El dueño de farmacéuticas Bertram ha muerto y Sheily Bloom, su mano derecha, implacable, orgullosa y mandona, está lista para ocupar su lugar. Sin embargo, la llegada de Zack, el fiestero hijo del dueño, cambiará todos sus planes. Él tiene un objetivo que cumplir y ella un secreto que guardar: la dragona Sheily, a quien ningún hombre puede domar, se convierte en una humilde y sumisa ovejita cuando cruza las puertas de la iglesia Pacto divino, donde no va precisamente a rezar. Enemigos a muerte de día y… ¿amo y sumisa de noche? ¿Es acaso Zack quien se esconde tras la máscara del hombre que pone a Sheily de rodillas? El placer, el dolor, el poder y el perdón, se mezclarán en una excitante guerra donde sólo habrá un ganador. ¿Quién se rendirá primero?
Leer másZack intentó cargarla al llegar a casa, pero ella se despertó y quiso andar por su cuenta. Rechazó el café y se fueron directo a la habitación. Entre besos y caricias se fueron desnudando. Cuando estaba sólo con sus bragas, Sheily se dio la vuelta y llevó las manos a la espalda.—Átamelas —pidió y Zack suspiró.—Pensé que ya no querías castigos.—Esto no será un castigo, sino un premio —aseguró ella. Zack miró a su alrededor. El cinturón era muy rígido así que cogió la corbata y con ella le ató las muñecas. Un premio. A él seguía pareciéndole un castigo, pero prefirió no pensar en eso, haría lo que ella deseara.Pese a la atadura, las manos de Sheily se las arreglaron para acariciarlo y comprobar su dureza. Ella sonrió al sentirlo tan empalmado.—Esto también te gusta, ¿no? —musitó, inclinando la cabeza hacia atrás para besarlo.—No, Sheily. Lo que me gusta es que a ti te guste. Estoy dispuesto a perderme en tus sensaciones y a hundirme en tus fantasías. ¿Debo ser rudo y cogerte como
Sheily regresó a la mesa y se sintió más relajada, incluso cuando Williams volvió. —Nadie supera mi swing —presumía Tudor. Cada charla con él acababa en sus andanzas en el campo de golf—. Zack no juega, ¿juegas tú, Johannes? —No cuento con mucho espacio en mi agenda para el ocio, pero mis pasatiempos incluyen actividades de mayor impacto y exigencia física que el golf y sus carritos. El año pasado escalé el monte Everest. A Tudor ya no le quedaron más ganas de presumir y Sheily se vio sonriendo sin proponérselo.—No debe quedarte mucho tiempo para la familia, ¿eres casado? —preguntó Melanie, que no perdía oportunidad para jugar sus cartas.Sheily no se imaginaba a la turgente Melanie siendo castigada hasta la extenuación por el portentoso hombre que conquistaba los picos más elevados del mundo. Qué aburrido debió ser en comparación juntarse a hacer indecencias con ella. —Estoy soltero. ¿Por qué casarse si con menos atributos una mujer puede desempeñar la misma función? —soltó Joha
*—Días sin escándalos de Sheily: sesenta y cuatro. Estás postulando para ser la empleada del mes —le dijo Edward. Ella había ido a su oficina para hablar sobre temas de presupuestos, pero destacar los avances en el control de sus arrebatos era un incentivo positivo.—Pues considerando que la asistente que me asignaste es una verdadera simia, he avanzado bastante. Sé que lo hiciste a propósito. No sabe de tildes, de haches y entre las be y uve empiezo a creer que escoge al azar. —Una prueba a tu perfeccionismo patológico que estás superando con éxito —reconoció él.—Trabajar con documentos escritos con impecable ortografía no es patológico, sino una obligación moral. Revisa estos documentos y dime si no es placentero leerlos, están perfectos —dejó una pila de papeles sobre el escritorio, pero él los hizo a un lado, sin mirarlos. —Un buen trabajo debe ser recompensado y te mereces un premio. —Otra asistente —dijo Sheily de inmediato—, una que esté a mi nivel para no tardar horas en c
En cuanto Sheily y Zack entraron al salón se separaron y cada uno fue por su lado para saludar al resto de asistentes y mezclarse con ellos. Él no tuvo que avanzar mucho, todos querían saludarlo; ella fue por un trago y luego se acercó a Jorge y Lili. —Hola, ¿cómo están? —besó la mejilla de Lili y estrechó la mano de Jorge. Ellos dijeron que estaban bien y le sonrieron—. ¿El nuevo socio no ha llegado? —Todavía no —respondió Lili—. Tu vestido es hermoso, parece hecho a tu medida. —Le hice algunos arreglos. El color del tuyo te sienta muy bien, Lili, te hace ver vibrante y juvenil —halagó Sheily y Lili sonrió, azorada. —A mí me gusta cómo quedó tu cabello —comentó Jorge—. Deberías peinarlo así para ir a la compañía —se quedó esperando que Sheily lo halagara también, pero ella sólo le dio las gracias. Amadeo llegó junto a ellos. Estrechó la mano de Jorge y saludó de beso a Lili y a Sheily, pese a que ella le tendió la mano, gesto que él ignoró completamente. —Dicen que el nuevo
