—Abuela... ¿Por qué resultó así? ¿Por qué? ¿Evangeline es realmente tu asesina?
Sostuve la única foto que tenía con la abuela, frotando el pulgar contra la chica sonriente que me sujetaba del brazo.
Mientras se conformara con ser una esposa elegante, mientras no me pidiera amor y no fuera tan codiciosa, podríamos seguir juntos el resto de nuestras vidas.
Pero, por el contrario, ella quería demasiado.
Miré fijamente los ojos amables de mi abuela, ¿nos habíamos equivocado todos con ella?
Mi mente la recuerda desplomada en el cementerio, tan consumida, tan frágil.
Parecía haber emociones muy complejas en sus ojos que yo no podía leer, todo lo que sabía era que estaba cegado por el odio y la ira.
Ni siquiera le di la oportunidad de explicarse.
Un repentino golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos y coloqué la foto boca abajo en un cajón.
—Señor, hay una visita de los policías —El mayordomo bajó la cabeza y dijo respetuosamente.
Tuve una repentina sensación de inquietud en el corazón, pero no la mostré.
Cuando salí al corredor, me encontré con Michelle y mi madre, que bajaban corriendo las escaleras.
Michelle corrió hacia mí alegremente y me tomó el brazo, y no sé qué pasó, pero la chica de la gran sonrisa de la foto me vino de repente a la cabeza.
Casi inconscientemente, aparté a mi hermana.
Estaba un poco enfadada, pero solo fue a quejarse a madre un par de veces.
Cuando abrimos la puerta, un policía, con un rostro de muerte, nos miró.
—Lamento informarles que esta madrugada hubo un incendio en la cárcel de mujeres.
Tuve que agarrarme al marco de la puerta para no caer.
—¿Qué sucedió? ¿Pasó algo con Evangeline? —pregunté preocupado.
Mi madre y mi hermana voltearon a mirarme sorprendidas por mi preocupación, pero el nudo que se tensó en mi pecho en ese momento hizo que no me importara en absoluto.
El policía levantó la mano y dejó sobre la palma de mi mano una pequeña medalla metálica.
Estaba ennegrecida, quemada.
En ella estaba impreso el nombre de Evangeline Leroy, mi esposa.
—Lamento informarles que la señora Evangeline murió esta madrugada, calcinada por el fuego. Su cuerpo está irreconocible. Logramos identificarla solamente porque tenía esta medalla con su información.
El mareo me invadió. Apreté con tanta fuerza los puños que clavé las uñas en mis palmas.
Había muerto.
Mi esposa estaba muerta, y yo no le había dado una oportunidad de explicarlo.
Un millón de imágenes volvieron a mi mente en ese momento.
—¡Estoy tan feliz de poder casarme contigo! ¡Nico!
—¿Vas a dejarme sola en nuestra noche de bodas?
—¡No importa, mientras pueda verte!
—¿Tanto me odias?
—Estoy dispuesta a darte un heredero. ¿Pasarás más tiempo conmigo?
—¡Te quiero, pero también te odio!
su voz retumbó en mi cabeza.
Mi corazón palpitaba y mi madre y mi hermana se apresuraron a sostenerme.
—Hijo, es una criminal y merecía morir.
—¡Sí, hermano, alguien como ella ni siquiera debería ser tu esposa!
Las aparté de un empujón y le pedí al mayordomo que enviara a la policía.
Luego miré fijamente a mi madre y a Michelle.
—Michelle, ¿cuándo te volviste tan despiadada? ¿Es eso lo que te he enseñado? ¡Por qué eres tan mala con ella!
Michelle estaba obviamente un poco conmocionada, era la primera vez que su hermano, al que adoraba y quería, le decía palabras tan duras.
—Lo siento... —Se ahogó en lágrimas, que brotaron al instante. —. Pero hermano, tú, no estarás enamorado de ella, ¿verdad?
Tanto mamá como Michelle me miraron fijamente. Me destapé incómodo el botón del cuello de la camisa.
No estaba seguro de estar realmente enamorado de Evangeline, lo único de lo que estaba seguro era de que su muerte me dolía, me quemaba, era mi culpa.
