Roma Valenti rogó por cuatro años a su exmarido para que amara y cuidara al hijo de ambos, pero él simplemente lo ignoró. Cuando su hijo está por morir, ella suplica a su exesposo que venga a despedirse de él, pero cuando ese hombre no aparece y su hijo muere en sus brazos, decide que solo quiera una cosa en la vida: venganza. Con el corazón destrozado, Roma Valenti decide destruir a su exmarido, y para hacerlo, debe convertirse en alguien poderosa, y solo lo logrará siendo la esposa del temible Giancarlo Savelli, el peor enemigo de su ex, sin saber que ese hombre lleva mucho tiempo deseándola, y por tenerla en sus brazos es capaz de lo que sea. Roma no imagina que la venganza que ha jurado ejecutar la llevará por un camino peligroso, lleno de secretos, deseos y emociones intensas. ¿Podrá realmente cumplir su propósito sin perderse en la oscuridad de la venganza, o terminará atrapada en una red de pasiones que jamás imaginó?
Leer másLos autos seguían pasando, y el bullicio de la ciudad se hacía cada vez más lejano.Tory, con los ojos fijos en el horizonte, sintió una sensación inexplicable en su pecho.El aire fresco de la tarde la envolvía, pero su mente no podía dejar de pensar en lo que acababa de ver. Humberto, allí, parado entre la multitud, observándola con una mirada fría y cargada de odio.Sus ojos se cruzaron brevemente, y el tiempo pareció detenerse.—¡Joel! ¡Era él! ¡Era Humberto! —exclamó, la voz quebrada, pero llena de incredulidad. Su corazón palpitaba a un ritmo frenético.Había visto su rostro, esa expresión dura y calculadora. ¡Lo había visto claramente!Joel, sin embargo, no parecía haberlo notado. Su mente estaba en otro lugar, su enfoque en otro objetivo. Miró a Tory, aun sin comprender el peso de sus palabras.—Olvídalo para siempre, Tory —respondió él, su voz calmada, como un intento de tranquilizarla—. Nunca te podrá lastimar de nuevo. Ya está todo en el pasado.Pero las palabras de Joel, p
Joel y Tory no podían creer lo que acababan de descubrir. Las palabras de la noticia golpearon sus corazones con una fuerza implacable.—¡Es tan triste! —dijo Tory, su voz quebrada por la incredulidad—. Era tan joven… estaba embarazada, por un aborto mal realizado… ¡Ella murió!La realidad de lo sucedido parecía demasiado cruel para ser cierta. Las lágrimas brillaban en sus ojos, pero las palabras no salían de su garganta, como si el dolor de lo ocurrido las hubiera atrapado en un nudo imposible de deshacer.Joel la abrazó, tratando de consolarla, pero no podía evitar sentir una profunda tristeza en su interior. El rostro de Tory, lleno de angustia, le quebraba el alma.—Su madre… colapsó. Es como si hubiera perdido toda razón, Tory. Debemos ayudarla, debemos hacer algo por ella.Tory asintió sin decir palabra, apretando los puños contra su pecho como si pudiera contener dentro de sí misma el dolor que sentía por esa tragedia. Había algo profundamente injusto en todo esto, y el peso d
Brianna se aferró al asiento del auto con las manos temblorosas, su respiración entrecortada mientras observaba el camino desolado.Cada kilómetro que avanzaban la hacía sentir más atrapada, más indefensa.Miró de reojo a su madre, quien mantenía la vista fija en la carretera con una expresión fría, determinada.—Mamá… tengo miedo —susurró, con la esperanza de encontrar compasión en su voz.Pero su madre ni siquiera pestañeó.—Brianna, si no haces esto, no voy a ayudarte a criar a ese bebé —respondió sin titubeos—. ¿Entiendes? Te echaré a la calle.Las palabras golpearon a Brianna como un mazazo en el pecho. Sentía escalofríos, y no solo por el miedo, sino por la crueldad en la voz de la mujer que la trajo al mundo.Miró por la ventana.La clínica se alzaba ante ellas como una sombra siniestra en medio de la nada, un edificio descuidado, de paredes manchadas y ventanas cubiertas por cortinas viejas. No parecía un lugar seguro.Todo dentro de ella le gritaba que corriera, que se alejar
Cuando Fernanda llegó al hospital acompañada de Matías, el aire parecía pesado, cargado de expectativas y nervios.Ella tenía un poco de miedo, siempre se ponía de nervios antes de un ultrasonido, pero finalmente había llegado el momento de escuchar como estaba su bebé.La sala estaba impregnada de una calma tensa, mientras la doctora la invitaba a recostarse en la camilla para realizar el ultrasonido.La pantalla, aún apagada, parecía prometer respuestas, pero el silencio envolvía el espacio con una extraña sensación de incertidumbre.Con las manos temblorosas, Fernanda se acomodó, mirando a Matías, quien la observaba con una mezcla de nervios y amor.Él le sonrió, buscando calmarla, pero ella sabía que ambos compartían el mismo miedo callado.El ultrasonido comenzó, y la doctora pasó el dispositivo por su abdomen, el gel frío chocando con su piel.Fernanda cerró los ojos, esperando escuchar el corazón de su bebé, pero el sonido esta vez sonaba muy rápido, la doctora revisando meticu
