Creí que había muerto.
Me despertó mi corazón latiendo con fuerza en los oídos.
Abrí los ojos y la oscuridad me golpeó la cara.
Me sentía turbada y mareada; la anestesia me había dejado inconsciente por muchas horas.
El sol ya había salido alto. Traté de incorporarme, pero no pude.
Era como si mi cuerpo comenzara a responder apenas poco a poco, y me tardé al menos media hora en lograr ponerme de pie entre la basura.
El camión me había dejado en la zona de relleno.
Seguramente ni siquiera se habían percatado de que llevaban a una mujer ahí, con el corazón aún latiendo con fuerza.
Me llevé la mano al vientre, preguntándome por mi bebé.
Hacía unas dos semanas había tenido un mareo repentino con fuertes náuseas, y después de ir a la farmacia y usar varias pruebas de embarazo, comprobé que era verdad: estaba embarazada.
Pero no había encontrado el momento para decírselo a Nicolás.
Él estaba poco en casa, y cuando estaba conmigo, hablaba realmente poco.
Podía notar cómo en la noche, después de hacer el amor, se quedaba de lado mirándome. Pero cuando yo lo miraba de vuelta, él se alejaba.
Siempre hacía lo mismo. Siempre se alejaba.
Me puse de pie con una indescriptible sensación en el cuerpo de soledad y abandono.
Logré ver entre la basura un vestido. Así que me quité el uniforme de prisionera y me puse el vestido rojo y ajado. Y entonces salí hacia la autopista principal que pasaba junto al relleno.
El césped me hizo cosquillas en las plantas de los pies.
Estiré la mano hacia un auto para que se detuviera, para que me ayudara, pero pasó de largo.
El hombre seguramente vio mi aspecto andrajoso, como el de una vagabunda. Así que avancé, tratando de cruzar la calle.
Tenía que encontrar a alguien que me ayudara. Ahora era una prófuga de la justicia.
¿Qué debía hacer?
De repente, el faro en la distancia parecía un faro de luz en la oscuridad de la noche, y fue como si viera esperanza.
Corrí hacia la luz sin pensármelo dos veces.
Agité las manos y soporté el intenso dolor que me recorría todo el cuerpo.
—¡Ayuda! ¡Ayúdame!
Pero el coche venía directo hacia mí, y la negrura me rodeaba.
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Cansado y un poco somnoliento por el trabajo, el abogado Kevin se restregó los ojos frente al retrovisor.
Había sido una noche pesada, que la había pasado completamente en vela en un caso complicadísimo de la fiscalía.
Tenía todo el cuerpo en tensión y lo único que quería en ese momento era llegar a casa y dormir.
Pero justo cuando pensaba en ello, alguien se abalanzó de repente hacia su coche agitando los brazos.
Los ánimos de Gael se caldearon de inmediato, y rápidamente pisó el freno, con el agudo roce de los neumáticos contra el suelo, especialmente duro en la silenciosa oscuridad de la noche.
En pocos segundos, el coche se detuvo a centímetros de la figura, pero logró golpearla levemente.
Se quitó el cinturón de seguridad y salió corriendo, dejando la puerta abierta.
Era una mujer con un vestido rojo; el cabello le cubría el rostro.
Él se arrodilló junto a ella.
— ¿Estás bien, jovencita? — le preguntó, dándole un par de golpecitos en la mejilla.
Estaba sucia, olía a basura. Seguramente era una vagabunda.
Con cuidado, Gael apartó un poco el cabello de su rostro. Ahora más que nunca, parecía una muchacha.
No creyó que tendría más de 18 años.
Pero entonces pareció reconocer algo en ella. La tomó por las mejillas y la miró detenidamente.
— No puede ser... — dijo, con un susurro. Luego añadió con sorpresa — : ¿Evangeline?
