41No logramos encontrar nada sobre Alejandro; era prácticamente un fantasma. A pesar de mi búsqueda en la red, utilizando cada una de mis habilidades en las computadoras para intentar encontrarlo, ciertamente no encontramos absolutamente nada. Y aquello lo único que hizo fue preocupar más a Kevin, que dudaba absolutamente de nuestro nuevo aliado. — Ni siquiera les llames aliados — me había dicho al otro día después de mi secuestro — . Si ese hombre fue capaz de secuestrarte, imagina lo que es capaz de hacer. Tu papel en su futuro...— pues eso es lo que necesitamos — le dije — Necesitamos a alguien que sea capaz de hacer lo que sea por nosotros, siempre y cuando vaya acorde con sus respectivos planes. Créeme, tampoco somos tan santos, Kevin. También estamos haciendo algo malo.Entonces Kevin ya no dijo nada más. Sabía que tenía razón, sabía que necesitábamos esa ayuda. Solos no seríamos capaces... porque lo que realmente me preocupaba era hasta dónde estaría dispuesto a llegar aque
Nos quedamos ahí en silencio, esperando a que Alejandro comenzara su historia. Pero parecía que le costaba arrancar las palabras de su garganta. Kevin me miró, y yo lo miré a él, y esperamos atentamente hasta que, después de un largo minuto, Alejandro habló. — Girasoles — dijo desde donde estaba. Levantó su camisa y pude ver su torso. Tenía músculos muy definidos, con muchísimos tatuajes. Pero entre ellos, los tatuajes que más destacaban, sin duda, eran los girasoles. Había de muchas formas, de colores, a blanco y negro. Había dejado claro, sin ninguna duda, que era su flor favorita. Pero yo seguía sin entender qué tenía que ver eso con los Montalvo. — Mi familia siempre cultivó los girasoles — continuó Alejandro — . Teníamos una pequeña empresa. Era muy pequeñita, pero mi mamá siempre tuvo un talento sobrenatural con estas flores. Las vendíamos como decoración y también para aceite. Gran parte de mi niñez la recuerdo corriendo entre los campos de girasoles, observando cómo se movía
43Entonces, así habíamos quedado, con algo nada muy concreto. Yo hubiese querido que Alejandro nos contara todo su plan desde el principio, pero ni siquiera él lo sabía.Deberíamos pensar paso a paso cómo deberíamos actuar ahora que trabajaríamos juntos. Y yo debía pensar cómo actuar para evitar que el hombre destruyera la empresa de Nicolás. — no lo haces no solo por la venganza — me había dicho Kevin después de salir de la reunión con Alejandro — . Lo haces porque quieres proteger a Nicolás, ¿no es así?Yo lo miré mal. — Claro que no. ¿Cómo se te ocurre que yo querría algo como eso? — Porque te conozco, Evangeline — dijo — . Aunque durante estos siete años no hubiéramos compartido todos los días y yo hubiese desaparecido por meses enteros, igual te conozco lo suficiente. Sé cuál es el propósito de trabajar con él. Lo que tú realmente quieres es proteger a Nicolás, no quieres que le haga daño.Y entonces yo lo pensé. Tenía razón. Podría tener razón. — Claro que no — me dije a
44Dejé a mi improvisado y falso esquema de seguridad en el primer piso, mientras Nicolás me llevaba por unas escaleras metálicas altas, desde donde se podía observar plenamente todo el invernadero.Era tan grande, tan doloroso, tan hermoso. Era lo que me encantaba de aquella empresa, lo que la llamaba, al igual que la abuela de Nicolás, la parte creativa, la parte humana que podría llegar a tener.Lástima que los anteriores dueños le dieron ese enfoque oscuro, enfocado en la mafia, hubiese sido hermoso que hubiera podido conservar los valores iniciales, aunque el dinero no fuera tanto. De todas formas, llegamos a la parte final de la plataforma, donde nos esperaba una mesa amplia con una enorme jarra de limonada. — ¿Ya estabas preparado, verdad? — le pregunté. — Siempre estoy preparado, nada me toma por sorpresa — respondió con vehemencia. Bueno, en eso no estoy completamente seguro. La verdad, lo de ayer me tomó por sorpresa. Normalmente, suelo ser un hombre frío, de muy pocas p
