Sé que algunos número se repiten, pero no el capítulo como tal, Pido disculpas si eso las confunde. Gracias
301.Maximiliano llevó a Julieta a casa y le dio una pastilla para tranquilizar sus nervios. Poco menos de dos horas después, se quedó profundamente dormida.Al salir de la habitación, encontró a Lucían esperándolo en el pasillo. Marcelo lo había traído personalmente hacía unos meses, y desde entonces, era de su absoluta confianza.—Necesito que te quedes con mi mujer —ordenó Max con voz baja pero firme.Lucían asintió con seriedad.—Bien, señor.—Escríbeme si se despierta —agregó sin más antes de marcharse.Max salió de la casa y se encontró con Marcelo, quien ya lo esperaba en el auto. Apenas subió al asiento del copiloto, su hombre de confianza encendió el motor y lo miró de reojo.—¿Está más tranquila?Maximiliano exhaló, frotándose la mandíbula con tensión.—Le tuve que dar una pastilla —respondió con frialdad—. Terminemos de una vez esta maldita pesadilla para que mi mujer pueda estar tranquila.Su mirada oscura reflejaba una determinación siniestra.Marcelo asintió y condujo en
302.Dimitri estaba desesperado. No tenía un lugar donde quedarse, ni dinero, ni aliados. El viejo Fernando, su última esperanza, lo había abandonado sin miramientos.Primero, vendió la mansión para pagar su propia deuda. Luego, al enterarse de que su hija Liliane estaba en el hospital, liquidó lo que le quedaba y desapareció sin dejar rastro. Dimitri se quedó solo, sin apoyo y con la sombra del Pakhan cada vez más cerca.Ignati lo estaba cazando.O al menos eso era lo que Dimitri sentía. No había movimientos directos en su contra, ninguna amenaza clara. Solo un juego macabro donde él era el ratón y el león solo esperaba el momento adecuado para devorarlo.Apretó los dientes y bajó la gorra sobre su rostro, intentando ocultar su identidad mientras caminaba entre la multitud. No podía arriesgarse a ser reconocido.El problema era que el tiempo jugaba en su contra.***Mientras tanto, en un mundo completamente distinto, Julieta estaba abrumada de trabajo. Las reuniones, las llamadas, la
303Dimitri sabía que su suerte estaba echada. Desde el momento en que perdió el apoyo del viejo Fernando y su hija quedó fuera de combate, se convirtió en un objetivo fácil. Sus aliados lo abandonaron, los contactos que antes le prometían protección ahora ni siquiera le contestaban el teléfono.Esa noche, con la gorra bien calada sobre la cabeza, caminaba rápido por una calle secundaria de la ciudad. Tenía un plan: cruzar la frontera con un pasaporte falso y desaparecer. Tal vez Sudamérica, tal vez Asia. No importaba dónde, lo único que importaba era salir con vida.Pero antes de llegar al punto de encuentro con el falsificador de documentos, su instinto le gritó que algo iba mal.Demasiado silencio.Demasiado vacío.Dio un paso hacia atrás, listo para correr, cuando sintió el cañón frío de una pistola en la base del cráneo.—No lo hagas más difícil, Dimitri —dijo la voz de Marcelo, seca y peligrosa.Dimitri tragó en seco. Maximiliano apareció de entre las sombras, con una calma crue
304El frío de los Alpes se desvanecía en la calidez del reencuentro. Cada uno se refugiaba en su cabaña, pero el destino—o quizás la complicidad—los había reunido para compartir más que un paisaje nevado. Tomás, siempre el que conectaba a las personas, había traído a Maxime, la hija de Max y Julieta, para que la familia se volviera a abrazar sin el peso de viejas batallas. Los enemigos, ya castigados por su propia mano o por la ley, se habían disipado, dejando solo la libertad y la alegría de un futuro sin sombras.Reunidos en el vestíbulo de una de las cabañas, el ambiente era festivo y cómplice. Entre risas y miradas cómplices, Tomás, con esa picardía que lo caracterizaba, lanzó:—Bueno, ahora ustedes son pareja o no —señala al par que tiene frente a él.Max no dudó en responder sin tapujos:—Lo somos —asintió con la alegría desbordándose de él.Julieta, al oír la afirmación, sintió cómo el calor se extendía por sus mejillas, tiñéndolas de un rojo vivo. Con una sonrisa tímida, conf
