y es conmigo, como si lo hubiera obligado a casarse o algo así.—¿De verdad quieres esto, Devon? —pregunto con una voz apenas audible por encima del nudo en mi garganta. En este momento yo quiero el divorcio más que él, pero necesito escucharlo de su boca. Quiero que termine de hundir la maldit@ daga para desangrarme de una vez por la maldi
CAPÍTULO 7. El hombre de los ojos negrosLlego al restaurante con los labios morados y temblando por el frío, mis pies se arrastran por la acera resbaladiza mientras los copos de nieve empiezan a caer. Y los escalofríos son tan fuertes que siento que hasta el último de mis órganos duele horriblemente.Empujo la puerta con dificultad y entro. El calor del lugar me envuelve de inmediato, pero no me alivia. Miro alrededor, buscando con la mirada al camarero. Al principio no lo veo y el pánico me invade. ¿Y si no está aquí? ¡Dios, ni siquiera recuerdo cómo se llamaba…!De repente lo veo. Está atendiendo una mesa en la esquina, y cuando levanta la vista y me ve, su expresión cambia por completo.—Señora… —dice, sorprendido y acerca rápidamente, mirando mi rostro pálido y mi ropa liviana—. ¿Qué le pasó? Está…—Necesito ayuda —lo interrumpo, y mi voz es apenas un susurro mientras miro el nombre en su insignia—. …Luke.Él asiente, nervioso, y me hace un gesto para que lo siga.—Venga. Hay una
CAPÍTULO 8: Escapando del dolorEl licor quema cuando baja por mi garganta, pero no lo dejo. Lo necesito, como si ese calor momentáneo pudiera llenar el hueco enorme que siento en el pecho.Afuera ya debe ser de madrugada, y adentro los ojos del hombre frente a mí solo… me estudian. Ni siquiera intenta ocultar que me está analizando. Pero hay algo en su expresión, en la manera en que se recarga en la silla, como si el mundo entero no fuera suficiente para él, que me hace pensar que también está roto. Tal vez más que yo.—¿Tú y el infeliz al que le rompí las costillas esta noche? —Al parecer esa es toda su pregunta y yo aprieto los labios.—Salvé su trabajo hace una semana… creí que podía pedirle un favor… hacer una llamada. —Río amargamente antes de volver a beber—. Todo lo que quería hacer era una puta llamada…—¡Lenguaje! —gruñe haciendo que me sobresalte, pero me siento tan impotente que las lágrimas saltan de mis ojos—. Regla número uno para sobrevivir en el infierno: No creas en
Capítulo 1. La esposa perfectaAcaricio mi vientre con una sonrisa, sé que mi embarazo todavía no se me nota mucho porque apenas tengo cuatro meses, pero estoy tan feliz que solo puedo pensar en eso. No es el primero, y cuando recuerdo que Devon y yo hemos perdido dos embarazos anteriores el miedo me asfixia, pero tengo todas mis esperanzas puestas en que todo saldrá bien con este bebé.Bajo a la cocina y la inundo con el olor del café recién hecho. Dejo el desayuno listo, la mesa impecable, el portafolio ejecutivo de mi esposo está preparado y Bonnie, mi suegra, ya está sentada frente a su taza de té con leche, hojeando la sección financiera del periódico como si entendiera algo.Mi esposo entra al comedor con su traje perfectamente ajustado y ese aire de seguridad del que me enamoré. Me envuelve en un abrazo y acaricia mi vientre saludando al bebé, y luego parece recordar algo del trabajo.—Amor, ¿el informe de TradeLink? ¿Crees que deberíamos movernos rápido? —pregunta mientras aju
CAPÍTULO 2. Una verdad desgarradoraEl dolor es lo primero que siento cuando abro los ojos. No es físico, aunque mi cuerpo esté cansado y entumecido. Es un dolor profundo en mi pecho, como si algo hubiera sido arrancado de mí. Y lo fue. Lo sé incluso antes de escuchar una palabra.—Regina... —La voz de Verónica llega suave, como si estuviera tratando de no romperme más de lo que ya estoy. Cuando mis ojos se enfocan la veo ahí, sentada junto a mi cama, con Ruby a su lado.—No... —murmuro con un susurro ahogado, pero no hace falta que diga más. Ellas lo saben, y yo lo sé. Ruby aprieta mi mano, y Verónica me acaricia el cabello con los ojos llenos de lágrimas—. No puede ser… esto no puede estar pasando…—Estamos aquí contigo, cariño —dice Ruby.—El bebé... —susurro y la palabra se queda flotando en el aire como un eco vacío hasta que Vero niega con la cabeza.—Lo siento tanto, Regina…Las lágrimas vienen sin previo aviso, un torrente que no puedo detener. No me importa quién me ve o cómo