Buscando a AnyaKatherina salió del baño acomodándose los tirantes del vestido, las lágrimas le quemaban las mejillas con un suave cosquilleo al descender desde sus ojos hasta el cuello. Eran lágrimas negras, esa noche llevaba un delineado grueso en el contorno de los ojos que acabó arruinándose.Se quedó un instante con la espalda pegada a la puerta del baño, hasta que recordó que Mía y su esposo seguían ahí dentro y que no tardarían en salir. Lo que acababa de ocurrir ahí adentro, le había abierto los ojos por completo con respecto a Mía y había dejado a Katherina con el corazón muchísimo más roto y confundido de lo que ya estaba. Amaba el lado pervertido de Mía, pero aquello ya rayaba en lo asqueroso y era algo en lo que Katherina no estaba dispuesta a participar. Le ofendía el hecho de que Mía hubiera intentado persuadirla de hacer eso.Caminó por el corredor mirando al suelo en un intento de ocultar su rostro tiznado de las personas que caminaban hacia los sanitarios.El vestíbulo
James bajó del auto, el estacionamiento subterráneo estaba un poco oscuro, eso no era habitual. Echó una mirada furtiva que le bastó para confirmar que se había un par de lámparas fluorescentes que no estaban encendidas. Miró a su alrededor, no sabía por qué lo hacía, después de todo, no hacía nada malo, solo visitaba a una amiga, ingresó al edificio y mientras subía en el ascensor, hurgó en los bolsillos de su pantalón, no recordaba en dónde había guardado la llave que Jasper le había dado.Sintió las puntas metálicas hincarle las yemas de los dedos y sacó el objeto punzante de su bolsillo izquierdo; un llavero en forma de estrella dorada, era de un metal pesado que lucía avejentado, de él colgaban un par de llaves, una de la oficina de Anya y la otra del departamento en el que ella vivía con Katherina. Cuando estuvo a punto de meterla en el ojo de la cerradura.—Disculpe —escuchó una voz femenina a su espalda —¿qué hace usted aquí? —el tono no era muy amable, se dio media vuelta des
RÓLOGO Sé que desaparecí sin decir nada y eso no estuvo bien, pero ustedes me llevaron a hacerlo, me pusieron en las peores situaciones en que una mujer o cualquier persona puede estar, por mi paz y salud mental, tuve que alejarme. Pero no te escribo para justificar mis actos, deberías ser tú el que tratara de justificar los suyos, solo quería decirte que que hace un tiempo que llegaron los resultados. Tengo el sobre asido en mi pecho mientras escribo estas líneas; no había tenido la fortaleza para abrirlo, pero creo que ya es momento. Lo único que necesito escuchar de ti, de ambos, es que, dejarán a un lado sus malditos egos y pensarán en el bienestar de todos. Katsumi
Esa noche Katsumi esperó a Yoshi con ansias, le preparó su cena favorita. De camino a casa había comprado un vino que se salía por mucho del presupuesto de gastos para el mes, pero «¡Qué demonios!» pensó, «Podré comprar uno de estos cuando quiera» se dijo así misma mientras levantaba la botella delante de ella para poder admirarla. El sonido de la puerta abriéndose le advirtió que Yoshi había llegado —Mmmm…¡Qué rico huele! —exclamó Yoshi exagerando su emoción mientras se aflojaba la corbata y tiraba su traje en el sofá —¡Tengo el trabajo! —Katsumi dio un grito y aceleró sus pasos hacia Yoshi —¡Te lo dije! ¡Sabía que lo impresionarías! —Yoshi abrazó a Katsumi y le dio un beso tierno en los labios, ella puso su mano en la nuca de Yoshi impidiéndole que se alejara, lo besó con pasión. —Me he dejado el uniforme, por
Llegaron a la mansión Mykolaiv, Y Katsumi sintió que el aire le faltaba. Mientras esperaban a que el portón eléctrico se abriera ante ellos, Yoshi se enfundó unos guantes blancos que eran parte de su uniforme de chofer. Katsumi respiró profundo al verse parada por segunda vez frente a la imponente edificación. Era una casa con la que no podía ni soñar; una enorme mansión con tejado de estilo pizarra y balcones grandes. Miró atrás y se despidió de Yoshi agitando la mano, él le devolvió el gesto. Katsumi se había bajado del auto con tanta prisa, que no se habían despedido como se debía. Contó ocho escalones hasta la puerta de madera que se abrió antes de que pudiera atinarle un golpe. —Adelante señora Kimura. Mi nombre es Fedora y le daré algunas indicaciones —se trataba de la misma mujer de pelo encanecido que ya ha
Katsumi se alejó de inmediato y empezó a recoger lo que estaba tirado en el piso. Limpió y ordenó todo el lugar mientras el señor Mykolaiv reposaba con los ojos cerrados.—Estaré en el despacho estudiando su historial médico—¿y eso debería importarme porque..?Katsumi achicó la mirada, no comprendía como podía ser tan grosero después de lo amable que ella había sido con él. Cerró los ojos un momento, como si tratara de recuperar la compostura antes de hablar—Solo se lo decía por si necesitaba algo —dijo con voz trémula y salió de la habitación.A Katsumi le hervía la sangre, estaba enojada y a la vez, frustrada, quería que el señor Mykolaiv la tratara diferente. Su trabajo era una maravilla, excepto por la insolencia de su jefe. Cogió el m&oacu
—Está bien. Pero solo lo hago por ella. Quería pasar unos días contigo y ya sabes que no me gusta cómo se pone.—¿Necesitas unos días libres?—¡Maldición Adrick! ¿La he traído y me atacas?—Sí, estoy seguro de que la traes sin ningún interés—La traigo porque ella ha querido venir a verte. Pero la verdad aprovecharé para viajar unos días —Adrick Mykolaiv puso los ojos en blanco.— Después de tanto tiempo rogándote para que me dejaras ver a mi hija apareces así, de la nada, diciéndome que la traes porque no soportas verla triste; por supuesto que necesitas que la cuide mientras tú te das una escapada.—Por qué la he traído, no debería importarte Adrick. La he traído y ya está —el teléfono de Carlot
—Por supuesto que irá Yoshi —dijo Mykolaiv con naturalidad— si no ¿Quién conduciría? —Me refería a que… —Sí, entiendo Katsumi —Mykolaiv le interrumpió—Entonces será el domingo, no se hable más Mykolaiv puso unos cuantos billetes sobre la mesa sin molestarse en pedir la cuenta. Luego tomo su teléfono y lo manipuló por unos segundos. En pocos minutos Yoshi apareció, se acercó a la silla del señor Mykolaiv y los llevó hacia el auto. Anya se levantó enseguida y siguió a Yoshi dejando sobre la mesa la mitad de su comida. Katsumi no había alcanzado a darle más de dos mordiscos a su hamburguesa y no pensaba dejarla ahí tirada; la envolvió en servilletas y la guardó en su bolso. El trayecto de regreso se le hizo eterno. —Yoshi, lleve a la señora Kimura a su casa —ordenó Mykolaiv mientras Yoshi lo bajaba del auto. —Adiós Katsumi —gritó Anya alejándose del auto. Katsumi le dispensó una sonrisa forzada. —¿Y q