16.

El dolor fue tan fuerte y tan punzante que me dejó paralizada, tan repentino. Según lo que yo había logrado leer en las revistas que había encontrado sobre los partos, normalmente siempre las contracciones comenzaban lentas, un pequeño dolor que aumentaba cada vez que la contracción llegaba.

No me imaginé que mi primera contracción sería tan dolorosa, menos tan riesgosa.

Estaba ahí, con la puerta abierta. Nicolás estaba frente a mí, separados únicamente por unos cinco metros, pero yo me quedé paralizada por el dolor, con la mano en el pomo de la puerta. Luis me vio por sobre el hombro de Nicolás. Él sabía muy bien todo lo que pasaba.

A cambio de una buena suma de dinero, el administrador del orfanato había decidido quedarse completamente en silencio. De todas formas, a él le convenía: yo hacía quehaceres y era la maestra de los niños.

Él sabía muy bien que Nicolás no podía verme y, entonces, chasqueó los dedos para que mi exesposo no mirara. Pude detallar un poco del perfil de su
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