33.

Estábamos indiscutiblemente demasiado cerca, suficiente como para que la persona que entrara en ese momento pudiera pensar lo peor. Yo, sinceramente, nunca me imaginé que las cosas se darían de así mismo.

Nicolás jamás había sido un hombre que se entregara tan fácil a los labios de una mujer, pero también tenía que entender: habían pasado muchísimos años, diez años, suficiente para que un hombre pudiera cambiar.

Aún así, casado con Michelle, imaginé que cualquiera se aburriría de una vida de compromiso y matrimonio. Pero, extrañamente, dentro de mí, dolorosamente llegué a imaginar que tal vez lo hacía porque me parecía a mí misma, porque me parecía a su esposa muerta. Y en ese corto segundo, tuve que reñirme a mí misma por haber realizado aquello, por haberme sentido emocionada por ese pensamiento y esa idea.

No podía hacerlo, no podía permitirme que mis pensamientos y mis deseos se enfrascaran nuevamente en Nicolás, no después de todo lo que había pasado. Pero tan idiota e ingenua
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