En los diez años en los que estuve escondida, mi amiga Estefanía hizo muchas cosas. Inició su carrera universitaria sobre finanzas, pero luego, a la mitad, decidió renunciar para seguir su sueño de ser maquilladora profesional. Era algo de lo que siempre habíamos hablado, es algo que ella siempre me había comentado que quería hacer. Porque yo le aconsejé que podría ser ambas cosas, ella decidió dejarlo todo de todas formas y ahora era una de los mejores maquilladores que tenía el país. Cuando me observó frente al espejo, sonrió. — Sin duda, sigues siendo tan hermosa como siempre — me dijo. Llevábamos un par de meses sin vernos. Yo me encogí de hombros. — ¿Qué importa? Lo importante es si lo puedes o no lo puedes hacer. Ella se rió con sarcasmo. — ¿En serio crees que no podría hacerlo? Soy la persona indicada para esto. De todas formas, durante estos diez años has cambiado lo suficiente. No creo que Nicolás sea capaz de reconocerte. Pero prefiero asegurarme... ¿Es lo que quie
Cuando me miré en el espejo no me costó reconocerme. Realmente, Estefanía había hecho muy buen trabajo. El maquillaje era casual, prácticamente imperceptible, pero lo suficientemente efectivo para cambiar un poco mis facciones. — Has cambiado mucho durante estos años — me había dicho Estefanía — . El maquillaje no debe ser tan extravagante. De todas formas, Nicolás no te reconocerá. No reconocería ni a su propia madre si la tuviera enfrente, créeme. Siempre se ha preocupado más por sí mismo que por los demás. Así que no tienes de qué preocuparte. Supongo que no podré convencerte de que no lo hagas, ¿verdad? Yo negué. — Esta es la única oportunidad que tengo, Estefa, para poder limpiar mi nombre, para poder encontrar libertad. Si me meto en la vida de Nicolás fingiendo ser esta mujer, podría llegar a tener la confianza suficiente, no solo para salvar la vida de mi hijo, sino también para limpiar mi nombre. Tu tío Kevin lo ha intentado durante todos estos años, a pesar de que ha tr
El terror de que Alexander me hubiese reconocido me atrapó por la garganta como un insecto espinoso y amargo. Sentí el impulso de dar la vuelta y salir corriendo ahora que lo tenía frente a mí. A pesar de que habían pasado tantos años, seguía siendo tan él: con el gesto apretado, con su mirada que parecía perforar todo a su alrededor. No se sabía cuál de los dos estaba más paralizado en su sitio. **¿Me reconoció?**, pensé. Nicolás me había reconocido. Tenía que salir de ahí, tenía que salir de ahí en ese preciso instante, antes de que las cosas empeoraran. Pero algo me contuvo, algo me sostuvo fuertemente en ese lugar: mi hijo. Jason. Sabía que si yo no hacía aquello, probablemente moriría. Así que me armé de todo el valor que no tenía. Di un paso al frente, y luego otro, y otro. Cuando llegué a la mesa donde estaba Nicolás, estiré la mano. Él la estrechó, aunque por su cara se notaba que le sorprendía verme. — ¿Le sorprende verme? — le dije, sacando todos los dotes artísticos de
Me quedé ahí, observando la mano de Nicolás extendida hacia mí. ¿Cómo podía pedirme aquello? ¿Cómo podía pedirme que fuera a ver a su familia y a su empresa? Era ridículo, y me llenó el cuerpo de una inseguridad que no había sentido hasta ese momento. ¿Regresar a Floralvo? No, no sería capaz de atreverme a hacer tal hazaña, no hasta estar completamente preparada. Él seguía extendiendo su mano hacia mí. — No creo que sea lo correcto — le repetí. Pero él insistió. — Una vez que conozca la empresa y lo que hacemos, tendrá más deseos de invertir con nosotros. Tenía razón. Tarde o temprano tendría que hacerlo. Tarde o temprano tendría que enfrentar a toda la familia Montalvo. Era una buena oportunidad. Si Nicolás, que había sido mi esposo, que se había acostado conmigo, el hombre de quien me había enamorado, no me había reconocido, entonces podría averiguar si el resto de la familia tampoco lo haría. Si ninguno me reconocía, entonces mi plan saldría aún más perfecto. Era un riesgo m
