Despojada de todo y traicionada por quienes más amaba, Evangeline se ve obligada a fingir su muerte y la de sus trillizos para escapar de las calumnias que la condenaron al exilio. Rechazada por su esposo y con el peso de una nueva identidad, lucha por sobrevivir en las sombras mientras sueña con justicia. Sin embargo, el destino le da un cruel giro cuando uno de sus hijos cae gravemente enfermo, obligándola a regresar al mundo de los Montalvo. Ahora, disfrazada como una mujer que no es, deberá enfrentar a quienes la destruyeron, desenmascarar la red de mentiras que la sepultó y salvar la vida de su hijo. Pero ¿podrá mantenerse firme sin sucumbir nuevamente al irresistible amor de su exesposo, el hombre que fue tanto su refugio como su ruina? En un juego de poder, venganza y pasión, Evangeline descubrirá que para renacer primero deberá enfrentarse a sus propios demonios y resurgir de las cenizas que provocó el fuego que se llevó su antigua vida.
Leer másQue Elisa tuviera una motivación cambiaba las reglas del juego, porque ahora todo era diferente, ahora todo tenía más sentido. Si Elisa tenía una motivación clara, como salvar la vida de alguien, podía llegar a entender, de alguna forma retorcida, todas sus acciones.El arriesgarse al venir al país donde más enemigos tenía para hacerme pasar por su cadáver era algo que no comprendía, que me parecía aberrante y ridículo. Pero ahora, si lo pensaba detenidamente... Creo que tiene razón. Sigue siendo una locura, sigue siendo una psicópata, pero tiene un poco más de sentido.Aunque simplemente lo haga por hacerlo, Elisa ha estado muchísimos años involucrada en este mundo peligroso. Es obvio que está más que acostumbrada a tener que enfrentar los desafíos que conlleva, día a día, vivir en este tipo de organizaciones. Entonces, ¿por qué de repente querría cambiar de opinión? ¿Por qué de repente quería fingir su muerte? ¿Para qué? ¿Para estar escondida? ¿Para hacer sus fechorías con menos pro
El oso estaba ahí nomás. Solo bastaba estirar una de sus garras y, con ella, destrozar el cuerpo de Elisa. Yo ni siquiera pude gritarle que corriera o que hiciera algo. Al parecer, era demasiado tarde. El fuerte instinto territorial del oso lo llevaba hasta el límite y nosotras no teníamos ninguna otra opción. Al menos yo había logrado cruzar, pero Elisa seguía ahí, paralizada.Y entonces, en un acto prácticamente puramente instintivo o divino, saltó hacia el frente y sus pies se posaron sobre la guadua un segundo antes de que las garras del oso le arrancaran la carne de los huesos. Comenzó a caminar hacia mí. — ¡Yo estoy bien! — mi mano se extendió hacia ella para que llegara conmigo, pero aún la separaban unos cuantos metros.El oso apoyó con fuerza una de sus manos en la guadua y la hizo temblar lo suficiente como para que Elisa perdiera el equilibrio y sus pies se deslizaran sobre la húmeda superficie. La mujer cayó sobre la guadua mientras lanzaba un fuerte grito de terror.El o
Corrí con tanta fuerza que la sangre subió a mi cabeza, me produjo un fuerte mareo. — No te muevas — me advirtió Elisa.El oso nos observó por unos segundos. Tuve la esperanza de que simplemente nos mirara con curiosidad y se marchara, pero entonces lanzó un fuerte gruñido, como si nuestra presencia lo molestara sobremanera. Seguramente así era. Seguramente nuestra presencia lo alteraba más que la suya a nosotras, pero de todas formas teníamos todas las de perder. No sabía exactamente qué era lo que tenía que hacer. En el bosque que rodeaba el orfanato no había osos y, a pesar de que la distancia que nos separaba no era mucha, nunca había tenido que toparme con una emergencia como esa. — ¿Qué hago? — le pregunté a Elisa.Según había visto en los documentales, tenía que fingir estar muerta. Eso sí, tenía que lanzarme al suelo y fingir que estaba muerta, y así el oso perdería el interés. Pero estaba tan paralizada que no pude hacer nada. En ese momento, el oso gruñó nuevamente hacia n
La guadua era lo suficientemente resistente. Lo tomé con las manos temblorosas; venía con todo el cuerpo dolorido y cansado, pero tal vez era una buena oportunidad. Tal vez salvar la vida de Elizabeth quisiera cambiar de opinión. Tal vez pudiera darle otra oportunidad para que ella me diera otra oportunidad.Cuando estiré la guadua hacia ella, la madera quedó atorada completamente entre dos piedras: una de la orilla y otra a un metro de donde Elisa estaba agarrando para no caer por la corriente. Cuando sus ojos se clavaron en los míos, me miró con una extraña mezcla de emociones. Vio su salvación ahí, pendiendo de solo un salto, y pude ver el orgullo en su mirada, el orgullo que le indicaba que era yo la que le estaba salvando la vida. Seguramente prefería morir antes que yo le ayudara, y yo me quedé ahí, de pie, esperando.Tal vez era tan arrogante como para tomar esa decisión. Pero, justo como yo lo había imaginado, la vida pesaba de todas las formas posibles, y Elisa no tuvo más re
