10.

Yo me sentí intimidada por el hombre que entraba en estos momentos. Pero entonces Kevin extendió su mano hacia mí.

—No tengas miedo, es uno de mis trabajadores. Nunca te delatará. Recuerda que aquí estás a salvo.

Pero yo no estaba segura de aquellas palabras. Ante el poder de los Montalvo, nadie estaba a salvo. Yo, más que nadie, sabía el poder que tenían. Yo, más que nadie, sabía los negocios ilícitos ocultos que tenía la floristería más grande del país. Sabía que, si ellos quisieran, si por una minúscula razón llegaban a sospechar que yo estaba viva, me encontrarían. Y aquello me aterraba. Me aterraba profundamente.

Así que apoyé mi mano en el vientre, como si así pudiera proteger a mis trillizos. Tres. Eran tres. Apenas había sido consciente de aquello. ¿Qué haría? ¿Cómo lograría mantener yo sola a tres pequeños bebés? Ni siquiera sabía si podía llegar a hacerlo conmigo misma. Ahora, tres.

—Disculpen por interrumpir —dijo el hombre recién llegado—, pero creo que tienen que ver esto
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