Envuelta en su bata, Sheily hacía su crucigrama cuando un mensaje de Zack la desconcentró.Zack B: ¿Tienes tiempo para una visita? Ella escribió la respuesta sonriendo y en quince minutos estuvo besándose con Zack en el sillón. —Eres tan suave —decía él, acariciándola por entre la bata. No se refería solo a su piel, cuando la tenía entre sus brazos era como una ovejita—. Quien te apodó la «dragona» era un imbécil que no sabía nada de nada.—¡¿Yo soy la dragona?! Creí que era Beatriz, de logística. Tiene una halitosis terrible. ¿Cómo te enteraste? —Lo escuché por ahí, da igual. Hay cosas peores. Tenías razón, nadie te quiere —le deslizó la bata desde los hombros y disfrutó besando y chupando sus turgentes y tiernos pechos—. Estás sola contra la corriente. —Y en un barco que se hunde —suspiró ella—. No dejes que se hunda, Zack. —No lo haré, cariño —siguió besando hacia el sur. Ya había llegado al monte de Sheily—. También tenías razón en que la junta directiva es una banda de chupa
—¿Estás mejor? —preguntó Zack. Tenía a Sheily abrazada de la cintura. —Sí... pero no quiero salir todavía o se darán cuenta de que estuve llorando y no estoy de humor para darle explicaciones a nadie. ¿Puedo quedarme aquí un momento? —Eso ni siquiera tienes que preguntarlo. ¿Quieres agua? Sheily asintió. Mientras Zack llenaba un vaso, ella fue al baño privado que había en un extremo de la oficina y se lavó la cara y peinó. Estaba más que presentable al salir. —Gracias —dijo al recibir el vaso que Zack le ofreció. Fue a sentarse frente al escritorio y allá fue él también, que había imaginado algunos arrumacos en el sillón—. Estuve en los laboratorios y quiero hacer una presentación para intentar revocar la decisión de reducir el presupuesto para investigación. Zack se sorprendió de que empezara a hablar de trabajo como si nada hubiera ocurrido. —Sheily, ya se realizó la votación. —Lo sé, pero tengo muy buenos argumentos basados en antecedentes que debieron conocerse antes de r
Sheily llamó a Zack y a su madre. Ninguno contestó, así que se fue a su oficina.—Señorita Bloom, su madre vino a visitarla, pero como estaba en los laboratorios, no pude avisarle —le dijo Ángela.—Sí, ya me enteré —se encerró en la oficina y le envió un mensaje a Liliana.«¿Podrías avisarme cuando Zack regrese?». La espera duró alrededor de una hora en que la cabeza de Sheily no dejó de llenarse de todo tipo de pensamientos desastrosos. Llegó a la oficina de Zack sin saber con qué se iba a encontrar y cuando lo vio de pie junto al escritorio, tan extrañamente serio, temió lo peor.—Por qué... ¿Por qué te fuiste con mi mamá?—Porque estaba descontrolada y no iba a permitir que hiciera un escándalo aquí. La invité a tomar un café y estuvimos charlando hasta ahora. Cree que su esposo se escapó contigo.Sheily intentó sonreír. No había avanzado un paso dentro de la oficina, seguía en la entrada, con la espalda apoyada en la puerta.—¿Te dijo sólo eso?—¿Y te parece poco? —Zack avanzó ha
Sheily recibió el masaje mañanero de Zack a las cinco de la madrugada y volvió a dormirse. Despertó a las siete y él no estaba en la cama. Lo encontró siguiendo el aroma dulzón que llenaba el lugar. En la cocina, él lavaba los trastes que había usado.—Espero que te gusten los waffles. Tienes wafflera, así que supongo que sí —dijo con una radiante sonrisa.Sheily se halló pensando que difícilmente alguien pudiera decirle que no a esa sonrisa. —Me encantan. Y mi mandil te queda bien, aunque algo pequeño. Si vas a cocinar para mí, podría aceptar que apareciera el tuyo por ahí. —Te tomaré la palabra. Zack dispuso en la mesa todo para Sheily, que se dejó consentir. Empezaba a creer que a él le gustaba el asunto de «servirle». Usualmente los hombres tan atentos lo hacían con el claro objetivo de llevarse a las mujeres a la cama, pero él ya había conseguido eso hacía rato, lo que la hacía pensar qué más quería él de ella. Un mordisco le dio Sheily a su waffle y le brillaron los ojos.—¿
Zack se corrió con euforia poco después de que ella lo hiciera, como un hombre disciplinado. Su sangre era fuego y el corazón había estado a poco de explotarle. Jaló el cinturón de la bata y desató las manos de Sheily como si abriera un regalo. La suavidad de la tela no le dejó marcas en la piel, que él masajeó de todos modos. Se recostó, apoyándole la cabeza sobre el vientre y ella lo abrazó. Descansaron unos instantes en el silencio donde danzaban sus respiraciones jadeantes, que eran como los rumores del mar.—¿Vas a quedarte a dormir? —le preguntó Sheily.—Depende. Si tú quieres, me quedo —suspiró y ella rodó los ojos.—Tú me dejaste quedarme en tu casa, así que si quieres puedes quedarte aquí —explicó ella y Zack rodó los ojos también.—Esa reciprocidad no aplica en este tipo de asuntos. Las cosas se hacen porque así se quiere, no porque otro las hizo primero. Sólo di si quieres que me quede y lo haré. No es tan difícil. —Zack, no soy de las mujeres que necesitan abrazos despué