La siguiente vez que desperté fue diferente. Esta vez, alrededor no había basura ni olores fuertes. Me rodeaba una tibia sábana y estaba acostada sobre un colchón mullido. Me sentí extrañamente en paz y, aunque había despertado, no quise abrir los ojos siquiera. Quería quedarme ahí, en medio de esa paz que me brindaba la oscuridad y la inconsciencia. Tal vez haber muerto en realidad era lo mejor que pudo haberme pasado, porque en el momento en el que abriera los ojos sabía que tendría que regresar a esa dura realidad. La realidad en la que supuestamente era una asesina, una desfalcadora. Me meterían en la cárcel por el resto de mi vida. ¿Qué sería de mi hijo? Probablemente mi suegra intentaría que lo abortara otra vez. No podía regresar. Tenía que escapar, tenía que esconderme. Cuando abrí los ojos, me encontré en un hospital. La luz blanca de la lámpara me mostró una habitación grande y ordenada. Cuando intenté moverme, una fuerte mano estaba afianzada a la mía. Por un mom
La noticia de mi muerte se esparció como pólvora por toda la ciudad, por todo el país. Esa misma madrugada, todos los periódicos y noticieros tenían mi cara en su primera página. **"Esposa acusada del asesinato de la matriarca de la familia Montalvo y acusada de desfalco, Evangeline Leroy, murió en un incendio esta madrugada en la cárcel de mujeres de máxima seguridad"** Era la noticia que rondaba el momento. Todos hablaban de eso. Pero no había nada inusual en la sala en la que estaba.Tenía médicos y enfermeras especialmente equipados y profesionales que no hablaban de cotilleos en absoluto.Como dijo mi amiga, estaba bien protegido.Me llenaba de gratitud que me ayudaran tanto cuando era obvio que no estaban emparentados conmigo por sangre.Su tío, que era prácticamente un desconocido para mí y sin embargo decidió creerme, y mi marido...Suspiré, había estado intentando recordar la apariencia de su tío durante los últimos días, pero había sido un vago esbozo. El sonido de la
Es ella. Michelle, la hermana de mi esposo. —¿Qué? —exclamó mi amiga Estefanía y abrió la boca—. ¿Cómo pudo casarse con su propia hermana?—No son hermanos…Estaba a punto de abrir la boca pero Kevin me interrumpió, le miré sorprendida, era un secreto de familia, había sido bloqueado y no había forma de que nadie lo supiera. Incluso yo me enteré después de casarme con Nicolás.—Tu red de información es más grande de lo que pensaba —Bajé los ojos y susurré.—Cuando dije que te ayudaría, no eran sólo palabras vacías —Miré a sus ojos verdes esmeraldas, y había un indicio familiar de una emoción diferente en ellos que no quería admitir, y no tenía valor para pensar en ello.—Si es un secreto, ¿por qué no se hace público ahora? ¿O incluso para casarse? —preguntó Estefanía, tomando el periódico y lo comparó con la foto de la tienda de novias.Efectivamente, la cifras eran similares.Todos nos sumimos en profundos pensamientos y la sala quedó en un silencio inusual.Le quité la foto a mi
Yo me sentí intimidada por el hombre que entraba en estos momentos. Pero entonces Kevin extendió su mano hacia mí.—No tengas miedo, es uno de mis trabajadores. Nunca te delatará. Recuerda que aquí estás a salvo.Pero yo no estaba segura de aquellas palabras. Ante el poder de los Montalvo, nadie estaba a salvo. Yo, más que nadie, sabía el poder que tenían. Yo, más que nadie, sabía los negocios ilícitos ocultos que tenía la floristería más grande del país. Sabía que, si ellos quisieran, si por una minúscula razón llegaban a sospechar que yo estaba viva, me encontrarían. Y aquello me aterraba. Me aterraba profundamente.Así que apoyé mi mano en el vientre, como si así pudiera proteger a mis trillizos. Tres. Eran tres. Apenas había sido consciente de aquello. ¿Qué haría? ¿Cómo lograría mantener yo sola a tres pequeños bebés? Ni siquiera sabía si podía llegar a hacerlo conmigo misma. Ahora, tres.—Disculpen por interrumpir —dijo el hombre recién llegado—, pero creo que tienen que ver esto