Brianna sintió cómo el frío de la realidad la envolvía cuando su madre la sujetó por los hombros con una fuerza brutal.—¡Contesta, Brianna! ¡Ese niño es suyo! —La voz de la mujer retumbó en la habitación, llena de ira y desesperación.El sonido de la puerta azotándose la sacó de su trance. Humberto había aprovechado el caos para escapar, dejando atrás su miseria y su vergüenza.—¡Responde de una vez! —insistió su madre, sus uñas clavándose en la piel de Brianna.Pero Brianna no pudo decir nada.Un sollozo desgarrado se deslizó de su garganta, temblando como una niña que sabía que no había salida. Su madre no necesitó más confirmación. Lo supo. Y la rabia la consumió.—¡Maldita sea, Brianna! —gritó, apartándose de ella como si su sola presencia la enfermara—. Me hiciste quedar en ridículo frente al señor Vega. Arruinaste todo. ¡Todo!Brianna la miró con los ojos anegados en lágrimas, pero su madre ya había tomado una decisión.—¡Vas a abortar!El horror se reflejó en el rostro de Brian
La puerta se abrió con un crujido, y Lourdes, Hernán y Tory entraron rápidamente en la habitación, la tensión palpable en el aire.Brianna, al notar su presencia, reaccionó al instante. Con manos temblorosas, intentó patear la jeringa que estaba a sus pies, pero la ansiedad la hizo tropezar.Al bajar de la cama, su cuerpo se tensó, un temor indescriptible la invadió como una ola aplastante.El miedo era evidente en sus ojos, reflejando una angustia profunda.—¡¿Qué haces aquí?! —exclamó, intentando controlar el pánico que amenazaba con desbordarse.—Quería verlo —respondió Lourdes, su voz cargada de una mezcla de preocupación y alivio al mismo tiempo.Cuando Lourdes vio a su hijo, con los ojos abiertos, pero aún ausente de consciencia, un suspiro de sorpresa y miedo salió de sus labios.A la vez, un rayo de alivio iluminó su rostro.Corrió hacia el botón para llamar al médico con urgencia, el cual llegó rápidamente para comenzar a atender la situación.El caos que había comenzado a des
Lourdes sintió que la sangre se le helaba en las venas. Su rostro perdió todo color mientras su respiración se volvía errática.Giancarlo, por su parte, clavó una mirada helada en la joven que se pavoneaba ante ellos con una sonrisa de autosuficiencia.—¿Qué demonios acabas de decir? —murmuró con voz grave, sus ojos entrecerrándose con sospecha.Brianna infló el pecho con orgullo, disfrutando del impacto que había causado.—¡Joel será padre! Y ustedes no pueden negarlo.Hernán, que hasta ahora había permanecido en silencio, sintió la rabia arderle en las entrañas. Sus puños se cerraron con fuerza.—Bien —dijo, con voz contenida—. Si eso es cierto, entonces haremos las cosas bien. Iremos con un médico y realizaremos una prueba de paternidad. Hoy en día hay formas de hacerlo sin afectar al bebé, con una simple muestra de sangre.Brianna palideció por un instante, pero su madre, segura de su jugada, tomó el control de la situación y asintió con firmeza.—¡Por supuesto que estamos de acuer
—¡¿Quién eres tú?! —exclamó Lourdes, su voz cargada de incredulidad y desconfianza.Brianna sonrió con aire triunfal, como si estuviera disfrutando del impacto de sus palabras.—¡Yo soy Brianna! Y el hijo que espero… es de Joel.Lourdes sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La observó con desconfianza, analizando cada uno de sus gestos.—No… no, eso no puede ser. Mi hijo jamás me mencionó a ti. Él solo me ha hablado de Tory… ¡Siempre ha estado enamorado de ella! No sé qué pretendes, pero ese bebé no puede ser de Joel.Hernán, que hasta ahora había permanecido en silencio, frunció el ceño, confundido.—¡Es verdad! —insistió Brianna, fingiendo una tristeza que no sentía—. Es por culpa de Tory que Joel está así… Ella lo ha manipulado, lo ha hecho sufrir. ¡Me ha dejado sola con este bebé!Lourdes sintió que el mundo le daba vueltas. Su instinto le gritaba que algo no estaba bien, que esa chica estaba mintiendo.—Por favor, vete —le pidió con frialdad, sin intención de escuchar más—.
Brianna estaba completamente congelada, su cuerpo temblaba incontrolablemente mientras sus pensamientos la ahogaban.«No. No puede ser. No puedo estar embarazada de Humberto. Ese maldito no tiene nada, está más arruinado que nunca. ¿Qué voy a hacer? Estoy atrapada en esta pesadilla. ¿Cómo le voy a decir a mi madre? Nunca podré ir a la universidad, mi vida se está desmoronando...» El pánico se apoderó de ella mientras se abrazaba a sí misma, como si intentara mantener su cordura a toda costa.Mientras se encontraba sumida en esa tormenta de pensamientos, vio a lo lejos a una mujer que llegaba apresuradamente, visiblemente desesperada.La mujer iba acompañada por un hombre que, a pesar de la tensión en el aire, parecía mantener una compostura impecable.—¡Estoy buscando noticias de mi hijo, Joel! Dijeron que lo trajeron aquí, por favor, necesito saber si está bien, estoy desesperada… —La voz de la mujer temblaba entre sollozos.Brianna, aún completamente atónita por la revelación de sus