Pude ver en sus ojos algo especial, algo diferente, que me asustó. Justamente habíamos acabado de insinuar eso de acostarnos, de romper completamente esa tensión sexual que flotaba en el aire.Pero entonces yo me pregunté: ¿flotaba esa tención por parte de ambos? Era evidente que por parte de Nicolás sí, pero ¿por parte mía también era tan evidente? Quise creer que no, porque quise pensar que mis sentimientos por Nicolás habían desaparecido.Pero no podía negarme a mí misma que eso era falso. Seguía queriendo a Nicolás de alguna manera extraña, y no sabía por qué. Como un instinto, como un vicio. Y la idea de acostarme con él en ese momento me tentó, porque de alguna forma retorcida y extraña, era lo que yo siempre había querido durante toda mi vida: estar con él.Pero estar con él de la forma correcta, porque ambos lo deseáramos, no porque simplemente él tuviera que embarazarme para contribuir a su familia, así como cuando estábamos casados, que me visitaba una o dos veces en la sema
Alejandro estaba completamente dispuesto a ejecutar un plan a la primera orden. parecía no tener demasiados escrúpulos, algo necesario para lanzar su venganza. Aunque ciertamente no sabía exactamente qué era lo que pretendía, sabía que quería vengarse de Nicolás de alguna forma, destruyendo la compañía.Pero no me había dicho completamente, y entre más se tardara en decírmelo, para mí mejor, más tiempo me daba para encontrar una forma de librarme de todo aquello y lo antes posible, incluso de su propia compañía. De todas formas, cuando le pedí aquello, cuando le pedí algo con lo que pudiera dejar inconsciente a Nicolás, él sonrió. — Tengo lo que necesitas — me dijo.Me llevaron nuevamente hacia donde me estaba esperando Kevin. El hombre había elegido trabajar desde su camioneta ese día. Cuando me subí al asiento de copiloto, estaba atendiendo la llamada de alguno de sus múltiples clientes. Y cuando me vio, me miró entrecerrando los ojos, seguramente extrañado por lo corta que había s
45Cuando mis labios se posaron sobre los de Nicolás, sentí un fuerte vacío en el pecho, como saltar al vacío.Cuando los trillizos cumplieron ocho años, la hermana Sol y la hermana Samara nos llevaron a una hermosa cascada cerca del orfanato, en el bosque. Había un enorme salto del que se podía saltar desde un barranco a unos cinco o seis metros de altura.Recuerdo que lo hice movida por la adrenalina y el deseo de aventura. Salté desde allá mientras todos me observaban, y el vacío que se sintió en el estómago me hizo no volver a hacerlo nunca más. Y esa misma sensación fue la que sentí en ese momento: un vacío enorme que me atravesó el vientre con fuerza, como un animal salvaje, como un gato arañando mi garganta.Y entonces, cuando sus fuertes manos se apretaron contra mi cadera y me hicieron avanzar hacia él, casi que literalmente caí. Fue una sensación extraña y agridulce, porque al fin, después de tantas noches de fantasías, al fin había logrado lo que tanto tiempo había anhelado
48Había soñado con ella, con Evangeline. Había soñado que la tenía entre mis brazos, que la besaba y la abrazaba, que podía oler en ella el olor de antaño, ese que recordaba a veces en temporadas cálidas.Su piel, su estrechez, apretando con fuerza mi hombría. La había sentido tan real, tan viva, que casi pude haber jurado que aquello no fue una fantasía o una ilusión, que había sucedido. Y cuando abrí los ojos, la luz del sol del atardecer me cegó por un momento.La cabeza me dio vueltas, con un fuerte dolor en la frente, como si mi cerebro hubiera intentado escapar por mi nariz. Me incorporé despacio. Estaba desnudo, cubierto únicamente por una suave sábana que no sabía de dónde había salido. Frente a la mesita en el centro de la sala, había un par de botellas de vino vacías, copas y algunos snacks.Y entonces vi a Elisa. Estaba sentada en el alféizar de la ventana, observando el atardecer que pintaba el cielo de colores pasteles. Me aclaré la garganta, y la mujer volteó a mirarme.