Algo había en esa historia que a Kevin no le terminaba de encajar, algo más allá. Su instinto de abogado se lo decía, y eso lo hizo ponerse de pie esa mañana. Después de mostrarle el video a Evangeline, tuvo una extraña sensación de dolor cuando vio su rostro apretado y adolorido. El de la joven, cuando vio lo que las palabras de aquellas personas causaron a través de ese video, de esa maldita entrevista. Sintió rabia, y no entendió por qué. Hacía apenas unos días había conocido a esa muchacha. No entendía por qué tenía esa necesidad de protegerla constantemente, como si tuviera algún tipo de responsabilidad por ella, y aquello no lo comprendió.De todas formas, dejó que su instinto lo guiara. Había algo extraño y perturbante en todas aquellas situaciones. Así que se levantó muy temprano en la mañana y, después de haber movido sus influencias y sus contactos, encontró el orfanato de donde supuestamente venía Michelle. Era un lugar alejado de la ciudad, rodeado por altas montañas y un
Me sentía expuesto. Ese fue el primer sentimiento que me invadió cuando, sentado en la sala de juntas de la floristería, en el amplio televisor que había ahí apareció mi rostro en aquella ridícula entrevista. Sinceramente, me sentía extraño. Veía al hombre que estaba hablando frente a la cámara, pero no lo reconocía, como si no fuera yo, como si fuera otra persona la que pronunciaba aquellas palabras. Tuve que hacer un enorme esfuerzo para no apartar la mirada de la pantalla, de lo incómodo que me sentía en ese momento.Michelle, a mi lado, se veía extraordinariamente contenta, como si estuviese construida para eso. Nunca fui completamente consciente de los sentimientos que ella tenía por mí; al menos sabía que, aunque éramos hermanos adoptivos, ella no me veía como un hermano. Me veía como algo más. Pero había aprovechado aquella situación al máximo. Después de la muerte de la abuela, el juez había arribado a la casa con una instrucción muy clara en el testamento: para que yo sig
Tenía que hacerlo. Sabía que era una mala idea, sabía que posiblemente Kevin me regañaría, que me diría que era una muchacha inconsciente, pero yo tenía que hacerlo. Después de ver la entrevista, después de ver que Nicolás se casaría con Michelle, yo sabía que tenía que enfrentarlo de alguna u otra forma. No me importó si aquello pudiera ser riesgoso o peligroso. Esa mañana, cuando él se fue, me dijo que iría a un lugar especial, un orfanato o algo así, para investigar a Michelle. Sinceramente, yo no entendía el porqué tenía esa duda extraña clavada en el pecho. Me parecía una cualquiera con una historia triste y simple. Pero él decía que confiaba en su instinto de abogado y que podría encontrar algo allá. De todas formas, aprovechando que estaba completamente sola y que mi amiga Estefanía estaría en la universidad, abrí despacio la puerta de la habitación del hospital y me colé por el pasillo. Como nadie sabía que yo estaba ahí, fue fácil para mí atravesar los corredores sin que
No sabía qué era lo que había sucedido, pero el corazón me latía con tanta fuerza que me impedía escuchar con claridad el parloteo de Michelle a mi lado en el auto. Hablaba sobre algo, sobre su vestido de novia, sobre algo que a mí sinceramente me importaba en absoluto. Yo lo único que podía pensar en ese momento era que la había visto. Había visto a Evangeline, había visto su cabello ondear en el viento. Era ella, pero al mismo tiempo sabía que no lo era, que era imposible porque estaba muerta. Yo mismo había sostenido en mi mano la medalla carbonizada que indicaba que su cuerpo había sido consumido por el fuego, la misma medalla que ahora colgaba de mi cuello por debajo de mi camisa. Pero entonces, ¿qué había sido aquello? Tal vez simplemente un espectro que había venido del más allá para atormentarme, para culparme por todas sus desgracias. Porque, en efecto, yo era el culpable de todas sus desgracias. Porque me dejé llevar por la rabia y por el miedo, porque debí haberla escuc