REINA DEL MAR. CAPITULO 13. Una aventura en la noche.Salgo de la casa de Ren antes de que amanezca del todo. El kimono lo dejé sobre su cama, bien doblado, como si no acabara de robarle una noche ni su orgullo.La ciudad está húmeda, tibia, perfecta para desaparecer en ella, pero después de la dosis de intensidad que me acaba de dar el maestro de espadas, no puedo dejar que se siga involucrando con la gente equivocada. Digamos que no es por mí, sino porque odiaría que alguien tan cercano a Regina tenga negocios con la plaga en la que se han convertido mis queridos hermanos.Conduzco hasta el puerto y luego camino con paso firme por los muelles. Nadie me sigue, aunque siento miradas. Siempre hay ojos, pero no me importa porque a lo largo de los años incluso las ratas del puerto han sabido con quién no deben meterse.Y hoy es un día demasiado importante… porque hoy cambiamos los planes.Isaías está en el viejo almacén, organizando algo con sus chicos. Tiene una radio en la mano y cara
REINA DEL MAR. CAPITULO 14. Una operación exitosaLos encerramos sin violencia, solo un par de quejas, algunos insultos… nada que no haya oído antes. Una vez asegurados, Isaías se acerca con la lista que tiene los números y los coteja con la bitácora y con el informe de carga.—¿Estás segura que estos son los contenedores correctos?—Como que me llamo Ruby —respondo—. Ábrelos.La seguridad es fuerte, pero traemos equipo especializado, así que uno por uno, los candados ceden. Las puertas metálicas se abren y ahí están: Seis coches. Italianos. Negros y rojos. Brillantes incluso bajo la tenue luz del barco.—¡Dios bendiga la codicia! —dice Isaías, admirándolos.—Que la bendiga —repito mientras le doy la vuelta a cada auto: dos Ferraris, dos Lamborghini, dos Pagani.¡Este es el paraíso de los coches de lujo! Pero no es una carga legal y me pregunto por qué.—¿Tienes la lista de los precios? —pregunto y un minuto después Isaías me la extiende.Ferrari Purosangue: cuatrocientos mil dólares.
REINA DEL MAR. CAPITULO 15. Sorpresas inesperadas.La gala se lleva a cabo en el salón dorado del edificio de la Bolsa, y sí, es tan ostentoso como parece. Candelabros de cristal, alfombras que deben costar más que mi apartamento, y música de cuerdas en vivo como si estuviéramos en una película de época.Ren camina a mi lado como un general, firme, silencioso, controlado. Yo saludo a un par de inversionistas, me robo un par de miradas; pero siento los ojos de Ren clavados en mi espalda cada vez que me alejo un paso.Nos dan una copa de champagne a cada uno y justo cuando voy a beber, él me dice:—¿Qué es lo que planeas?—¿No prefieres sorprenderte?—No. Ya te conozco lo suficiente como para saber que tus sorpresas nunca son suaves.Le guiño un ojo y bebo.—No me conoces ni mucho ni poco, kenshi. Pero para todo lo que va a pasar esta noche, quiero que sepas que agradezco que estés de mi lado —le digo y él achica los ojos con sospecha, pero no dice nada.—Jamás habría creído que necesit
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 16. ¿Mujer o esposa?Puedo ver la duda en sus ojos, es casi tierna cuando decide que quiere saber.—¿Y yo? —pregunta Ren, con esa calma suya que a veces me desconcierta por lo maliciosa que es—. ¿Yo soy parte de las cosas que tú quieres?Levanto una ceja, y me doy un segundo para pensarlo. No por falta de respuesta, sino porque sé que le va a molestar que no se la dé de inmediato.—A veces sí —digo al fin, estirándome como una gata perezosa—. A veces no. —Él no dice nada, pero su ceño se frunce un poco y puedo oler la decepción—. Me das mucha curiosidad, kenshi. Pero no tanto como me da curiosidad desafiarte.Suelta una risa corta, de esas que no se hacen con la boca sino con los ojos; y ladea la cabeza, sin dejar de observarme.—Estás loca.—Lo sé —respondo, sonriendo—. Pero entiendo bien las arenas movedizas en las que ando. Y tú… tú eres la peor de todas ellas, pero solo por esta noche, voy a portarme bien.—¿Y eso qué significa, exactamente? —me increpa y y
