—Renuncio —dije calmada sin mirarle a la cara. —¡¿Qué?! —pregunta alarmado— tenemos un contrato firmado, no puedes dejarme. *** Julieta ha sido la amante secreta de un poderoso hombre durante años, esperando pacientemente por su promesa de amor eterno. Pero cuando sus ilusiones se rompen al descubrir su inminente boda con otra mujer, Julieta huye a Londres, buscando refugio en su familia. Obligada por las circunstancias, acepta un matrimonio arreglado con un duque enigmático y honorable. Sin embargo, su pasado no la deja en paz, y un inesperado regreso amenaza con desenterrar secretos y pasiones que podrían cambiar su vida para siempre.
Leer más275JulietaEl camino parecía eterno. Cada segundo que pasaba sentía cómo mi corazón golpeaba con más fuerza contra mi pecho. Las manos me sudaban, y aunque intentaba distraerme mirando el paisaje que se abría paso entre los árboles, mis pensamientos estaban completamente enfocados en él: Maximiliano.La camioneta se detuvo de repente. Me enderecé en el asiento y miré al conductor con ansiedad.—Hemos llegado, señora —se gira para verme.Mi respiración se aceleró. Salí del vehículo antes de que alguien pudiera abrirme la puerta. Mis piernas estaban temblando, pero no me importó. Frente a mí había una cabaña, pequeña pero acogedora, rodeada de un claro con algunos árboles altos que parecían resguardar el lugar.—¿Está aquí? —pregunté con un hilo de voz.El conductor asintió, pero no dijo nada más. Yo comencé a caminar hacia la entrada, mis pasos eran torpes, apresurados, pero cada uno me acercaba más a lo que llevaba meses esperando.Abrí la puerta lentamente, y lo primero que n
274JulietaMis ojos se abrieron de golpe cuando escuché la voz del guardia.—Señora... lo encontraron —alguien gritó sin aliento.Me levanté de inmediato, sin pensar, con el cabello hecho un desastre y el corazón latiendo como loco.—Vamos, vamos —dije mientras me ponía las zapatillas a toda prisa—. ¡Llévame a donde está!El guardia me miró nervioso, pero negó con la cabeza.—No, primero debe bañarse y arreglarse —ordenó con un tono que intentaba ser firme.Le lancé una mirada furiosa, una que, en cualquier otra ocasión, habría hecho retroceder a cualquiera. Y este hombre no fue la excepción. Dio dos pasos hacia atrás con las manos en alto como si se estuviera rindiendo.—Quiero... —intenté refutar.—El jefe Marcelo lo ordenó, señora. Yo no. Solo soy un mensajero —dijo un poco asustado.Sin esperar mi respuesta, se dio la vuelta rápidamente y desapareció por el pasillo.Bufé frustrada, pero cuando vi mi reflejo en el espejo, entendí el porqué de la insistencia. Mi cabello
273Marcelo había logrado obtener una pista importante después de días de investigar. Una vez que consiguió el nombre de Sebastián Deveroux, sabía que tenía que actuar rápido. El hombre tenía vínculos con el bajo mundo, y no sería fácil llegar a él, pero Marcelo no era alguien que se detuviera por un desafío.Tomó su celular y llamó a un viejo conocido.—Hola... Cole, necesito un favor, hermano.—Lo que sea por quien me salvó la vida hace tres años —respondió Cole sin dudar.Marcelo le explicó lo que necesitaba. Cole, siendo un hombre de recursos, no tardó más de unos minutos en devolverle la llamada con una dirección.—Aquí tienes, hermano. Es todo lo que pude conseguir. Ten cuidado, ese tipo no es cualquiera.Marcelo colgó con un agradecimiento y comenzó a movilizar a su equipo.—¿Jefe, tiene algo? —preguntó uno de sus subordinados mientras Marcelo revisaba la dirección.—Sí, pero no le digas nada a Julieta aún. No quiero llenarla de esperanzas si no estoy completamente seguro. Esto
272Maximiliano apretó los puños. No era momento de pensar en las probabilidades. No era momento de dudar. Su mente estaba clara, enfocada solo en una cosa: sobrevivir.Boris, por su parte, parecía encantado con la atención. Levantó los brazos, recibiendo los vítores como si ya hubiera ganado.—Es hora de pelear —gruñó Boris, y la multitud enloqueció, animándolo con cánticos y gritos.Maximiliano inhaló profundamente, preparándose para el golpe inevitable. Pero en el fondo de su mente, entre el caos y la adrenalina, un pensamiento se abrió paso como una luz en la oscuridad.“Julieta, espérame. Voy a salir de esta, voy a reconquistarte. Nos casaremos, y Maxime, tú y yo seremos una familia.”El sonido de una campana improvisada resonó en el almacén, marcando el inicio de la pelea. Boris avanzó como un toro desbocado, sus pasos resonaban en el suelo como tambores de guerra.Maximiliano esquivó el primer golpe, un puñetazo que, de haberlo alcanzado, podría haberlo dejado fuera de c