Me había casado con una joven enamorada y le había destruido la vida… estaba muerta, era mi culpa y tendría que pagar las consecuencias cargando ese peso para toda mi vida.
Creí que había muerto. Me despertó mi corazón latiendo con fuerza en los oídos. Abrí los ojos y la oscuridad me golpeó la cara. Me sentía turbada y mareada; la anestesia me había dejado inconsciente por muchas horas. El sol ya había salido alto. Traté de incorporarme, pero no pude. Era como si mi cuerpo comenzara a responder apenas poco a poco, y me tardé al menos media hora en lograr ponerme de pie entre la basura. El camión me había dejado en la zona de relleno. Seguramente ni siquiera se habían percatado de que llevaban a una mujer ahí, con el corazón aún latiendo con fuerza. Me llevé la mano al vientre, preguntándome por mi bebé. Hacía unas dos semanas había tenido un mareo repentino con fuertes náuseas, y después de ir a la farmacia y usar varias pruebas de embarazo, comprobé que era verdad: estaba embarazada. Pero no había encontrado el momento para decírselo a Nicolás. Él estaba poco en casa, y cuando estaba conmigo, hablaba realmente poco. Podía notar cómo en la no
La siguiente vez que desperté fue diferente. Esta vez, alrededor no había basura ni olores fuertes. Me rodeaba una tibia sábana y estaba acostada sobre un colchón mullido. Me sentí extrañamente en paz y, aunque había despertado, no quise abrir los ojos siquiera. Quería quedarme ahí, en medio de esa paz que me brindaba la oscuridad y la inconsciencia. Tal vez haber muerto en realidad era lo mejor que pudo haberme pasado, porque en el momento en el que abriera los ojos sabía que tendría que regresar a esa dura realidad. La realidad en la que supuestamente era una asesina, una desfalcadora. Me meterían en la cárcel por el resto de mi vida. ¿Qué sería de mi hijo? Probablemente mi suegra intentaría que lo abortara otra vez. No podía regresar. Tenía que escapar, tenía que esconderme. Cuando abrí los ojos, me encontré en un hospital. La luz blanca de la lámpara me mostró una habitación grande y ordenada. Cuando intenté moverme, una fuerte mano estaba afianzada a la mía. Por un mom
La noticia de mi muerte se esparció como pólvora por toda la ciudad, por todo el país. Esa misma madrugada, todos los periódicos y noticieros tenían mi cara en su primera página. **"Esposa acusada del asesinato de la matriarca de la familia Montalvo y acusada de desfalco, Evangeline Leroy, murió en un incendio esta madrugada en la cárcel de mujeres de máxima seguridad"** Era la noticia que rondaba el momento. Todos hablaban de eso. Pero no había nada inusual en la sala en la que estaba.Tenía médicos y enfermeras especialmente equipados y profesionales que no hablaban de cotilleos en absoluto.Como dijo mi amiga, estaba bien protegido.Me llenaba de gratitud que me ayudaran tanto cuando era obvio que no estaban emparentados conmigo por sangre.Su tío, que era prácticamente un desconocido para mí y sin embargo decidió creerme, y mi marido...Suspiré, había estado intentando recordar la apariencia de su tío durante los últimos días, pero había sido un vago esbozo. El sonido de la
Es ella. Michelle, la hermana de mi esposo. —¿Qué? —exclamó mi amiga Estefanía y abrió la boca—. ¿Cómo pudo casarse con su propia hermana?—No son hermanos…Estaba a punto de abrir la boca pero Kevin me interrumpió, le miré sorprendida, era un secreto de familia, había sido bloqueado y no había forma de que nadie lo supiera. Incluso yo me enteré después de casarme con Nicolás.—Tu red de información es más grande de lo que pensaba —Bajé los ojos y susurré.—Cuando dije que te ayudaría, no eran sólo palabras vacías —Miré a sus ojos verdes esmeraldas, y había un indicio familiar de una emoción diferente en ellos que no quería admitir, y no tenía valor para pensar en ello.—Si es un secreto, ¿por qué no se hace público ahora? ¿O incluso para casarse? —preguntó Estefanía, tomando el periódico y lo comparó con la foto de la tienda de novias.Efectivamente, la cifras eran similares.Todos nos sumimos en profundos pensamientos y la sala quedó en un silencio inusual.Le quité la foto a mi
