25.

Me quedé ahí, observando la mano de Nicolás extendida hacia mí. ¿Cómo podía pedirme aquello? ¿Cómo podía pedirme que fuera a ver a su familia y a su empresa? Era ridículo, y me llenó el cuerpo de una inseguridad que no había sentido hasta ese momento. ¿Regresar a Floralvo? No, no sería capaz de atreverme a hacer tal hazaña, no hasta estar completamente preparada. Él seguía extendiendo su mano hacia mí.

— No creo que sea lo correcto — le repetí.

Pero él insistió.

— Una vez que conozca la empresa y lo que hacemos, tendrá más deseos de invertir con nosotros.

Tenía razón. Tarde o temprano tendría que hacerlo. Tarde o temprano tendría que enfrentar a toda la familia Montalvo. Era una buena oportunidad. Si Nicolás, que había sido mi esposo, que se había acostado conmigo, el hombre de quien me había enamorado, no me había reconocido, entonces podría averiguar si el resto de la familia tampoco lo haría. Si ninguno me reconocía, entonces mi plan saldría aún más perfecto.

Era un riesgo m
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