Los ojos se acostumbraron a la luz poco a poco. Y entonces, al fin, después de un minuto muy largo, pude ver al hombre que me hablaba. Era alto, con la piel tan blanca como la porcelana, pero sus ojos relucían de oscuridad. Era muy atractivo y, discutiblemente, se veía fuerte y con rabia, con mucha rabia. Entonces, aquello me asustó. — ¿Cuántos años han pasado, vida mía? — me preguntó — . ¿15? ¿18? Ya no lo recuerdo. Lo único que recuerdo es lo que hiciste conmigo y las consecuencias de eso. Las consecuencias de lo que me hiciste, Elisa Duque, aún me persiguen hasta el sol de hoy.Entonces, levanté mi mirada hacia él para verlo bien, para entender con quién tendría que lidiar. Y cuando abrí la boca para decir algo, él me interrumpió. — Pero… no… no eres ella — dijo — . No eres ella — repitió nuevamente.Vi cómo su respiración se aceleró. — Claro que es ella, jefe — dijo el hombre que me había secuestrado. Era alto y gordo, con las mejillas hinchadas por las hamburguesas y la grasa
Alejandro Marca. El nombre no me sonaba para nada. El hombre seguía estirando su mano hacia mí, pero yo lo miré entrecerrando los ojos. No podía darle la mano. seguía atada y amordazada. — Por favor, quiero que suelten a nuestra invitada... Evangeline, la bella Evangeline. Sus hombres tardaron unos minutos en soltar las cuerdas que me habían puesto en el cuerpo. Cuando al fin lo hicieron, los nudos me habían lastimado profundamente, dejando fuertes moretones. Me acaricié las muñecas mientras Alejandro me observaba a los ojos. — Entonces, dime, ¿cuál era tu plan? ¿Hacerte pasar por Elisa? ¿Para qué? — Para acercarme a Nicolás sin que se diera cuenta de que yo estaba viva. Encontrar la forma de hacer la prueba de compatibilidad y, si lo era... Bueno, salvar la vida de mi hijo. De alguna forma, si era posible, también demostrar mi inocencia. El hombre se recostó pesadamente en la silla otra vez, y entonces yo reparé en el lugar. Era una bodega abandonada. A través de las ventanas
— No, la verdad es que ese nombre no me suena — dijo Kevin mientras conducíamos de regreso a casa. Había dejado el auto unos cien metros de la fábrica abandonada donde me habían llevado. Podía notar cómo sudaban sus manos; su cara estaba pálida. Seguramente la mía estaba incluso más. ¿Ves? Ahora te dije que esto era una muy mala idea — dijo, apretando el volante con fuerza — . Te lo dije desde el principio: es mejor que no continuemos.Pero yo apreté los puños con tanta fuerza que las uñas se me clavaron en las palmas. — Tenemos que seguir, tenemos que seguir. Porque ya empezamos, estamos cerca. Solo necesito estar a solas con Nicolás un rato y lograr extraer la muestra. — ¿Y qué vas a hacer? — dijo Kevin, casi golpeando el volante — . ¿Vas a amarrarlo a una silla y vas a sacarle la sangre tú misma? — No lo sé. Había pensado algo como dormirlo, utilizar algún tipo de anestésico. No lo sé, lo que sea necesario. Tú prometiste que me ayudarías. — ¡Cuando tu vida no corría riesgo! — g
Esa noche, una fuerte llovizna había caído sobre el bosque. El sonido de las goteras contra el tejado era arrullador, pero yo no podía dormir.No hacía más que darle vueltas al asunto en mi cabeza. Mi mente pasaba de las palabras de Luis, impulsándome a la venganza, a la propuesta de Alejandro para asociarnos, y a los consejos de Kevin. ¿A quién debía hacerle caso? Tal vez todos tenían razón a su manera.Yo necesitaba controlarme, necesitaba estar enfocada. Si tenía suerte, al siguiente día terminaría todo. Si tenía suerte, al siguiente día lograría matar dos pájaros de un sol tiro, demostrar mi inocencia y averiguar si Nicolás podía salvarle la vida a Jason. De ser así, entonces las cosas se complicarían. Yo sinceramente esperaba que se complicara, si eso significaba salvar la vida de mi hijo.Si Alexander era compatible, me pregunté, ¿cómo podría obligarlo a hacerse la cirugía? Tal vez si lograba encontrar una prueba que demostrara mi inocencia, podría al fin decirle la verdad. Podr
