301. Cazando a los Enemigos

301.

Maximiliano llevó a Julieta a casa y le dio una pastilla para tranquilizar sus nervios. Poco menos de dos horas después, se quedó profundamente dormida.

Al salir de la habitación, encontró a Lucían esperándolo en el pasillo. Marcelo lo había traído personalmente hacía unos meses, y desde entonces, era de su absoluta confianza.

—Necesito que te quedes con mi mujer —ordenó Max con voz baja pero firme.

Lucían asintió con seriedad.

—Bien, señor.

—Escríbeme si se despierta —agregó sin más antes de marcharse.

Max salió de la casa y se encontró con Marcelo, quien ya lo esperaba en el auto. Apenas subió al asiento del copiloto, su hombre de confianza encendió el motor y lo miró de reojo.

—¿Está más tranquila?

Maximiliano exhaló, frotándose la mandíbula con tensión.

—Le tuve que dar una pastilla —respondió con frialdad—. Terminemos de una vez esta maldita pesadilla para que mi mujer pueda estar tranquila.

Su mirada oscura reflejaba una determinación siniestra.

Marcelo asintió y condujo en
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