REINA DEL MAR. CAPITULO 17. Un engaño casi creíbleMis manos intentan aferrarse a algo, pero solo hay una pared detrás de mí.—¿Lista? —pregunta en un susurro travieso, y antes de que pueda contestar, sus dedos encuentran mi clítoris con una mezcla de fuerza y delicadeza que hace que se me doblen las rodillas.—¡Ah…! —gimo bajito, perdiéndome en esa sensación y siento la forma en que me aprieta con su pecho mientras una de sus manos sigue castigándome y la otra sube una de mis piernas sobre su cintura—. No pares… por favor, no pares…—Ni lo sueñes, bonita. Pero no te confíes —añade, con esa sonrisa de lobo que conozco tan bien—. Apenas estamos comenzando.Siento la presión en mi vientre en cuestión de pocos minutos, su boca hace una fiesta sobre mi piel y me encanta cada espasmo que me recorre. Mi corazón se acelera presagiando el orgasmo y mi sexo se cierra en duras contracciones a su alrededor.—Así no lo quiero… —protesto sin poder evitarlo y un segundo después estoy de espaldas, c
REINA DEL MAR. CAPITULO 18. DolorMe mira a los ojos y veo incredulidad, impotencia, consternación. El teléfono, que todavía tiene en las manos, parece a punto de romperse, y yo solo suspiro porque no entiendo por qué los hombres tienen esa tendencia a no escucharme cuando hablo. ¡Juraría que mi dominio del idioma es excelente!—¿Quieres que te diga que no sé de qué hablas? —pregunto y él se adelanta hacia la cama con expresión frustrada.—¡No me jodas, Ruby! ¡Dijiste que ibas a barrer con el cargamento de Sylus!—¿Y en alguna parte de esa declaración pareció que te estaba mintiendo? —pregunto levantándome y tomando mi vestido para ponérmelo. No tengo ropa interior pero tendré que improvisar.—¡No pensé que…! ¡Maldición, dijiste que lo harías en cuatro días! —exclama y no puedo evitar la mirada de molestia que se me escapa.—Pues si me hubieras tomado en serio, princeso, te habrías asegurado de proteger tu carga, de protegerla muy bien, pero no lo hiciste porque no me creíste. ¿No es
REINA DEL ODIO. CAPITULO 19. CulpaRENEl grito se me queda atascado en la garganta antes de que siquiera lo suelte. Todo pasa en cámara lenta. Veo el auto venir, directo hacia ella, y no pienso, solo reacciono.—¡¡Ruby!!Giro el volante con tanta fuerza que mis neumáticos chillan contra el pavimento. Intento poner el coche en medio, meterme entre ella y ese maldito conductor que viene como loco, pero es demasiado rápido. El impacto me alcanza por el costado, y mi cabeza rebota contra la ventana con un golpe seco que me saca el aire.De lleno golpeó mi auto… pero el Roll Royce la golpeó a ella.No sé cómo salgo. No sé ni siquiera si estoy de pie cuando lo hago. Solo sé que la veo allí, en el suelo, retorcida de una forma que no tiene sentido.—No, no, no, no, Ruby... —Corro como si el cuerpo no me doliera, como si la sangre que siento bajar por mi sien no existiera.Me tiro junto a ella y la tomo en brazos. Su cabeza cae hacia atrás, y eso me hunde el corazón.—¡Ruby, joder, mírame! —
REINA DEL ODIO. CAPITULO 20. Una hermosa tradición familiarRENEl mundo se convierte en una espiral de molestia. Cuando el abuelo sale yo trato de incorporarme, me cambio de ropa por una limpia que me he traído y cada vez me tambaleo menos, pero apenas me arranco la venda de la frente la herida que tengo empieza a sangrar. Estoy a punto de gritarle al idiota que solo la tapó y no la cosió en su momento, pero en medio de la diatriba entra Regina.Mis ojos se posan en ella y un segundo después les pide a todos que nos dejen solos.—¿Viste quién fue? —me pregunta con una calma que los dos estamos aparentando solamente.Respiro hondo. No una, sino dos veces. La sangre me corre por la frente y me arde, pero ni eso me distrae de la imagen de Ruby en el suelo, inconsciente, rota.—No… —gruño con impotencia—. Solo sé que era un coche negro. Cristales entintados. Sin placas.Me mira como si entendiera que no fue un accidente. Esto fue alguien que vino a dejar un mensaje. O a cerrar una cuenta