Katsumi y Yoshi son una feliz pareja de casados. Ahogado por las carencias económicas, Yoshi comete un grave error; robarle a Adrcik Mykolaiv, un millonario ruso para el que trabaja. En vez de enviarlo a prisión, su jefe le hace una inesperada propuesta. Pero no es una decisión que Yoshi pueda tomar solo, Katsumi tendrá que aprobarlo. Si se niegan, Yoshi irá a prisión; si aceptan, su matrimonio estará en riesgo.
Leer másJames bajó del auto, el estacionamiento subterráneo estaba un poco oscuro, eso no era habitual. Echó una mirada furtiva que le bastó para confirmar que se había un par de lámparas fluorescentes que no estaban encendidas. Miró a su alrededor, no sabía por qué lo hacía, después de todo, no hacía nada malo, solo visitaba a una amiga, ingresó al edificio y mientras subía en el ascensor, hurgó en los bolsillos de su pantalón, no recordaba en dónde había guardado la llave que Jasper le había dado.Sintió las puntas metálicas hincarle las yemas de los dedos y sacó el objeto punzante de su bolsillo izquierdo; un llavero en forma de estrella dorada, era de un metal pesado que lucía avejentado, de él colgaban un par de llaves, una de la oficina de Anya y la otra del departamento en el que ella vivía con Katherina. Cuando estuvo a punto de meterla en el ojo de la cerradura.—Disculpe —escuchó una voz femenina a su espalda —¿qué hace usted aquí? —el tono no era muy amable, se dio media vuelta des
Buscando a AnyaKatherina salió del baño acomodándose los tirantes del vestido, las lágrimas le quemaban las mejillas con un suave cosquilleo al descender desde sus ojos hasta el cuello. Eran lágrimas negras, esa noche llevaba un delineado grueso en el contorno de los ojos que acabó arruinándose.Se quedó un instante con la espalda pegada a la puerta del baño, hasta que recordó que Mía y su esposo seguían ahí dentro y que no tardarían en salir. Lo que acababa de ocurrir ahí adentro, le había abierto los ojos por completo con respecto a Mía y había dejado a Katherina con el corazón muchísimo más roto y confundido de lo que ya estaba. Amaba el lado pervertido de Mía, pero aquello ya rayaba en lo asqueroso y era algo en lo que Katherina no estaba dispuesta a participar. Le ofendía el hecho de que Mía hubiera intentado persuadirla de hacer eso.Caminó por el corredor mirando al suelo en un intento de ocultar su rostro tiznado de las personas que caminaban hacia los sanitarios.El vestíbulo
Bratt dio un paso atrás y Katsumi se apresuró a dar un paso al frente y cerró la puerta tras de sí. Miró algo de reproche en la mirada de Anya, o tal vez eran cosas que su consciencia la hacía imaginar.—Me alegra verte —dijo con un hilo de voz, en realidad se alegraba de ver a Anya, pero la verdad era que había llegado en el peor de los momentos. Tenía suficientes cosas que atender como para tener que lidiar con la problemática vida de su hijastra. Se sintió terrible por pensar eso —¿qué te ha pasado? —la miró de pies a cabeza con ojos entrecerrado y gesto crítico —¡VAYA! —dijo sin pensarlo cuando reparó en la barriga. Todavía estaba hecha un manojo de nervios por la posibilidad de ser descubierta por Anya y no había notado el estado deplorable en el que se encontraba la pobre chica, pero la mayor sorpresa fue su redonda barriga, Anya se había embarazado. Katsumi de inmediato pensó en la reacción de Adrick —¿estás bien? —preguntó por preguntar para no decir nada referente al evidente
Anya notó la ausencia de Katherina, de Mía y de Jame en la mesa de ejecutivos.—Tengo que ir al baño —susurró al oído de Jasper quien asintió con la cabezaEn vez de ir al baño, Anya salió al estacionamiento, sacó una caja de cigarros de su pequeño bolso dorado, la había comprado hacía un par de semanas, pero había resistido la tentación de fumar uno. Sacó un cigarro y lo puso entre sus labios. Después de unos segundos cerró los ojos y dejó salir un suspiro, no llevaba encendedor, devolvió el cigarro y la caja a su bolso, se subió al auto y condujo sin saber a dónde.Después de un par de horas, su teléfono no paraba de sonar. No atendió las llamadas. Suponía que era Katherina la que la llamaba sin parar, no se atrevió a mirar la pantalla de su teléfono.Lloraba a mares, apretaba el volante muy fuerte con ambas manos, había salido de la ciudad y la carretera por la que conducía estaba desolada y oscura. El corazón se le había arrugado dentro del pecho hasta volverse nada, un vacío inm