Yo me sentí intimidada por el hombre que entraba en estos momentos. Pero entonces Kevin extendió su mano hacia mí.—No tengas miedo, es uno de mis trabajadores. Nunca te delatará. Recuerda que aquí estás a salvo.Pero yo no estaba segura de aquellas palabras. Ante el poder de los Montalvo, nadie estaba a salvo. Yo, más que nadie, sabía el poder que tenían. Yo, más que nadie, sabía los negocios ilícitos ocultos que tenía la floristería más grande del país. Sabía que, si ellos quisieran, si por una minúscula razón llegaban a sospechar que yo estaba viva, me encontrarían. Y aquello me aterraba. Me aterraba profundamente.Así que apoyé mi mano en el vientre, como si así pudiera proteger a mis trillizos. Tres. Eran tres. Apenas había sido consciente de aquello. ¿Qué haría? ¿Cómo lograría mantener yo sola a tres pequeños bebés? Ni siquiera sabía si podía llegar a hacerlo conmigo misma. Ahora, tres.—Disculpen por interrumpir —dijo el hombre recién llegado—, pero creo que tienen que ver esto
Algo había en esa historia que a Kevin no le terminaba de encajar, algo más allá. Su instinto de abogado se lo decía, y eso lo hizo ponerse de pie esa mañana. Después de mostrarle el video a Evangeline, tuvo una extraña sensación de dolor cuando vio su rostro apretado y adolorido. El de la joven, cuando vio lo que las palabras de aquellas personas causaron a través de ese video, de esa maldita entrevista. Sintió rabia, y no entendió por qué. Hacía apenas unos días había conocido a esa muchacha. No entendía por qué tenía esa necesidad de protegerla constantemente, como si tuviera algún tipo de responsabilidad por ella, y aquello no lo comprendió.De todas formas, dejó que su instinto lo guiara. Había algo extraño y perturbante en todas aquellas situaciones. Así que se levantó muy temprano en la mañana y, después de haber movido sus influencias y sus contactos, encontró el orfanato de donde supuestamente venía Michelle. Era un lugar alejado de la ciudad, rodeado por altas montañas y un
Me sentía expuesto. Ese fue el primer sentimiento que me invadió cuando, sentado en la sala de juntas de la floristería, en el amplio televisor que había ahí apareció mi rostro en aquella ridícula entrevista. Sinceramente, me sentía extraño. Veía al hombre que estaba hablando frente a la cámara, pero no lo reconocía, como si no fuera yo, como si fuera otra persona la que pronunciaba aquellas palabras. Tuve que hacer un enorme esfuerzo para no apartar la mirada de la pantalla, de lo incómodo que me sentía en ese momento.Michelle, a mi lado, se veía extraordinariamente contenta, como si estuviese construida para eso. Nunca fui completamente consciente de los sentimientos que ella tenía por mí; al menos sabía que, aunque éramos hermanos adoptivos, ella no me veía como un hermano. Me veía como algo más. Pero había aprovechado aquella situación al máximo. Después de la muerte de la abuela, el juez había arribado a la casa con una instrucción muy clara en el testamento: para que yo sig
Tenía que hacerlo. Sabía que era una mala idea, sabía que posiblemente Kevin me regañaría, que me diría que era una muchacha inconsciente, pero yo tenía que hacerlo. Después de ver la entrevista, después de ver que Nicolás se casaría con Michelle, yo sabía que tenía que enfrentarlo de alguna u otra forma. No me importó si aquello pudiera ser riesgoso o peligroso. Esa mañana, cuando él se fue, me dijo que iría a un lugar especial, un orfanato o algo así, para investigar a Michelle. Sinceramente, yo no entendía el porqué tenía esa duda extraña clavada en el pecho. Me parecía una cualquiera con una historia triste y simple. Pero él decía que confiaba en su instinto de abogado y que podría encontrar algo allá. De todas formas, aprovechando que estaba completamente sola y que mi amiga Estefanía estaría en la universidad, abrí despacio la puerta de la habitación del hospital y me colé por el pasillo. Como nadie sabía que yo estaba ahí, fue fácil para mí atravesar los corredores sin que