271El sótano era oscuro y húmedo, con el eco de cada gota de agua cayendo desde una tubería rota. Maximiliano estaba sentado en una esquina, las muñecas sujetas con cadenas al muro. Había aprendido a conservar su energía, observando y esperando el momento adecuado para actuar, pero sabía que esta noche sería diferente.Sebastián entró acompañado de dos hombres fornidos. Una sonrisa cruel se dibujó en su rostro al ver a Maximiliano.—Espero que hayas descansado bien, Max. Hoy es tu gran noche.Maximiliano levantó la mirada lentamente, sus ojos azules clavándose en los de Sebastián con una furia contenida.—¿Vas a pelear tú, Deveroux? Porque sería un placer romperte la cara.Sebastián soltó una carcajada mientras uno de sus hombres se acercaba y tiraba de las cadenas, obligando a Maximiliano a ponerse de pie.—Oh, no, amigo. Pero alguien mucho más fuerte está ansioso por conocerte. Boris está calentando para darte la bienvenida.Maximiliano arqueó una ceja, pero no dijo nada. Ha
270Los flashes se intensificaron, capturando su rostro lleno de lágrimas, el temblor en sus labios. Esa imagen era perfecta para la narrativa de una mujer destruida, incapaz de sobrellevar la pérdida de su esposo.Anthony, notando el estado de Julieta, intervino rápidamente.—Les pido que respeten la privacidad de Julieta en este momento tan delicado. Maximiliano no solo era su esposo, era su roca, su compañero. Nuestra familia necesita tiempo para sanar, y les agradecemos que nos den ese espacio —dijo Anthony firmemente.Un periodista levantó la mano rápidamente, sin intención de ceder.—Señor Hawks, ¿cómo planean honrar la memoria de Maximiliano? —pregunta un periodista.Anthony suspiró profundamente, dejando que la pausa dramática llenara la sala.—Maximiliano será recordado como un hombre excepcional. Planeamos una ceremonia privada, solo para la familia, donde honraremos su legado. Les pedimos que entiendan nuestra decisión de mantener esto fuera del ojo público —una lágr
269Anthony entró con su habitual porte imponente, apoyándose ligeramente en su bastón, pero con la mirada tan firme como siempre. Julieta, al verlo, se irguió de inmediato, aún con los ojos enrojecidos, pero llena de una determinación feroz.—Hija —dijo Anthony con una voz grave pero cargada de ternura—. Marcelo me dijo que estabas aquí, así que vine a verte.—¡Él no está muerto! —exclamó Julieta antes de que él pudiera decir algo más, como si repitiera un mantra para convencerse a sí misma tanto como a los demás—. ¡No lo está!Anthony asintió con calma, su rostro sin rastro de duda.—Lo sabemos, Julieta. Lo sabemos —la tranquiliza el anciano.Ella parpadeó, sorprendida por su respuesta.—¿Entonces…? —estaba confundida.—Necesitamos enfocarnos en esto de la manera correcta. Darle otro enfoque —dijo Anthony, su mirada adquiriendo un brillo astuto, casi siniestro.—¿Qué enfoque? —preguntó Julieta, su ceño fruncido por la confusión.—Hacerle creer al antagonista que ganó —respo
268Marcelo estaba decidido a encontrar respuestas. La cárcel, ahora un esqueleto humeante y lleno de escombros, ya no ofrecía pistas visibles. Sabía que quedarse allí sería una pérdida de tiempo, así que ajustó su abrigo y decidió tomar un enfoque más directo. Si Maximiliano no estaba entre los escombros, alguien tenía que saber algo.Con esa determinación, condujo hasta la instalación temporal donde habían reubicado a los reclusos sobrevivientes. Al llegar, su sola presencia imponía respeto. Marcelo era conocido en ciertos círculos, y aunque muchos de esos hombres jamás habían tratado con él directamente, su reputación lo precedía.—Quiero hablar con los que estaban en el ala este el día del accidente —ordenó al oficial encargado con voz firme. —Señor, necesitaré autorización para… —comentó el hombre.Marcelo le lanzó una mirada helada que detuvo cualquier excusa. —¿Necesitas mi autorización para conservar tu trabajo? Porque puedo gestionar eso en minutos —las palabras de M
267Marcelo observó a Julieta dormida en la cama del hospital, aún bajo los efectos del calmante que el doctor le había administrado a petición suya. Sabía que ella estaba demasiado alterada para seguir con la búsqueda de Maximiliano. La última noticia había sido devastadora: la televisión afirmaba que Maximiliano Hawks había muerto en los escombros de la cárcel. Pero Marcelo no lo creía, no podía. Con Max nunca nada era tan sencillo.Tomando aire, salió del hospital para seguir investigando. Tenía contactos, y si alguien podía averiguar quién había difundido ese rumor, era él. Sin embargo, las llamadas de Anthony Hawks no dejaban de llegar. Marcelo había ignorado las primeras, sabiendo que no tenía respuestas para el anciano, pero al final no tuvo más opción.—¿Muchacho? —la voz de Anthony sonaba firme, con un deje de impaciencia—. Dime qué sabes de mi nieto. No soy de cristal, fui a la guerra, ¿sabes? Sé cómo es este mundo de jodido.Marcelo suspiró, llevando una mano a su frente