Después de que Michelle salió, cerrando la puerta con fuerza, Nicolás se volvió hacia mí. — De verdad siento que hayas tenido que pasar este mal rato — dijo. Yo miré hacia la ventana, haciéndome la digna, la que no quiere problemas. Pero yo sabía ahora en qué terreno me había metido. Sabía que si mi manera de conseguir las cosas sería seduciendo a Nicolás, tenía que comportarme como una mujer difícil, una mujer que se hace desear. Para Nicolás, las mujeres fáciles nunca fueron especialmente un reto. Antes de casarme con él, era bien sabido que siempre escogía ligues difíciles. Las mujeres que se veían fáciles o que llegaban a él como cuervos sobre las semillas nunca llegaron a interesarle realmente. — Esto no puede volver a pasar — le dije sin mirarlo a la cara, concentrada directamente en la ciudad que se veía a través del cristal. Nicolás se acercó a mí. Pude sentir el calor de su cuerpo junto con el mío. — Lo siento, solo fue un impulso. Yo no sé qué me pasó — dijo. Entonc
La mano helada de Esmeralda se forzó sobre la mía. siempre usó su fuerza pero yo ya no quería que su presencia se agarrara, se cerniera sobre mí. Asqueada, volteé a mirar hacia Nicolás, viendo cómo sus mejillas se habían enrojecido a pesar del tono canela de su piel. — Suéltala, mamá — le dijo con un tono calamado pero amenazante.Y la mujer, entonces, nos miró. Cuando su mano se alejó de mí, tuve que aguantar el impulso de limpiarme, como si definitivamente me hubiera dejado impregnada de su veneno. Yo sabía que era esa conversación, sabía de qué diría Esmeralda. Siempre había defendido a Michelle por sobre todas las cosas, y siempre había vivido por su voluntad, por encima de Nicolás. — La empresa no necesita nuevos socios — le dijo con indiscreción la mujer a Nicolás, caminando hacia él — . Y mucho menos socios que vengan a desprestigiar el buen nombre de tu esposa.Nicolás, ya cansado de aquellas situaciones, se sentó en su asiento y observó a su madre de pies a cabeza. — Vam
Al principio pensé que simplemente querían asaltarme. Tuve el impulso de golpearlo y correr, pero cuando sentí la fría sensación del metal de una pistola debajo de mi blusa, supe que las cosas se pondrían feas. Quise hablar, quise gritar, pero no podía. Aquel hombre tenía su mano fuertemente afianzada en mi boca, impidiéndolo. — Pensaste que podrías volver y no nos daríamos cuenta — me dijo — . Pensaste que podrías burlarte de nosotros nuevamente. No, mi querida reina, el jefe quiere verte. No te le vas a escapar, no esta vez. A pesar de todos los años que llevas huyendo, pensaste que tus cirugías y tu cambio de identidad iban a lograr espantarnos. No, esto apenas comienza. Fuiste ingenua al regresar al país.Entonces, el hombre me arrastró con fuerza hacia una camioneta que estaba estacionada no muy lejos. Yo traté de gritar, traté de llamar a Kevin, que seguramente estaría muy cerca esperándome, pero no podía verlo. No podía ver dónde estaba. Estaba perdida. Comencé a patalear. Er
Los ojos se acostumbraron a la luz poco a poco. Y entonces, al fin, después de un minuto muy largo, pude ver al hombre que me hablaba. Era alto, con la piel tan blanca como la porcelana, pero sus ojos relucían de oscuridad. Era muy atractivo y, discutiblemente, se veía fuerte y con rabia, con mucha rabia. Entonces, aquello me asustó. — ¿Cuántos años han pasado, vida mía? — me preguntó — . ¿15? ¿18? Ya no lo recuerdo. Lo único que recuerdo es lo que hiciste conmigo y las consecuencias de eso. Las consecuencias de lo que me hiciste, Elisa Duque, aún me persiguen hasta el sol de hoy.Entonces, levanté mi mirada hacia él para verlo bien, para entender con quién tendría que lidiar. Y cuando abrí la boca para decir algo, él me interrumpió. — Pero… no… no eres ella — dijo — . No eres ella — repitió nuevamente.Vi cómo su respiración se aceleró. — Claro que es ella, jefe — dijo el hombre que me había secuestrado. Era alto y gordo, con las mejillas hinchadas por las hamburguesas y la grasa
