12.

Me sentía expuesto. Ese fue el primer sentimiento que me invadió cuando, sentado en la sala de juntas de la floristería, en el amplio televisor que había ahí apareció mi rostro en aquella ridícula entrevista.

Sinceramente, me sentía extraño. Veía al hombre que estaba hablando frente a la cámara, pero no lo reconocía, como si no fuera yo, como si fuera otra persona la que pronunciaba aquellas palabras.

Tuve que hacer un enorme esfuerzo para no apartar la mirada de la pantalla, de lo incómodo que me sentía en ese momento.

Michelle, a mi lado, se veía extraordinariamente contenta, como si estuviese construida para eso.

Nunca fui completamente consciente de los sentimientos que ella tenía por mí; al menos sabía que, aunque éramos hermanos adoptivos, ella no me veía como un hermano. Me veía como algo más. Pero había aprovechado aquella situación al máximo.

Después de la muerte de la abuela, el juez había arribado a la casa con una instrucción muy clara en el testamento: para que yo sig
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