305La boda había llegado cuanto antes, Maximiliano quería que Julieta llevara su apellido, que su hija fuera parte de su familia de forma oficial. El salón estaba radiante. La luz de las lámparas de cristal reflejaba el brillo de las copas, de los cubiertos de plata y de las miradas cómplices que se cruzaban entre los invitados. La música flotaba en el aire, ligera y elegante, envolviendo a Maximiliano y Julieta en su propio mundo mientras danzaban en el centro de la pista.Ella llevaba un vestido que parecía hecho de estrellas. Cada movimiento hacía que la tela brillara como si guardara un pedazo del cielo nocturno en su interior. Él, con su traje negro perfectamente ajustado, tenía el porte de un rey, pero en ese momento solo era un hombre enamorado, completamente entregado a la mujer que tenía entre sus brazos.—No puedo creer que ya seas mi esposa —murmuró Maximiliano, acercándose peligrosamente a su oído.—Ni yo que hayas sobrevivido a la boda sin matar a nadie —le respondió ell
306Callum estaba viendo una película. No tenía mucho sueño y estaba ansioso.Isabel ya estaba en sus últimos días de embarazo y eso lo llenaba de inquietud. No importaba cuántas veces intentara convencerse de que todo iba a salir bien, su mente no dejaba de imaginar todos los escenarios posibles.—Cariño —dijo una voz femenina a su espalda.Callum se giró de inmediato y vio a Isabel de pie en la entrada de la sala, su silueta iluminada por la tenue luz del televisor.—Amor, ¿estás bien? —preguntó con ansiedad, poniéndose de pie al instante.—Estoy bien —respondió ella con una sonrisa suave—. ¿Por qué no vamos a dormir? No me gusta dormir sin ti.—Vamos.Callum apagó el televisor sin pensarlo dos veces y se acercó a ella, sosteniéndola con cuidado para ayudarla a caminar hasta la habitación. Se aseguraba de que no hiciera demasiado esfuerzo, cuidándola como si fuera lo más preciado del mundo.Cuando llegaron a la cama, la ayudó a acostarse y luego levantó la colcha para meterse con el
307Tomás y Fabricio estaban en una tienda de artículos para bebés, rodeados de estanterías llenas de peluches, ropita diminuta y juguetes de colores pastel.—¿Qué tal un peluche? —sugirió Fabricio, sosteniendo un osito marrón con un moño azul en el cuello.—No, no —Tomás negó con la cabeza de inmediato—. Leí que esa tela puede causar alergias en los recién nacidos y, además, los peluches son un depósito de gérmenes.Fabricio suspiró y dejó el peluche en su sitio.—Está bien, señor "todo lo sé sobre bebés" —bufó con diversión—. Entonces, ¿qué tal si mejor compramos ropa?Tomás cruzó los brazos, pensativo.—No es mala idea, pero hay que asegurarnos de que sea de algodón orgánico. No queremos que la piel del bebé tenga reacciones alérgicas.Fabricio se quedó en silencio un momento, mirándolo fijamente.—Tomas… ¿estás nervioso?—¿Qué? No.—Llevamos dos horas aquí, y a todo le encuentras un "pero".Tomás desvió la mirada, incómodo.—Solo quiero que sea un buen regalo. No quiero llevar cua
1 POV Julieta Mi respiración estaba atascada en mi garganta mientras él bombeaba sin descanso dentro de mí, una explosión se acumulaba en mi vientre bajo ya familiar para mí. Miré sus hermosos ojos de azules que me devolvían la mirada de manera cálida. Era el único momento que teníamos donde no era como el hombre de las nieves, frío y distante. Siempre era tan frío en el trabajo, que me siento privilegiada cuando la calidez entra en su mirada y solo es para mí, compaginando con su cuerpo caliente. Sus musculosos brazos sostenían todo su peso me besaba de manera ardorosa mordiendo mis labios casi con saña. Me entrego sin vergüenza al único hombre que he amado siempre. Llegamos a nuestro clímax casi al mismo tiempo y me siento en las nubes. Como cada vez. Aún mi sudor no se había secado cuando él ya estaba levantándose de la cama y metiéndose al baño. Suspiré un poco triste, pero ya acostumbrada porque nunca fue el tipo de hombre que se acurruca y se queda horas hablando o simpl