6. Vine a verte

6.

Omnipresente

—Bueno, cari, lo primero es lo primero, y lo primero es que comas. Luego te des un baño con agua fría para bajar esa inflamación de los ojos. Y como sabía que la cosa podía ser grave, te traje tres vestidos espectaculares para que uses hoy.

Normalmente Julieta no usaba vestidos, sino faldas de tubo o pantalones y camisas de seda con una chaqueta. Le parecía más profesional para cualquier evento. Julieta no quería llamar la atención de personas indeseadas ni mucho menos que pensaran que ella solo quería coquetear con los hombres de la oficina como hacían otras mujeres. Ella solo quería trabajar y estar cerca de Max.

—No sé si un vestido me arregle mi ánimo —hizo una mueca dudosa.

—Cari, eso es porque no has usado mis vestidos en cuatro años. Es demasiado tiempo, cariño —suspiró dramáticamente su mejor amigo —tienes que volver a casa regia y empoderada.

No me sentía así, pero tal vez sea bueno fingirlo.

—Si me llama, hablaré con él hoy y, si todo fue un malentendido o él se retracta, puedo quedarme más tiempo —le cuenta Julieta a Tom, quien apretó las manos en puños.

Odiaba lo que ese tipo le había hecho a su mejor amiga, ella antes era tan radiante y segura de sí misma.

—¿Y si no es un malentendido, Julieta? ¿Qué piensas hacer si el hombre se casa? —me pregunta directamente Tomás, muy serio.

—Entonces me voy. Regresaré a donde pertenezco —le cuento.

—¿Estás segura que quieres hacer eso? Ellos siguen buscándote como locos. Sé que te quiero, pero casarte con ese viejo feo...

No culpaba a Tomás por lo que decía. Era verdad. Si ella regresaba a Londres, seguramente su padre quisiera intentar casarla con otro hombre. En realidad, es una de las razones por las que se vino a Estados Unidos, prácticamente huyendo.

—Bueno, al menos alguien va a querer casarse conmigo —dijo la chica en broma.

—No es chiste, cari. Es de tu vida de lo que estamos hablando. No puedes estar casándote por allí con cualquier loco — le regaña.

—Tal vez después del matrimonio llegue el amor, ¿no te parece? —trata de ser optimista.

—No, me parece que no estamos en el siglo V, cari —le recuerda Tom.

—Tal vez se les olvide y ya no quieran casarme con nadie. O pueda buscar otro trabajo aquí. Quizás, solo quizás, papá ya aprendió la lección.

—Todo es posible en la villa de Dios —se burla Tomás— termina de comer para irnos de paseo hoy, necesitas relajarte.

Julieta se dio una buena ducha luego de desayunar preparada para pasar el día con Tom, bajaron y él recibe una llamada de emergencia en su trabajo y se va corriendo.

—Discúlpame la vida, cari debo irme —dijo con pesar en la cara.

Sabía que su amiga lo necesitaba, pero en el trabajo tenían unas emergencias con unas telas que llegaron de forma errónea a su taller de costura.

—No te preocupes, me iré a ver una película sola —dijo ella encogiéndose de hombros.

—Bueno, pero luego en la noche salimos a un bar para emborracharnos como Dios y la edad nos lo permita —se burla él montándose en su lujoso auto.

André el chofer manejaba y se incorpora rápido en el trafico de la ciudad para llevar a su jefe, ella respira hondo y se gira para caminar un rato antes de tomar el metro, cuando se topa con Maximiliano Hawks recostado de su auto.

Ella decidió seguir de largo, solo verlo le causaba un dolor inmenso, se traga ese cumulo de emociones y sigue caminando con la espalda recta y la frente en alto. Max la mira extrañado, el día de ayer si él hubiera venido a buscarla ella hubiera prácticamente saltado encima de él y ahora pretende ignorarlo.

¿Está loca?

—¿A dónde crees que vas? —pregunta Max enojado e incómodo por la nueva actitud de su asistente.

—Me voy a disfrutar mi día libre, señor Hawks —le responde ella sin dejar de caminar— que tenga lindo día, señor.

Max no sabe en qué momento comenzó a caminar detrás de ella, pero le parecía increíble que ella no se detuviera.

—Detente —exigió Max levantando la voz, varios de los transeúntes voltearon a mirarlo con desagrado— vine a verte —dijo está vez en voz moderado.

Julieta se detuvo y se gira para mirarlo a ver si era cierto lo que decía, se veía un tanto honesto, pero ella ya no sabía que creer. Ambos querían ignorar la noche anterior, él no quiere decirle que la vio con lágrimas en los ojos y ella no quiere decirle que lo vio poniéndole un anillo a otra mujer que no era ella.

Se devolvió hasta donde él estaba y la sonrisa socarrona de su jefe la hizo enojar de sobremanera haciendo apretar los pequeños puños a su lado.

—Felicidades por su compromiso, señor Hawks —dijo con desdén.

Cuando estaban a solas ella solía llamarlo Max y él bajaba la guardia con ella unos momentos, pero ahora no es posible si quiere mantener la distancia con él.

—¿Es eso lo que te tiene molesta? —pregunta con una risita— no puedes estar molesta por eso —le dice en modo burlón.

Lo que solo la hizo enojar más y apretar más los puños queriendo pegarle en su esculpido rostro y retener las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.

—No eres quien para decirme si puedo o no estar molesta por algo, señor Hawks —le refuta ella cada vez más enojada.

—No me hables de esa manera —le dice él secamente perdiendo la paciencia, Julieta nunca le había hablado de esa manera tan grosera— ven para acá —la tomó del brazo y la arrastró para su carro.

La montó en el auto casi obligada y le abrochó el cinturón en movimientos bruscos y nerviosos, Julieta solo pudo fruncir el ceño y resoplar.

—No sabía que se le daba bien los secuestros —le dice en cuanto se monta en el auto.

—Déjate de tonterías —le recrimina su falta de madurez— te estás comportando como una niña.

Julieta está vez no contesta, Max agarró duro el volante enojado y nervioso por el nuevo trato que le propinaba su asistente. El día de ayer ella estaba cariñosa y atenta… Ahora solo parece un tempano de hielo.

—¿A dónde vamos, señor Hawks? —pregunta Julieta cuando no reconoce la autopista.

—Te tengo una sorpresa —dijo serio poniendo los ojos en blanco— que has arruinado con tus berrinches.

—Entonces puedes dejarme aquí, gracias —le dijo con reproche.

Demasiado enojada como para emocionarse con una de sus sorpresas, Max solo aprieta más el volante y no le responde a su inadecuado comportamiento. El silencio incómodo cae en el espacio reducido del auto, Julieta solo ve el paisaje y Max pensativo maneja a las afueras de la ciudad.

Ella normalmente no usaba vestido, pero ese vestido rojo que llevaba ese día hacía resaltar sus piel cremosa y blanca, su cabello castaño estaba recogido en una cola de caballo sencilla.

—¿Quién era ese hombre con el que te vi hablando? —pregunta cuando ya no aguanta más la curiosidad.

—Un amigo —respondió de forma tranquila sin voltear a verlo.

—Tú no tienes amigos, Julieta —le habla con desprecio de manera lenta tratando de entender qué diablos sucede.

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