Alejandro Marca. El nombre no me sonaba para nada. El hombre seguía estirando su mano hacia mí, pero yo lo miré entrecerrando los ojos. No podía darle la mano. seguía atada y amordazada. — Por favor, quiero que suelten a nuestra invitada... Evangeline, la bella Evangeline. Sus hombres tardaron unos minutos en soltar las cuerdas que me habían puesto en el cuerpo. Cuando al fin lo hicieron, los nudos me habían lastimado profundamente, dejando fuertes moretones. Me acaricié las muñecas mientras Alejandro me observaba a los ojos. — Entonces, dime, ¿cuál era tu plan? ¿Hacerte pasar por Elisa? ¿Para qué? — Para acercarme a Nicolás sin que se diera cuenta de que yo estaba viva. Encontrar la forma de hacer la prueba de compatibilidad y, si lo era... Bueno, salvar la vida de mi hijo. De alguna forma, si era posible, también demostrar mi inocencia. El hombre se recostó pesadamente en la silla otra vez, y entonces yo reparé en el lugar. Era una bodega abandonada. A través de las ventanas
— No, la verdad es que ese nombre no me suena — dijo Kevin mientras conducíamos de regreso a casa. Había dejado el auto unos cien metros de la fábrica abandonada donde me habían llevado. Podía notar cómo sudaban sus manos; su cara estaba pálida. Seguramente la mía estaba incluso más. ¿Ves? Ahora te dije que esto era una muy mala idea — dijo, apretando el volante con fuerza — . Te lo dije desde el principio: es mejor que no continuemos.Pero yo apreté los puños con tanta fuerza que las uñas se me clavaron en las palmas. — Tenemos que seguir, tenemos que seguir. Porque ya empezamos, estamos cerca. Solo necesito estar a solas con Nicolás un rato y lograr extraer la muestra. — ¿Y qué vas a hacer? — dijo Kevin, casi golpeando el volante — . ¿Vas a amarrarlo a una silla y vas a sacarle la sangre tú misma? — No lo sé. Había pensado algo como dormirlo, utilizar algún tipo de anestésico. No lo sé, lo que sea necesario. Tú prometiste que me ayudarías. — ¡Cuando tu vida no corría riesgo! — g
Esa noche, una fuerte llovizna había caído sobre el bosque. El sonido de las goteras contra el tejado era arrullador, pero yo no podía dormir.No hacía más que darle vueltas al asunto en mi cabeza. Mi mente pasaba de las palabras de Luis, impulsándome a la venganza, a la propuesta de Alejandro para asociarnos, y a los consejos de Kevin. ¿A quién debía hacerle caso? Tal vez todos tenían razón a su manera.Yo necesitaba controlarme, necesitaba estar enfocada. Si tenía suerte, al siguiente día terminaría todo. Si tenía suerte, al siguiente día lograría matar dos pájaros de un sol tiro, demostrar mi inocencia y averiguar si Nicolás podía salvarle la vida a Jason. De ser así, entonces las cosas se complicarían. Yo sinceramente esperaba que se complicara, si eso significaba salvar la vida de mi hijo.Si Alexander era compatible, me pregunté, ¿cómo podría obligarlo a hacerse la cirugía? Tal vez si lograba encontrar una prueba que demostrara mi inocencia, podría al fin decirle la verdad. Podr
41No logramos encontrar nada sobre Alejandro; era prácticamente un fantasma. A pesar de mi búsqueda en la red, utilizando cada una de mis habilidades en las computadoras para intentar encontrarlo, ciertamente no encontramos absolutamente nada. Y aquello lo único que hizo fue preocupar más a Kevin, que dudaba absolutamente de nuestro nuevo aliado. — Ni siquiera les llames aliados — me había dicho al otro día después de mi secuestro — . Si ese hombre fue capaz de secuestrarte, imagina lo que es capaz de hacer. Tu papel en su futuro...— pues eso es lo que necesitamos — le dije — Necesitamos a alguien que sea capaz de hacer lo que sea por nosotros, siempre y cuando vaya acorde con sus respectivos planes. Créeme, tampoco somos tan santos, Kevin. También estamos haciendo algo malo.Entonces Kevin ya no dijo nada más. Sabía que tenía razón, sabía que necesitábamos esa ayuda. Solos no seríamos capaces... porque lo que realmente me preocupaba era hasta dónde estaría dispuesto a llegar aque