27.

Me quedé ahí, escuchando atentamente a Kevin, pero el hombre parecía que no encontraba las palabras para continuar.

— Mejor vamos a un lugar más tranquilo. Esta empresa me produce escalofríos — le dije.

Él asintió.

— Tienes razón. Vamos a una cafetería. Llevas mucho tiempo sin estar en la ciudad. Mereces estar un rato agradable en un lugar bonito.

Dicho esto, encendió el motor y aceleró. No pronunciamos ni una sola palabra en el transcurso hacia la cafetería. Yo sabía que él me contaría todo en su debido momento, aunque en ese instante me estaba muriendo de curiosidad. ¿Qué tenía que ver en esto mis hijos, su futuro, con mi venganza?

La cafetería a la que me llevó Kevin era hermosa, alta, con techos hechos de paja, agradable. Pedí un té helado para mí, mientras Kevin se pidió un capuchino.

— Ahora sí, ¿vas a explicarme de qué estábamos hablando? — le pregunté.

Él suspiró profundo.

— Por favor, no me vayas a odiar por esto. Pero tú dijiste que no querías saber nada de los M
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