29.

Kevin me dejó en el orfanato con rapidez y luego regresó a la ciudad. Espero que le diera tiempo de llegar e inventar una excusa para Nicolás del porqué llegaba tarde. Yo le dije que podía llegar al orfanato yo sola, pero él se negó y no estuvo tranquilo hasta que me vio cruzar por las puertas del lugar.

Pero en cuanto entré, lo primero con lo que me encontré fue con la fría mirada de la hermana Sol, que me observó directamente a los ojos cuando crucé por la puerta.

— Tenemos que hablar — me dijo la monja, y yo asentí.

Había sido prácticamente como una madre para mí. Los míos, después de mi supuesta muerte, habían empacado sus cosas y se habían largado para otro país. Tal vez presas del miedo que les generaban los Montalvo ahora que ya no emparentaban y que ya no eran parientes, porque yo ya no estaba.

Seguramente les aterraba la idea de que pudieran hacer algo en su contra.

De todas formas, desaparecieron. Hasta donde supe, ni siquiera visitaron mi supuesta tumba ni una sola ve
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