298. Sin la menor conseción

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Julieta

La comida había comenzado con un enfrentamiento verbal como de costumbre. Maximiliano se divertía demasiado provocándome y yo hacía mi mejor esfuerzo por ignorarlo.

Pero a medida que la cena avanzaba, me di cuenta de que estaba en desventaja.

—Prueba esto —dijo, partiendo un pedazo de su filete y acercándolo con el tenedor hasta mi boca.

—Puedo comer sola —respondí con firmeza.

—Sí, pero es más divertido si te doy de comer yo.

Su tono sugerente me calentó la piel. Dudé por un segundo, y su sonrisa se amplió como si supiera exactamente lo que estaba pasando por mi mente.

—Vamos, princesa. Solo es un bocado.

Mis ojos fueron de su rostro al tenedor, y finalmente suspiré, abriendo la boca.

—Buena chica —murmuró con voz grave, observándome de cerca mientras tomaba el bocado.

El calor subió por mi cuello hasta mis mejillas, y él lo notó. Lo sabía.

—Ves, eso no fue tan difícil —susurró, inclinándose hacia mí.

Aparté la vista, sintiéndome acorralada.

—Siempre tienes que hacer esto
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