Pude notar en los ojos de Michelle una muestra de reconocimiento. Tuve temor de que hubiera visto en mis ojos quién era yo y hubiera logrado reconocerme de alguna manera. Pude verlo en su rostro apretado. Abrió la boca para decir algo, pero vaciló. — ¿Quién es esta? — dijo después de un largo segundo. — Michelle, por favor — la regañó Nicolás — . Ella es Elisa Duque, la socia de la que te estuve hablando la semana pasada. Queremos hacer negocios para Europa. Michelle dio un paso hacia mí y yo traté de guardar la compostura. Extendí la mano hacia ella, y cuando la mujer estrechó la mía, ambas apretamos con muchísima fuerza. Su mano era fría y pegajosa, como la de una serpiente, como un reptil. — Se parece mucho a… — dijo Michelle, pero Nicolás la interrumpió. — Sí, ya se lo dije — comentó Nicolás, cortándola con rapidez. Al parecer, no quería que siquiera lo mencionara — . Pero es solo una casualidad. Elisa, te presento a mi esposa. Yo aproveché la oportunidad. Tenía que segu
Me quedé ahí, escuchando atentamente a Kevin, pero el hombre parecía que no encontraba las palabras para continuar. — Mejor vamos a un lugar más tranquilo. Esta empresa me produce escalofríos — le dije. Él asintió. — Tienes razón. Vamos a una cafetería. Llevas mucho tiempo sin estar en la ciudad. Mereces estar un rato agradable en un lugar bonito. Dicho esto, encendió el motor y aceleró. No pronunciamos ni una sola palabra en el transcurso hacia la cafetería. Yo sabía que él me contaría todo en su debido momento, aunque en ese instante me estaba muriendo de curiosidad. ¿Qué tenía que ver en esto mis hijos, su futuro, con mi venganza? La cafetería a la que me llevó Kevin era hermosa, alta, con techos hechos de paja, agradable. Pedí un té helado para mí, mientras Kevin se pidió un capuchino. — Ahora sí, ¿vas a explicarme de qué estábamos hablando? — le pregunté. Él suspiró profundo. — Por favor, no me vayas a odiar por esto. Pero tú dijiste que no querías saber nada de los M
e quedé ahí, prácticamente paralizada, mientras Kevin sostenía su celular al otro lado. Nicolás le habló, a pesar de que Kevin hizo todo lo posible para que yo no escuchara. Oí claramente lo que le decía: — ¿Estás ocupado esta mañana? — le preguntó. Kevin negó con la voz. — Perfecto. Necesito que vengas a la empresa lo antes posible. La mujer de la que te hablé ya llegó al país. Tuve mi primera cita hoy con ella, pero no la noto muy segura. Tú sabes muy bien que necesitamos, con urgencia, que las cosas con ella funcionen. — Entiendo — dijo Kevin, sonriendo de medio lado — . Entonces, ¿me involucrarás un poco más en esa área de la empresa? Todos estos años solamente me he dedicado a los asuntos legales. Nicolás se quedó en silencio un momento. Al otro lado del teléfono, yo apreté con fuerza los puños ante la expectativa de lo que estaba a punto de suceder. — Sí, has trabajado fielmente para mí durante estos diez años y me has demostrado confianza, lealtad y discreción. No con
Kevin me dejó en el orfanato con rapidez y luego regresó a la ciudad. Espero que le diera tiempo de llegar e inventar una excusa para Nicolás del porqué llegaba tarde. Yo le dije que podía llegar al orfanato yo sola, pero él se negó y no estuvo tranquilo hasta que me vio cruzar por las puertas del lugar. Pero en cuanto entré, lo primero con lo que me encontré fue con la fría mirada de la hermana Sol, que me observó directamente a los ojos cuando crucé por la puerta. — Tenemos que hablar — me dijo la monja, y yo asentí. Había sido prácticamente como una madre para mí. Los míos, después de mi supuesta muerte, habían empacado sus cosas y se habían largado para otro país. Tal vez presas del miedo que les generaban los Montalvo ahora que ya no emparentaban y que ya no eran parientes, porque yo ya no estaba. Seguramente les aterraba la idea de que pudieran hacer algo en su contra. De todas formas, desaparecieron. Hasta donde supe, ni siquiera visitaron mi supuesta tumba ni una sola ve