La anestesia aún no había hecho efecto, a pesar de que mi cuerpo se sentía más relajado, pero yo tenía que aprovechar aquella distracción de alguna forma.
El policía había derramado alcohol en el suelo y, por eso, el incendio se había propagado en solo un segundo.
No solo la cortina, el techo, que estaba cubierto por una capa de madera, comenzó a arder.
El doctor dejó el artefacto con el que pretendía sacar a mi hijo y gritó aterrorizado:
—¡Traigan algo para apagar ese fuego!
La enfermera, que estaba ahí atendiendo el aborto, tuvo tanta impresión que se desmayó en ese momento, cayendo en el suelo como un costal de papas.
Yo aproveché la distracción. Con mi pie libre golpeé las correas del otro y comencé a liberarme del agarre.
Empecé a mover las manos en varias direcciones hasta que logré desatarme.
Cuando al fin lo hice, me volteé de lado y caí con fuerza al suelo. Mis rodillas se rasparon.
El incendio ya era imparable. Sentí el fuerte calor de las llamas que abrasaban el techo.
—¿A dónde crees que vas? —me gritó el policía.
Me sujetó desde atrás, pero yo lo empujé.
El hombre perdió el equilibrio y cayó entre el fuego de la cortina, comenzando a gritar.
yo tenía que aprovechar ese momento que me estaba brindando la vida.
Contra el poder de los Montalvo no podría pelear y mis fuerzas se irían en minutos, así que tenía que actuar rápido. Ya no había marcha atrás.
Me quité el collar con mi identificación y lo lancé al suelo junto a la enfermera. Entonces, salí corriendo de la habitación.
El caos había inundado la cárcel. Justo el área donde estaba el hospital había sido construida con madera vieja y antigua, y toda esa ala comenzó a incendiarse.
El humo se distribuyó por los corredores y empezó a ahogar a las demás prisioneras.
Prácticamente me arrastré.
La anestesia comenzaba a hacer efecto, pero tenía que aprovechar el momento.
Caminé descalza por los corredores. Entonces, las puertas se abrieron.
Seguramente los policías las habían abierto para que las prisioneras no murieran asfixiadas por el humo.
Todas salieron.
Los policías golpearon a algunas rebeldes que querían tomar direcciones opuestas.
Todas fueron enviadas al patio, pero yo me metí en la cocina antes de que me vieran, antes de que notaran que iba en otra dirección.
La suerte mareó mi cometido y me guió, encontré mi salida. Humillada y mareada, caminé hacia el ducto de la basura. Ni siquiera lo pensé dos veces.
Comencé a introducirme en él y salté. Sentí el vacío de la caída, el metal raspando mi cuerpo, y luego el fuerte golpe contra la basura.
Tuve mucha suerte esa noche, tanta como el destino nunca me había dado.
Aterricé en el camión de la basura que estaba listo para salir. El motor se encendió y las puertas se cerraron. El camión dejó la prisión.
Antes de perder el conocimiento por completo, le di una última mirada a la cárcel en llamas.
El fuego se había propagado como un virus, los gritos inundaban el lugar, y yo no pude hacer nada más porque perdí el conocimiento.
—Abuela... ¿Por qué resultó así? ¿Por qué? ¿Evangeline es realmente tu asesina?Sostuve la única foto que tenía con la abuela, frotando el pulgar contra la chica sonriente que me sujetaba del brazo.Mientras se conformara con ser una esposa elegante, mientras no me pidiera amor y no fuera tan codiciosa, podríamos seguir juntos el resto de nuestras vidas.Pero, por el contrario, ella quería demasiado.Miré fijamente los ojos amables de mi abuela, ¿nos habíamos equivocado todos con ella?Mi mente la recuerda desplomada en el cementerio, tan consumida, tan frágil.Parecía haber emociones muy complejas en sus ojos que yo no podía leer, todo lo que sabía era que estaba cegado por el odio y la ira.Ni siquiera le di la oportunidad de explicarse.Un repentino golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos y coloqué la foto boca abajo en un cajón.—Señor, hay una visita de los policías —El mayordomo bajó la cabeza y dijo respetuosamente.Tuve una repentina sensación de inquietud en el corazó
Creí que había muerto. Me despertó mi corazón latiendo con fuerza en los oídos. Abrí los ojos y la oscuridad me golpeó la cara. Me sentía turbada y mareada; la anestesia me había dejado inconsciente por muchas horas. El sol ya había salido alto. Traté de incorporarme, pero no pude. Era como si mi cuerpo comenzara a responder apenas poco a poco, y me tardé al menos media hora en lograr ponerme de pie entre la basura. El camión me había dejado en la zona de relleno. Seguramente ni siquiera se habían percatado de que llevaban a una mujer ahí, con el corazón aún latiendo con fuerza. Me llevé la mano al vientre, preguntándome por mi bebé. Hacía unas dos semanas había tenido un mareo repentino con fuertes náuseas, y después de ir a la farmacia y usar varias pruebas de embarazo, comprobé que era verdad: estaba embarazada. Pero no había encontrado el momento para decírselo a Nicolás. Él estaba poco en casa, y cuando estaba conmigo, hablaba realmente poco. Podía notar cómo en la no
