CAPÍTULO 2

Esa noche Katsumi esperó a Yoshi con ansias, le preparó su cena favorita. De camino a casa había comprado un vino que se salía por mucho del presupuesto de gastos para el mes, pero «¡Qué demonios!» pensó, «Podré comprar uno de estos cuando quiera» se dijo así misma mientras levantaba la botella delante de ella  para poder admirarla.

El sonido de la puerta abriéndose le advirtió que Yoshi había llegado

—Mmmm…¡Qué rico huele! —exclamó Yoshi exagerando su emoción mientras se aflojaba la corbata y tiraba su traje en el sofá

—¡Tengo el trabajo! —Katsumi dio un grito y aceleró sus pasos hacia Yoshi

—¡Te lo dije! ¡Sabía que lo impresionarías! —Yoshi abrazó a Katsumi y le dio un beso tierno en los labios, ella puso su mano en la nuca de Yoshi impidiéndole que se alejara, lo besó con pasión.

—Me he dejado el uniforme, por si te apetecía jugar a la enfermera —le susurró al oído

Yoshi alejó sus labios de los de Katsumi y empezó a besarle el cuello, deslizó sus manos por debajo de la tela blanca y le apretó el culo.

 Katsumi gimió excitada por el suave tacto de la piel de su esposo. Recorrió la espalda de Yoshi con sus manos. El era de complexión delgada, pero su cuerpo era torneado y bien definido.

—¡Oh por Dios! ¡Al menos podrían avisar que estarán  haciendo guarradas en plena sala! —se quejó Akari al ver la escena

Katsumi se alejó de Yoshi de un brinco y se alisó el uniforme con las palmas de las manos, sus mejillas se enrojecieron.

—Ni si quiera sabíamos que estabas aquí, se supone que pasarías el día en casa de Sophia, no regresarías hasta mañana.

—Olivia —aclaró Akari mientras les pasaba por el lado a Katsumi y Yoshi en dirección a la cocina. Katsumi puso los ojos en blanco

—Sophia, Olivia, la reina de Inglaterra, da igual; se supone que no estarías —Katsumi siguió a Akari, y Yoshi las siguió a ambas.

—Olivia me ha llamado para decirme que hoy no podía —explicó Akari mientras se sentaba a la mesa que Katsumi había preparado con esmero para dos

—Ni siquiera noté que estabas en casa

—Me he quedado dormida todo el día

—Hum…¡Qué raro!

—¡Mmmm! Mochi, Takoyaki,  Okonomiyakisi, ¡has preparado todo un banquete! ¿A qué hora llegan los invitados? —Yoshi interrumpió con atino lo que sin duda, estaba por convertirse en una discusión, se llevó a la boca un mochi.

 Katsume le lanzó una reprimenda con la mirada. Él se alejó de la mesa y se lavó las manos en la pila.    Katsumi colocó otro plato y los tres cenaron en silencio

Katsumi y Yoshi tenían mucho en común, ambos provenían de familias de inmigrantes japoneses. De niños habían tenido que comportarse de una forma en casa y de otra muy diferente cuando salían. Hablar un idioma con su familia y otro con sus amigos, comer con palillos o con tenedor, saludar con reverencia o agitando la mano. Para Katsumi, era como llevar una doble vida. Vivía dos vidas y en ninguna podía ser ella por completo. La única persona con quien podía ser autentica era Yoshi, cuando se conocieron, ambos tenías seis años e iban a la escuela primaria. Se hicieron inseparables.  

Crecieron juntos y al llegar la pubertad la sólida amistad se convirtió en algo más, pasó lo que todos ya habían pronosticado; se enamoraron.

Yoshi no solo fue ese lugar donde Katsumi podía ser ella misma, también fue ese compañero con el que experimentó nuevas etapas, que la hizo descubrir en su cuerpo sensaciones desconocidas. Para Katsumi, Yoshi fue inocencia, juegos y risas. También fue curiosidad, impulso y deseo. Yoshi fue su mundo y lo seguía siendo.

Katsumi se fue a la cama. Jugar a la enfermera y el paciente con su marido ya no le parecía buena idea; el departamento contaba con una sola habitación que había sido remodelada hacía un par de meses, cuando la hermana menor de Yoshi; Akari, tuvo que irse a vivir con ellos. El mínimo ruido se transfería de un lado al otro de la pieza, el sexo había pasado a ser un acto austero, salvo en las ocasiones que en que Akari pasaba la noche fuera, en casa de alguna amiga.

Al cerrar los ojos, Katsumi pensó en lo que se pondría al día siguiente para ir a trabajar, seguía preguntándose que tenía de malo su uniforme. La voz de Akari cantando a todo pulmón la perturbaba, le dio un par de golpes a la pared.

—Es tarde Akari, ya duérmete —Gritó.

Yoshi se movió debido al tropel y sus ronquidos se detuvieron, pero no despertó. Akari obedeció; dejó de cantar. Katsumi obtuvo el silencio que necesitaba y aun así le costó conciliar el sueño. Solía ser muy insegura, la idea de un nuevo trabajo le agitaba los nervios. Pero lo que le preocupaba, era su nuevo jefe y como la hacía sentir. El señor Mykolaiv la alteraba de una forma extraña. Era grosero y arrogante, y a pesar de ello a   Katsumi no le parecía desagradable, al contrario, sentía ansiedad por el próximo encuentro.

Katsumi solo descansó un par de horas. Cuando despertó, Yoshi aún dormía. Preparó el desayuno: tostadas con mermelada y café; lo más rápido que podía hacer. Tenía que concentrase en ella. Tomó una ducha caliente y duró una hora frente al espejo. Se puso labial rosa, el único que tenía, no solía usar maquillaje, salvo para ocasiones especiales.

 Se quitó el labial con el dorso la mano. Se cambió de ropa unas cuatro veces y terminó poniéndose la primera muda que se había probado. Recogió su cabello en un moño y recordó las palabras del señor Mykolaiv: Póngase lo que usa para ir a cualquier otro sitio, no acostumbraba a recoger su cabello, pero siempre llevaba un accesorio, de modo que se soltó el moño y se puso un cintillo adornado con pequeñas bolitas blancas nacarada que salpicaban una tela azul. Se miró al espejo y volvió a ponerse labial.

—¡Apúrate! llegaremos tarde. ¡No puedo llegar tarde! —Katsumi regañaba a Yoshi mientras este se vestía.

Cuando al fin estuvieron listos para salir, Katsumi sentía que llevaba horas esperando por Yoshi, estaba irritada y durante todo el viaje en auto no hizo más que quejarse. Yoshi la escuchaba en silencio, la miró de reojo y en sus labios se dibujó una sonrisa boba.

—Te ves hermosa…

—Cuando te enojas —Katsumi completó la frase de Yoshi —lo sé, siempre lo dices.

Yoshi aprovechó un alto de semáforo para contemplar a su esposa y Katsumi se sintió mejor con la mirada dulce de su compañero posada sobre ella.

Yoshi era tremendamente guapo; tenía un rostro pequeño, su tez blanca y facciones delicadas le daban un aura tierna. El rasgo de Yoshi más adorado por Katsumi eran sus ojos que, aunque un poco rasgados eran grandes, y de un tono negro muy oscuro. Eran fascinantes.

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