30.

Sentí cómo el corazón me latió con tanta fuerza que, cuando la sangre subió a mi cabeza, me mareé. Tuve que apretar con fuerza el muro que estaba mirando para no caer. Levanté el mentón, fingiendo un orgullo que no tenía, y le pregunté directamente:

— ¿Te refieres a...? ¿De qué diablos estás hablando?

— Ya te lo dije. Yo sé muy bien quién eres. Eres una aprovechada. He conocido mujeres como tú, mujeres que se aprovechan de hombres atolondrados que no saben dónde meter las pelotas. ¿Crees que para mí es difícil verlo? Allá en Europa, en tu querida Francia, tienes todo lo que deseas. ¿Por qué viene a importarte una empresa de flores tan al sur, en un continente de pobres, en un país de pobres?

Que ella pensara eso sobre nuestro país me hizo odiarla un poco más. Pero al menos me sentía aliviada; entendía ahora a qué se refería cuando lo dijo por primera vez. Estaba segura de que me diría: "Tú eres Evangeline Leroy". Pero no. Entonces traté de seguir con mi acento neutro y levanté el
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