—Renuncio —dije calmada sin mirarle a la cara. —¡¿Qué?! —pregunta alarmado— tenemos un contrato firmado, no puedes dejarme. *** Julieta ha sido la amante secreta de un poderoso hombre durante años, esperando pacientemente por su promesa de amor eterno. Pero cuando sus ilusiones se rompen al descubrir su inminente boda con otra mujer, Julieta huye a Londres, buscando refugio en su familia. Obligada por las circunstancias, acepta un matrimonio arreglado con un duque enigmático y honorable. Sin embargo, su pasado no la deja en paz, y un inesperado regreso amenaza con desenterrar secretos y pasiones que podrían cambiar su vida para siempre.
Leer más227Le dije al chofer que condujera directamente a nuestra casa. Julieta estaba agotada, apenas podía mantenerse despierta, aunque juraba que no tenía sueño. Pero apenas apoyó la cabeza en mi hombro, se quedó profundamente dormida.Cuando llegamos, la bajé del auto con cuidado, susurrándole: “Perdóname, nena”, mientras la cargaba en brazos. Su respiración era tranquila, y algo murmuró, pero no entendí qué. La llevé a nuestra habitación y, aunque me doliera, la até a la cama con unas esposas. No podía arriesgarme a que intentara seguirme. No esta vez.Besé su frente antes de cubrirla con las mantas. “Es por tu bien”, susurré, sintiendo un nudo en la garganta.Salí de la habitación, cerrando la puerta suavemente. Marcelo me estaba esperando en la sala, con su expresión de siempre, una mezcla de preocupación y resignación.—¿Qué sucede? —preguntó al ver mi rostro.—Dimitri tiene a mi madre —respondí, apretando los dientes. Mi pecho se llenaba de una mezcla de rabia y miedo. Brigitt
226Brigitte Hawks, una mujer que siempre había proyectado orgullo y elegancia, ahora yacía en el suelo, débil y deshecha, con la vida escapándose lentamente de su cuerpo. Su ropa estaba hecha jirones y empapada en sangre, su cabello desordenado y pegado al rostro.La habitación era un escenario macabro: paredes oscuras, una tenue luz amarilla que proyectaba sombras inquietantes, y en el centro de todo, Dimitri Belikov, limpiando meticulosamente la sangre de sus manos con un pañuelo blanco, como si acabara de terminar una trivial tarea doméstica.—Fue divertido —dijo con su marcado acento ruso, una sonrisa sádica iluminándole el rostro.Brigitte intentó mover una mano hacia el cuchillo que sobresalía de su pecho. El dolor era insoportable, como si un fuego ardiera dentro de su torso, consumiéndola lentamente. Apenas podía distinguir las figuras en la habitación; todo estaba borroso, como si la realidad se desvaneciera junto con su fuerza.—Ayúdame… —murmuró con voz apenas audible,
225Brigitte Fernando me había escrito que necesitaba verme para discutir cómo resolver lo de las acciones de Hawks Holding. No entendía por qué había elegido un bar tan cutre para reunirnos, pero allí estaba yo, intentando no tocar demasiado las superficies y observando a la clientela con una mezcla de incomodidad y asco.Me senté en un taburete junto a la barra, cruzando las piernas y ajustando la chaqueta de mi traje. El ambiente olía a cerveza rancia y frituras, algo que me irritaba profundamente.Poco menos de diez minutos después, Fernando apareció, luciendo su acostumbrado traje impecable. Su mirada escaneaba el lugar con desdén. Al parecer, el bar tampoco era de su agrado.—Vamos a una mesa —dijo sin molestarse en saludar.Lo seguí hasta una mesa más apartada, un lugar donde al menos el ruido era menor y los olores no eran tan intensos.—¿Qué plan tienes? —pregunté mientras me acomodaba, cruzando los brazos sobre el respaldo de la silla.—Tomemos algo primero. Estos ú
224IsabelCaminaba de un lado a otro nerviosa —No lo entiendes, tengo que ir a ver a Julieta. Esa loca de la ex de Maximiliano… —No pude terminar la frase. Callum me detuvo, sujetando mis brazos con suavidad.—No sé quién es esa tal ex —dijo con calma—, pero no puedes salir de aquí, cariño.Su mano se deslizó hacia mis mejillas, acariciándolas con una ternura que debería haberme tranquilizado, pero mi preocupación por Julieta era más fuerte. Seguíamos encerrados en el departamento, observando cada noticia que aparecía en la televisión sobre los acontecimientos recientes.—Callum, tenemos que hacer algo. ¿Y si está herida? ¿Y si necesita nuestra ayuda? —Mi voz se quebraba por la ansiedad.—Isa —dijo firmemente, con ese tono calmado que siempre lograba apaciguarme—, si están en el hospital, estarán ocupados. No podemos hacer nada más que esperar. Vamos a darle algo de tiempo, ¿sí? Después llamaremos.Su lógica era irrefutable, pero mi corazón no dejaba de latir con fuerza. Mi m
