35.

La mano helada de Esmeralda se forzó sobre la mía. siempre usó su fuerza pero yo ya no quería que su presencia se agarrara, se cerniera sobre mí. Asqueada, volteé a mirar hacia Nicolás, viendo cómo sus mejillas se habían enrojecido a pesar del tono canela de su piel.

— Suéltala, mamá — le dijo con un tono calamado pero amenazante.

Y la mujer, entonces, nos miró. Cuando su mano se alejó de mí, tuve que aguantar el impulso de limpiarme, como si definitivamente me hubiera dejado impregnada de su veneno.

Yo sabía que era esa conversación, sabía de qué diría Esmeralda. Siempre había defendido a Michelle por sobre todas las cosas, y siempre había vivido por su voluntad, por encima de Nicolás.

— La empresa no necesita nuevos socios — le dijo con indiscreción la mujer a Nicolás, caminando hacia él — . Y mucho menos socios que vengan a desprestigiar el buen nombre de tu esposa.

Nicolás, ya cansado de aquellas situaciones, se sentó en su asiento y observó a su madre de pies a cabeza.

— Vam
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