El golpe contra el agua nunca era como uno imaginaba. A bajas alturas, se entraba perfectamente; era cómodo, divertido. Pero a una altura considerable, a tanta velocidad, nuestros cuerpos chocaron contra el agua como si fuese cemento.El golpe me arrancó el aire. Cuando me sumergí en el agua, inmediatamente la corriente me arrastró. Mis pies chocaron el fondo del pequeño lago y me impulsé hacia arriba para tratar de nadar y recuperar el aliento. Cuando saqué mi cabeza, respiré profundo. Pude ver en la orilla del acantilado a los hombres de Elisa, que no sabían qué hacer. Era demasiado alto como para intentar saltar.A mi lado, Elisa emergió con un gran suspiro. Se veía asustada, sus ojos abiertos. Parecía que en serio no había esperado en ningún momento que yo hiciera tal osadía. De todas formas, comenzó a nadar hacia mí.Escuché que me dijo algo, pero no podía oírla. Tenía agua en los oídos, así que yo nadé en dirección contraria. Pero eventualmente la corriente comenzó a arrastrarno
Lo único que podía asegurar de mi situación actual era que la seguridad del Estado no era la mejor. Seguramente, tal como ya lo habíamos sospechado en otras ocasiones, Elisa ganaba su reputación por los hechos que la habían llevado hasta donde estaba, y era eso mismo lo que la mantenía en ese estatus de intocable, con un poder absoluto. Pero nosotros ya habíamos comprobado una y otra vez que tal vez era más descuidada de lo que aparentaba, que quizás tenía menos poder del que aseguraba. Y ahora yo lo había comprobado completamente.Los hombres que custodiaban la casa eran relativamente pocos. Cuando salté de la piscina y corrí hacia el bosque, pude ver cómo apenas un par abandonaban su lugar para correr detrás de mí. Eran muy pocos, menos de los que se supone que debería tener una de las piezas más poderosas del mundo, sin importar el lugar donde estuviera escondida. Incluso nosotros contábamos con el doble de seguridad. Aun así, de reojo, vi cómo dos de los hombres venían tras de mí.
No sabía en qué momento Elisa haría el dichoso sacrificio. No sabía cómo utilizaría mi muerte para poder librarse de todos sus enemigos. Lo único que sabía era que tenía que escapar de ahí lo antes posible, tenía que encontrar la forma de liberarme de ella antes de que lo hiciera.Sabía que Nicolás estaba vivo, yo lo sabía. Eran mentiras de esa mujer para atormentarme. Pero aunque sabía que Nicolás estuviera vivo, las cosas eran muy complicadas para él. No tenía aliados, los hombres que le quedaban a cargo eran pocos después del atentado en la fábrica. Ni siquiera sabía qué tantos años podría llegar a tener, tal vez menos de los que tenía antes. Siendo así, rescatarme sería prácticamente imposible.Tenía que encontrar la forma de librarme yo sola de aquel encierro... de aquel secuestro.Pero ¿cómo lo haría?Hace mucho rato, esa mañana, observaba a través de la ventana. Por la ventana no podía bajar, era más que obvio que era imposible. Ni siquiera la pared tenía alguna especie de esca
Desperté con el corazón acelerado, con un fuerte dolor punzante en la parte de atrás de la cabeza. Cuando abrí los ojos, la luz de una linterna me apuntaba directo a la cara. — Está bien — dijo una voz — . Está despierto.No reconocí la voz de quien era, pero algo se me hacía familiar en ella. — Nicolás, ponte de pie. Tenemos que irnos de aquí — dijo la voz.Alguien me tomó por los hombros y me sacudió levemente para espabilarme, pero yo hubiese preferido quedarme ahí dormido. La realidad me golpeó de repente: recordé la explosión, el rostro enojado de Elisa, de aquella mujer que nos había hecho tanto daño. — Evangeline — pregunté — . ¿Dónde está Evangeline?Pero yo sabía muy bien dónde estaba. Nadie tenía que decirme más. Ella se la había llevado. Elisa se la había llevado, y cumpliría su promesa de asesinarla. Yo estaba seguro de eso. — Los escombros habían caído sobre tu cabeza — dijo el hombre que me estaba ayudando a ponerme de pie — . Pero aparte del mareo y la confusión que
Tuve miedo. No puedo negarlo. Era imposible no sentirme asustada ante el rencor y la rabia que podía ver a través de los ojos de Elisa. Podía percibirse el dolor que todo aquello le causaba, la rabia y el miedo que había acumulado a lo largo de tantos años de estar en la misma situación. — Es lo que has hecho siempre — le dije, sin suplicarle. Tal vez debía haberle suplicado, pero yo sabía que aquello no serviría de nada. Una mujer tan fría y calculadora no cambiaría de opinión por unas lágrimas o ruegos.Ella me observó como si no entendiera muy bien a qué me refería. — Siempre has usado a las personas que te rodean para tu beneficio. Como una psicópata. Fue lo que le faltó a tu abuela. Su mente estaba perdida en el pasado, pensaba que eras una niña, luego una adolescente. Qué bueno que no recordaba el monstruo en el que te convertiste.Elisa me dio una bofetada. No tuve tiempo de esquivarla, de hacer algo. El golpe en mi mejilla resonó por la habitación. — Ella está muerta. Está