CAPÍTULO 8: Escapando del dolor

CAPÍTULO 8: Escapando del dolor

El licor quema cuando baja por mi garganta, pero no lo dejo. Lo necesito, como si ese calor momentáneo pudiera llenar el hueco enorme que siento en el pecho.

Afuera ya debe ser de madrugada, y adentro los ojos del hombre frente a mí solo… me estudian. Ni siquiera intenta ocultar que me está analizando. Pero hay algo en su expresión, en la manera en que se recarga en la silla, como si el mundo entero no fuera suficiente para él, que me hace pensar que también está roto. Tal vez más que yo.

—¿Tú y el infeliz al que le rompí las costillas esta noche? —Al parecer esa es toda su pregunta y yo aprieto los labios.

—Salvé su trabajo hace una semana… creí que podía pedirle un favor… hacer una llamada. —Río amargamente antes de volver a beber—. Todo lo que quería hacer era una puta llamada…

—¡Lenguaje! —gruñe haciendo que me sobresalte, pero me siento tan impotente que las lágrimas saltan de mis ojos—. Regla número uno para sobrevivir en el infierno: No creas en
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