La siguiente vez que desperté fue diferente. Esta vez, alrededor no había basura ni olores fuertes. Me rodeaba una tibia sábana y estaba acostada sobre un colchón mullido. Me sentí extrañamente en paz y, aunque había despertado, no quise abrir los ojos siquiera. Quería quedarme ahí, en medio de esa paz que me brindaba la oscuridad y la inconsciencia. Tal vez haber muerto en realidad era lo mejor que pudo haberme pasado, porque en el momento en el que abriera los ojos sabía que tendría que regresar a esa dura realidad. La realidad en la que supuestamente era una asesina, una desfalcadora. Me meterían en la cárcel por el resto de mi vida. ¿Qué sería de mi hijo? Probablemente mi suegra intentaría que lo abortara otra vez. No podía regresar. Tenía que escapar, tenía que esconderme. Cuando abrí los ojos, me encontré en un hospital. La luz blanca de la lámpara me mostró una habitación grande y ordenada. Cuando intenté moverme, una fuerte mano estaba afianzada a la mía. Por un mom
La noticia de mi muerte se esparció como pólvora por toda la ciudad, por todo el país. Esa misma madrugada, todos los periódicos y noticieros tenían mi cara en su primera página. **"Esposa acusada del asesinato de la matriarca de la familia Montalvo y acusada de desfalco, Evangeline Leroy, murió en un incendio esta madrugada en la cárcel de mujeres de máxima seguridad"** Era la noticia que rondaba el momento. Todos hablaban de eso. Pero no había nada inusual en la sala en la que estaba.Tenía médicos y enfermeras especialmente equipados y profesionales que no hablaban de cotilleos en absoluto.Como dijo mi amiga, estaba bien protegido.Me llenaba de gratitud que me ayudaran tanto cuando era obvio que no estaban emparentados conmigo por sangre.Su tío, que era prácticamente un desconocido para mí y sin embargo decidió creerme, y mi marido...Suspiré, había estado intentando recordar la apariencia de su tío durante los últimos días, pero había sido un vago esbozo. El sonido de la
Es ella. Michelle, la hermana de mi esposo. —¿Qué? —exclamó mi amiga Estefanía y abrió la boca—. ¿Cómo pudo casarse con su propia hermana?—No son hermanos…Estaba a punto de abrir la boca pero Kevin me interrumpió, le miré sorprendida, era un secreto de familia, había sido bloqueado y no había forma de que nadie lo supiera. Incluso yo me enteré después de casarme con Nicolás.—Tu red de información es más grande de lo que pensaba —Bajé los ojos y susurré.—Cuando dije que te ayudaría, no eran sólo palabras vacías —Miré a sus ojos verdes esmeraldas, y había un indicio familiar de una emoción diferente en ellos que no quería admitir, y no tenía valor para pensar en ello.—Si es un secreto, ¿por qué no se hace público ahora? ¿O incluso para casarse? —preguntó Estefanía, tomando el periódico y lo comparó con la foto de la tienda de novias.Efectivamente, la cifras eran similares.Todos nos sumimos en profundos pensamientos y la sala quedó en un silencio inusual.Le quité la foto a mi
Yo me sentí intimidada por el hombre que entraba en estos momentos. Pero entonces Kevin extendió su mano hacia mí.—No tengas miedo, es uno de mis trabajadores. Nunca te delatará. Recuerda que aquí estás a salvo.Pero yo no estaba segura de aquellas palabras. Ante el poder de los Montalvo, nadie estaba a salvo. Yo, más que nadie, sabía el poder que tenían. Yo, más que nadie, sabía los negocios ilícitos ocultos que tenía la floristería más grande del país. Sabía que, si ellos quisieran, si por una minúscula razón llegaban a sospechar que yo estaba viva, me encontrarían. Y aquello me aterraba. Me aterraba profundamente.Así que apoyé mi mano en el vientre, como si así pudiera proteger a mis trillizos. Tres. Eran tres. Apenas había sido consciente de aquello. ¿Qué haría? ¿Cómo lograría mantener yo sola a tres pequeños bebés? Ni siquiera sabía si podía llegar a hacerlo conmigo misma. Ahora, tres.—Disculpen por interrumpir —dijo el hombre recién llegado—, pero creo que tienen que ver esto
Algo había en esa historia que a Kevin no le terminaba de encajar, algo más allá. Su instinto de abogado se lo decía, y eso lo hizo ponerse de pie esa mañana. Después de mostrarle el video a Evangeline, tuvo una extraña sensación de dolor cuando vio su rostro apretado y adolorido. El de la joven, cuando vio lo que las palabras de aquellas personas causaron a través de ese video, de esa maldita entrevista. Sintió rabia, y no entendió por qué. Hacía apenas unos días había conocido a esa muchacha. No entendía por qué tenía esa necesidad de protegerla constantemente, como si tuviera algún tipo de responsabilidad por ella, y aquello no lo comprendió.De todas formas, dejó que su instinto lo guiara. Había algo extraño y perturbante en todas aquellas situaciones. Así que se levantó muy temprano en la mañana y, después de haber movido sus influencias y sus contactos, encontró el orfanato de donde supuestamente venía Michelle. Era un lugar alejado de la ciudad, rodeado por altas montañas y un
Me sentía expuesto. Ese fue el primer sentimiento que me invadió cuando, sentado en la sala de juntas de la floristería, en el amplio televisor que había ahí apareció mi rostro en aquella ridícula entrevista. Sinceramente, me sentía extraño. Veía al hombre que estaba hablando frente a la cámara, pero no lo reconocía, como si no fuera yo, como si fuera otra persona la que pronunciaba aquellas palabras. Tuve que hacer un enorme esfuerzo para no apartar la mirada de la pantalla, de lo incómodo que me sentía en ese momento.Michelle, a mi lado, se veía extraordinariamente contenta, como si estuviese construida para eso. Nunca fui completamente consciente de los sentimientos que ella tenía por mí; al menos sabía que, aunque éramos hermanos adoptivos, ella no me veía como un hermano. Me veía como algo más. Pero había aprovechado aquella situación al máximo. Después de la muerte de la abuela, el juez había arribado a la casa con una instrucción muy clara en el testamento: para que yo sig