41No logramos encontrar nada sobre Alejandro; era prácticamente un fantasma. A pesar de mi búsqueda en la red, utilizando cada una de mis habilidades en las computadoras para intentar encontrarlo, ciertamente no encontramos absolutamente nada. Y aquello lo único que hizo fue preocupar más a Kevin, que dudaba absolutamente de nuestro nuevo aliado. — Ni siquiera les llames aliados — me había dicho al otro día después de mi secuestro — . Si ese hombre fue capaz de secuestrarte, imagina lo que es capaz de hacer. Tu papel en su futuro...— pues eso es lo que necesitamos — le dije — Necesitamos a alguien que sea capaz de hacer lo que sea por nosotros, siempre y cuando vaya acorde con sus respectivos planes. Créeme, tampoco somos tan santos, Kevin. También estamos haciendo algo malo.Entonces Kevin ya no dijo nada más. Sabía que tenía razón, sabía que necesitábamos esa ayuda. Solos no seríamos capaces... porque lo que realmente me preocupaba era hasta dónde estaría dispuesto a llegar aque
Nos quedamos ahí en silencio, esperando a que Alejandro comenzara su historia. Pero parecía que le costaba arrancar las palabras de su garganta. Kevin me miró, y yo lo miré a él, y esperamos atentamente hasta que, después de un largo minuto, Alejandro habló. — Girasoles — dijo desde donde estaba. Levantó su camisa y pude ver su torso. Tenía músculos muy definidos, con muchísimos tatuajes. Pero entre ellos, los tatuajes que más destacaban, sin duda, eran los girasoles. Había de muchas formas, de colores, a blanco y negro. Había dejado claro, sin ninguna duda, que era su flor favorita. Pero yo seguía sin entender qué tenía que ver eso con los Montalvo. — Mi familia siempre cultivó los girasoles — continuó Alejandro — . Teníamos una pequeña empresa. Era muy pequeñita, pero mi mamá siempre tuvo un talento sobrenatural con estas flores. Las vendíamos como decoración y también para aceite. Gran parte de mi niñez la recuerdo corriendo entre los campos de girasoles, observando cómo se movía
43Entonces, así habíamos quedado, con algo nada muy concreto. Yo hubiese querido que Alejandro nos contara todo su plan desde el principio, pero ni siquiera él lo sabía.Deberíamos pensar paso a paso cómo deberíamos actuar ahora que trabajaríamos juntos. Y yo debía pensar cómo actuar para evitar que el hombre destruyera la empresa de Nicolás. — no lo haces no solo por la venganza — me había dicho Kevin después de salir de la reunión con Alejandro — . Lo haces porque quieres proteger a Nicolás, ¿no es así?Yo lo miré mal. — Claro que no. ¿Cómo se te ocurre que yo querría algo como eso? — Porque te conozco, Evangeline — dijo — . Aunque durante estos siete años no hubiéramos compartido todos los días y yo hubiese desaparecido por meses enteros, igual te conozco lo suficiente. Sé cuál es el propósito de trabajar con él. Lo que tú realmente quieres es proteger a Nicolás, no quieres que le haga daño.Y entonces yo lo pensé. Tenía razón. Podría tener razón. — Claro que no — me dije a
44Dejé a mi improvisado y falso esquema de seguridad en el primer piso, mientras Nicolás me llevaba por unas escaleras metálicas altas, desde donde se podía observar plenamente todo el invernadero.Era tan grande, tan doloroso, tan hermoso. Era lo que me encantaba de aquella empresa, lo que la llamaba, al igual que la abuela de Nicolás, la parte creativa, la parte humana que podría llegar a tener.Lástima que los anteriores dueños le dieron ese enfoque oscuro, enfocado en la mafia, hubiese sido hermoso que hubiera podido conservar los valores iniciales, aunque el dinero no fuera tanto. De todas formas, llegamos a la parte final de la plataforma, donde nos esperaba una mesa amplia con una enorme jarra de limonada. — ¿Ya estabas preparado, verdad? — le pregunté. — Siempre estoy preparado, nada me toma por sorpresa — respondió con vehemencia. Bueno, en eso no estoy completamente seguro. La verdad, lo de ayer me tomó por sorpresa. Normalmente, suelo ser un hombre frío, de muy pocas p