Tuvimos una larga conversación dentro de la oficina de Nicolás. Por suerte, Kevin estaba muy bien empapado sobre todo lo que estaba pasando, tanto desde el lado de Nicolás como desde mi lado. Así que supo manejar muy bien la situación. La empresa de Nicolás, principalmente Floralvo, se encargaba de cultivar y exportar las mejores flores del país con una calidad impresionante. Pero dentro de los ramos de flores existía el truco: su millonaria fortuna. Tenían tratos comerciales con toda clase de bandas criminales para transportar drogas y armas. A mí, al principio, nunca me había parecido algo demasiado extraño. Mi familia tampoco era muy santa y siempre había estado inmersa en asuntos relativamente ilegales. Por eso no me pareció mal tener que contraer matrimonio con Nicolás. Seguramente, él pensaba igual. Fue el negocio que le heredó su abuelo a su padre y que su padre le heredó a él. Sabía que, aunque estaba mal, era lo único que había conocido en la vida. El negocio principal era
Estábamos indiscutiblemente demasiado cerca, suficiente como para que la persona que entrara en ese momento pudiera pensar lo peor. Yo, sinceramente, nunca me imaginé que las cosas se darían de así mismo. Nicolás jamás había sido un hombre que se entregara tan fácil a los labios de una mujer, pero también tenía que entender: habían pasado muchísimos años, diez años, suficiente para que un hombre pudiera cambiar. Aún así, casado con Michelle, imaginé que cualquiera se aburriría de una vida de compromiso y matrimonio. Pero, extrañamente, dentro de mí, dolorosamente llegué a imaginar que tal vez lo hacía porque me parecía a mí misma, porque me parecía a su esposa muerta. Y en ese corto segundo, tuve que reñirme a mí misma por haber realizado aquello, por haberme sentido emocionada por ese pensamiento y esa idea. No podía hacerlo, no podía permitirme que mis pensamientos y mis deseos se enfrascaran nuevamente en Nicolás, no después de todo lo que había pasado. Pero tan idiota e ingenua
Después de que Michelle salió, cerrando la puerta con fuerza, Nicolás se volvió hacia mí. — De verdad siento que hayas tenido que pasar este mal rato — dijo. Yo miré hacia la ventana, haciéndome la digna, la que no quiere problemas. Pero yo sabía ahora en qué terreno me había metido. Sabía que si mi manera de conseguir las cosas sería seduciendo a Nicolás, tenía que comportarme como una mujer difícil, una mujer que se hace desear. Para Nicolás, las mujeres fáciles nunca fueron especialmente un reto. Antes de casarme con él, era bien sabido que siempre escogía ligues difíciles. Las mujeres que se veían fáciles o que llegaban a él como cuervos sobre las semillas nunca llegaron a interesarle realmente. — Esto no puede volver a pasar — le dije sin mirarlo a la cara, concentrada directamente en la ciudad que se veía a través del cristal. Nicolás se acercó a mí. Pude sentir el calor de su cuerpo junto con el mío. — Lo siento, solo fue un impulso. Yo no sé qué me pasó — dijo. Entonc
La mano helada de Esmeralda se forzó sobre la mía. siempre usó su fuerza pero yo ya no quería que su presencia se agarrara, se cerniera sobre mí. Asqueada, volteé a mirar hacia Nicolás, viendo cómo sus mejillas se habían enrojecido a pesar del tono canela de su piel. — Suéltala, mamá — le dijo con un tono calamado pero amenazante.Y la mujer, entonces, nos miró. Cuando su mano se alejó de mí, tuve que aguantar el impulso de limpiarme, como si definitivamente me hubiera dejado impregnada de su veneno. Yo sabía que era esa conversación, sabía de qué diría Esmeralda. Siempre había defendido a Michelle por sobre todas las cosas, y siempre había vivido por su voluntad, por encima de Nicolás. — La empresa no necesita nuevos socios — le dijo con indiscreción la mujer a Nicolás, caminando hacia él — . Y mucho menos socios que vengan a desprestigiar el buen nombre de tu esposa.Nicolás, ya cansado de aquellas situaciones, se sentó en su asiento y observó a su madre de pies a cabeza. — Vam