Katherina ignoró a Mía y aceleró el paso.—Te dije que no debería trabajar estando embarazada —la voz de Mía llegó a Katherina desde atrás, ella no se detuvo, aunque descubrir que Mía tenía una linda “familia feliz” la había herido, en ese momento curiosamente, solo quería estar con Anya y saber si se encontraba bien.El asunto no pasó a mayores “ una subida de tensión” dijo el médico, no era algo grave, al menos si no se volvía frecuente. Anya estuvo relajándose en la enfermería durante un par de horas y luego pudieron irse a casa o al menos, eso hubiesen querido, el evento navideño continuaba en marcha y Katherina era la responsable, no podía solo marcharse. Anya se sentó en la mesa junto a varios empleados, entre ellos; Jasper. Mientras que Katherina, fue invitada a sentarse en una gran mesa rectangular en la que estaban varios ejecutivos importantes y sus familias, para su pesar, estaba sentada al lado de Mía.Mía metió su mano por debajo del mantel y luego debajo del vestido negr
Katherina reconoció al hombre en la oficina de Anya. Era al mismo al que había visto en el hospital. Su rostro era muy difícil de olvidar. Se veía tan intimidante como en aquel entonces, la vio de la misma forma que lo había hecho antes.—¿Quién es? —le preguntó a Anya que estaba casi arrinconada en una esquina, detrás de su escritorio. Parecía estar ida, dispersa.Katherina frunció el ceño y achicó la mirada. Se acercó para poder verle las pupilas, vivía con el temor constante de que Anya recayera en su vicio y estaba teniendo un comportamiento sospechoso. Se había vuelto una experta en signos y síntomas típicos de los consumidores y de las recaídas, cada que podía buscaba información al respecto en internet, incluso había comprado un par de libros que hablaban el tema.—No lo sé —dijo Anya después de un rato, como si volviera en sí —se sentó frente a su escritorio —ha...ha entrado por equivocación —agregó y era obvio que aquella era una mentira recién inventada —buscaba la oficina d
Katherina reconoció al hombre en la oficina de Anya. Era al mismo al que había visto en el hospital. Su rostro era muy difícil de olvidar. Se veía tan intimidante como en aquel entonces, la vio de la misma forma que lo había hecho antes.—¿Quién es? —le preguntó a Anya que estaba casi arrinconada en una esquina, detrás de su escritorio. Parecía estar ida, dispersa.Katherina frunció el ceño y achicó la mirada. Se acercó para poder verle las pupilas, vivía con el temor constante de que Anya recayera en su vicio y estaba teniendo un comportamiento sospechoso. Se había vuelto una experta en signos y síntomas típicos de los consumidores y de las recaídas, cada que podía buscaba información al respecto en internet, incluso había comprado un par de libros que hablaban el tema.—No lo sé —dijo Anya después de un rato, como si volviera en sí —se sentó frente a su escritorio —ha...ha entrado por equivocación —agregó y era obvio que aquella era una mentira recién inventada —buscaba la oficina d
La semana que estuvo en el hospital fue un infierno para Anya, despertaba llorando a media noche cuando veía en sus sueños a James haciéndole daño a Katherina. Entonces la llamaba con la excusa de que no podía dormir, en realidad lo hacía para asegurarse de que estuviera bien. Hablaban durante un par de horas y así lograba conciliar el sueño. El enojo por la discusión les había durado poco. Jasper se comportó mejor de lo que cualquiera hubiese esperado de él. Era adicto, e igual que Anya, intentaba dejarlo, debía tener sus propios problemas, sus propias luchas internas y sus propios demonios que enfrentar, aun así, fue al hospital cada mañana durante los siete días que Anya estuvo internada.Jasper se comportó mejor de lo que cualquiera hubiese esperado de él. Era adicto, e igual que Anya, intentaba dejarlo, debía tener sus propios problemas, sus propias luchas internas y sus propios demonios que enfrentar, aun así, fue al hospital cada mañana durante los siete días que Anya estuvo i
—La rubia acaba de marcharse —dijo James al teléfono, el olor a enfermos le estaba por provocar el vómito.—¿te vio? —preguntó la mujer con la que hablaba—Sí, pero no importa. Ella no me conoce. Tal vez Anya le ha hablado de mí. Pero me vio durante unos cuantos segundos, me prestó muchísima atención, creo que le gustó lo que vio.—¡Imbécil! —dijo la mujer—¡Vamos! Cariño, no te pongas celosa. Sabes que tengo de sobra para todas —James se levantó de su asiento, caminó por el corredor — puedo darle a probar un poco de mi verga, te aseguro que cambiará de opinión respecto a sus preferencias.—Puedes meter tu verga de anciano donde desees menos en Katherina, ella es mía. Ahora ve por tu chica y no te demores, Rob nos espera en casa para cenar.—Bah...sabes que no nos espera, nos detesta cómo cualquier adolescente detesta a sus padres.—Sí, como sea, nos vemos a las seis en casa. Chau, diviértete con tu puta—¡Oye! ¿Has pensado en lo que te dije? —James se mordió los labios y el silencio