38.

Alejandro Marca. El nombre no me sonaba para nada.

El hombre seguía estirando su mano hacia mí, pero yo lo miré entrecerrando los ojos. No podía darle la mano. seguía atada y amordazada.

— Por favor, quiero que suelten a nuestra invitada... Evangeline, la bella Evangeline.

Sus hombres tardaron unos minutos en soltar las cuerdas que me habían puesto en el cuerpo. Cuando al fin lo hicieron, los nudos me habían lastimado profundamente, dejando fuertes moretones. Me acaricié las muñecas mientras Alejandro me observaba a los ojos.

— Entonces, dime, ¿cuál era tu plan? ¿Hacerte pasar por Elisa? ¿Para qué?

— Para acercarme a Nicolás sin que se diera cuenta de que yo estaba viva. Encontrar la forma de hacer la prueba de compatibilidad y, si lo era... Bueno, salvar la vida de mi hijo. De alguna forma, si era posible, también demostrar mi inocencia.

El hombre se recostó pesadamente en la silla otra vez, y entonces yo reparé en el lugar. Era una bodega abandonada. A través de las ventanas
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