177.

En efecto, Nicolás estaba muchísimo más pálido de lo que imaginé. Cuando entré a la habitación, casi ni pude reconocerlo, y aquello me asustó. Me balanceé sobre él y sus ojos oscuros se clavaron en los míos. Extendió sus manos hacia mí, pero se veía tan débil que tuve miedo de lastimarlo. De todas formas, me dejé abrazar por él.

— Estoy bien — me dijo en cuanto logré apartarme un poco y lo miré a la cara — . Estoy bien. Te lo prometo.

Me habían obligado a ponerme un ridículo traje azul con un tapabocas. Quería abrazarlo, quería sentir su piel y besarlo.

— Lo siento... de verdad siento todo esto.

Él me acarició despacio la mejilla con sus pálidos y fríos dedos.

— No sé por qué me pides disculpas. Esto no es tu culpa.

— Claro que lo es. Lo es porque fui yo la que inició esto.

— Ya no importa — me dijo — . En serio, créeme cuando te digo que esto ya no importa. Lo importante es que sobrevivimos.

Aún no le había dicho: "Elisa está viva". Pero yo no quería abrumarlo cuando apenas habí
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