14.

No sabía qué era lo que había sucedido, pero el corazón me latía con tanta fuerza que me impedía escuchar con claridad el parloteo de Michelle a mi lado en el auto.

Hablaba sobre algo, sobre su vestido de novia, sobre algo que a mí sinceramente me importaba en absoluto. Yo lo único que podía pensar en ese momento era que la había visto. Había visto a Evangeline, había visto su cabello ondear en el viento. Era ella, pero al mismo tiempo sabía que no lo era, que era imposible porque estaba muerta.

Yo mismo había sostenido en mi mano la medalla carbonizada que indicaba que su cuerpo había sido consumido por el fuego, la misma medalla que ahora colgaba de mi cuello por debajo de mi camisa. Pero entonces, ¿qué había sido aquello?

Tal vez simplemente un espectro que había venido del más allá para atormentarme, para culparme por todas sus desgracias. Porque, en efecto, yo era el culpable de todas sus desgracias. Porque me dejé llevar por la rabia y por el miedo, porque debí haberla escuc
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