Al principio pensé que simplemente querían asaltarme. Tuve el impulso de golpearlo y correr, pero cuando sentí la fría sensación del metal de una pistola debajo de mi blusa, supe que las cosas se pondrían feas. Quise hablar, quise gritar, pero no podía. Aquel hombre tenía su mano fuertemente afianzada en mi boca, impidiéndolo. — Pensaste que podrías volver y no nos daríamos cuenta — me dijo — . Pensaste que podrías burlarte de nosotros nuevamente. No, mi querida reina, el jefe quiere verte. No te le vas a escapar, no esta vez. A pesar de todos los años que llevas huyendo, pensaste que tus cirugías y tu cambio de identidad iban a lograr espantarnos. No, esto apenas comienza. Fuiste ingenua al regresar al país.Entonces, el hombre me arrastró con fuerza hacia una camioneta que estaba estacionada no muy lejos. Yo traté de gritar, traté de llamar a Kevin, que seguramente estaría muy cerca esperándome, pero no podía verlo. No podía ver dónde estaba. Estaba perdida. Comencé a patalear. Er
Los ojos se acostumbraron a la luz poco a poco. Y entonces, al fin, después de un minuto muy largo, pude ver al hombre que me hablaba. Era alto, con la piel tan blanca como la porcelana, pero sus ojos relucían de oscuridad. Era muy atractivo y, discutiblemente, se veía fuerte y con rabia, con mucha rabia. Entonces, aquello me asustó. — ¿Cuántos años han pasado, vida mía? — me preguntó — . ¿15? ¿18? Ya no lo recuerdo. Lo único que recuerdo es lo que hiciste conmigo y las consecuencias de eso. Las consecuencias de lo que me hiciste, Elisa Duque, aún me persiguen hasta el sol de hoy.Entonces, levanté mi mirada hacia él para verlo bien, para entender con quién tendría que lidiar. Y cuando abrí la boca para decir algo, él me interrumpió. — Pero… no… no eres ella — dijo — . No eres ella — repitió nuevamente.Vi cómo su respiración se aceleró. — Claro que es ella, jefe — dijo el hombre que me había secuestrado. Era alto y gordo, con las mejillas hinchadas por las hamburguesas y la grasa
Alejandro Marca. El nombre no me sonaba para nada. El hombre seguía estirando su mano hacia mí, pero yo lo miré entrecerrando los ojos. No podía darle la mano. seguía atada y amordazada. — Por favor, quiero que suelten a nuestra invitada... Evangeline, la bella Evangeline. Sus hombres tardaron unos minutos en soltar las cuerdas que me habían puesto en el cuerpo. Cuando al fin lo hicieron, los nudos me habían lastimado profundamente, dejando fuertes moretones. Me acaricié las muñecas mientras Alejandro me observaba a los ojos. — Entonces, dime, ¿cuál era tu plan? ¿Hacerte pasar por Elisa? ¿Para qué? — Para acercarme a Nicolás sin que se diera cuenta de que yo estaba viva. Encontrar la forma de hacer la prueba de compatibilidad y, si lo era... Bueno, salvar la vida de mi hijo. De alguna forma, si era posible, también demostrar mi inocencia. El hombre se recostó pesadamente en la silla otra vez, y entonces yo reparé en el lugar. Era una bodega abandonada. A través de las ventanas
— No, la verdad es que ese nombre no me suena — dijo Kevin mientras conducíamos de regreso a casa. Había dejado el auto unos cien metros de la fábrica abandonada donde me habían llevado. Podía notar cómo sudaban sus manos; su cara estaba pálida. Seguramente la mía estaba incluso más. ¿Ves? Ahora te dije que esto era una muy mala idea — dijo, apretando el volante con fuerza — . Te lo dije desde el principio: es mejor que no continuemos.Pero yo apreté los puños con tanta fuerza que las uñas se me clavaron en las palmas. — Tenemos que seguir, tenemos que seguir. Porque ya empezamos, estamos cerca. Solo necesito estar a solas con Nicolás un rato y lograr extraer la muestra. — ¿Y qué vas a hacer? — dijo Kevin, casi golpeando el volante — . ¿Vas a amarrarlo a una silla y vas a sacarle la sangre tú misma? — No lo sé. Había pensado algo como dormirlo, utilizar algún tipo de anestésico. No lo sé, lo que sea necesario. Tú prometiste que me ayudarías. — ¡Cuando tu vida no corría riesgo! — g