223IsabelCaminaba de un lado a otro nerviosa—No lo entiendes, tengo que ir a ver a Julieta. Esa loca de la ex de Maximiliano… —No pude terminar la frase. Callum me detuvo, sujetando mis brazos con suavidad.—No sé quién es esa tal ex —dijo con calma—, pero no puedes salir de aquí, cariño.Su mano se deslizó hacia mis mejillas, acariciándolas con una ternura que debería haberme tranquilizado, pero mi preocupación por Julieta era más fuerte. Seguíamos encerrados en el departamento, observando cada noticia que aparecía en la televisión sobre los acontecimientos recientes.—Callum, tenemos que hacer algo. ¿Y si está herida? ¿Y si necesita nuestra ayuda? —Mi voz se quebraba por la ansiedad.—Isa —dijo firmemente, con ese tono calmado que siempre lograba apaciguarme—, si están en el hospital, estarán ocupados. No podemos hacer nada más que esperar. Vamos a darle algo de tiempo, ¿sí? Después llamaremos.Su lógica era irrefutable, pero mi corazón no dejaba de latir con fuerza. Mi mente se
222 Julieta Desperté aturdida, con la cabeza pesada y una sensación de vacío en el pecho. Al abrir los ojos, la luz me cegó momentáneamente, pero enseguida lo vi a él. Max estaba inclinado sobre mí, su rostro lleno de preocupación y sus manos cálidas sosteniendo las mías. —Gracias a Dios, nena —murmuró, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios se posaron sobre los míos en un beso suave, apenas un roce que me supo a alivio y desesperación contenida. —Max… —mi voz salió ronca, como si no hubiera hablado en días. Enseguida apareció un vaso de agua frente a mí. Max me lo acercó con cuidado, ayudándome a sostenerlo mientras bebía con avidez. El líquido fresco calmó mi garganta y me permitió respirar un poco mejor. —¿Cómo te sientes? —preguntó con suavidad, sus ojos oscuros escudriñándome con intensidad. —Maxime… —supliqué, un sollozo atrapado en mi pecho, incapaz de contener la angustia que me había invadido desde el momento en que perdí la conciencia. Él se apartó lige
221 Maximiliano y Tomás se detuvieron en seco al abrir la puerta de la habitación de Julieta. Sus corazones latían con fuerza, anticipando lo peor, pero lo que encontraron fue una escena tranquila: Julieta dormía plácidamente, su respiración acompasada y su rostro sereno. Ambos hombres intercambiaron una mirada, sus expresiones aún tensas y pálidas. Fue entonces cuando una enfermera entró al cuarto, observando sus rostros llenos de preocupación. —¿Qué sucede? —preguntó con suavidad, percibiendo su evidente angustia. Tomás, quien parecía estar buscando su voz, finalmente habló. —Escuchamos un código rojo… —dijo con voz ahogada. La enfermera asintió de inmediato, comprendiendo la confusión. —Oh —respondió, acompañando sus palabras con una sonrisa conciliadora—. Fue en la habitación de al lado. Maximiliano cerró los ojos y soltó un largo suspiro, mientras Tomás apoyaba una mano en la pared, tratando de calmarse. —¿Está… está todo bien con Julieta? —preguntó Maxi
220 Maximiliano avanzó con pasos calculados hacia Liliane, manteniendo la calma mientras sus ojos se fijaban en la pequeña figura que descansaba a sus pies, envuelta en una manta desgastada. Maxime, su hija, estaba acurrucada, temblando de frío. Sus mejillas estaban sonrojadas, su nariz goteaba y sus labios tenían un tinte azulado que a él le produjo un nudo en el estómago. —Sé que antes no te amaba —dijo Max, su tono lleno de un falso remordimiento que había practicado para este momento—, pero podemos solucionarlo. Podemos ser una familia. Liliane alzó la vista, sus ojos llenos de una mezcla de desconfianza y esperanza. Dudaba, pero la necesidad de creerle era más fuerte que su orgullo. —¿Me lo prometes? —preguntó, su voz quebrándose. Maximiliano asintió con suavidad, intentando ocultar el desprecio que sentía hacia ella en ese momento. —Claro que sí, confía en mí —contestó con voz reconfortante, mientras su mirada se deslizaba hacia la pequeña Maxime. La niña estaba inquieta, a
219JulietaEstaba aterrada, pero me quedé quieta detrás de Max, con las manos temblando. Temía que, si Liliane me veía aquí arriba con ellos, todo se saliera aún más de control.—¿Estás seguro? —preguntó Liliane, con un dejo de duda en su voz.Max se mantuvo firme, su postura era tensa, pero su voz salió suave, como si estuviera tratando de calmarla.—Sí, creo que es lo mejor para nosotros, ¿no crees? —respondió, asegurándose de no sonar provocador.Un brillo de alegría cruzó el rostro de Liliane, como si esas palabras fueran todo lo que necesitaba escuchar.—¡Lo es! —exclamó emocionada—. Sabía que ibas a entender.Max asintió, sus ojos fijos en ella, midiendo cada palabra antes de decirla.—Claro que lo entiendo. En ese lugar, nadie nos molestará y podremos ser… felices.Liliane parecía casi eufórica. Dio unos pasos hacia atrás, medio bailando mientras decía: —¡Sí, sí, sí! Pensé que nunca lo entenderías. Yo soy la única que puede hacerte feliz —hablaba pletórica.Max tra