3. Tú te quedas

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POV Julieta

Me tuve que quedar hoy viernes hasta tarde para hacer unos pendientes que se retrasaron por nuestra escapada al hotel y la videoconferencia de Shanghái, él se había ido hace mucho rato.

Eran las nueve de la noche cuando salí de la oficina y estaba totalmente solitario y oscuro, los demás se habían ido y me fui caminando sola hasta llegar a la estación del metro, que quedaba al menos unas ocho cuadras de Hawks Holdings. Sin embargo, era mi rutina diaria y mi único ejercicio, no importaba qué tan tarde saliera me gustaba tomar transporte público me hacía sentir menos sola.

Cuando llegué a mi casa sintiendo mi alma apesumbrada, sola, vi a mi alrededor. Solo tenía alumbrada la cocina; todo lo demás estaba a oscuras. Nadie me esperaba, nadie me abrazaba. Tenía al menos cinco años sin ver a mi familia simplemente porque no quería regresar.

—Que sola me veo en el futuro —solo el eco era mi compañía. Ni siquiera me atrevía a tener una mascota porque a Max no le gustaba el pelo de animal en la ropa.

Estaba haciendo unas pasantías en Hawks Holdings cuando reconocí a Maximiliano. Su porte, su cuerpo y su rostro me enamoraron de nuevo de él. Fue su inteligencia lo que terminó de atraparme para siempre en sus manos, así que luché por quedarme en este puesto de asistente poco después de terminar mi pasantía.

Pero momentos como ahora me hacían sentir sola, terriblemente sola. Tenía tres años sin vacaciones porque me negaba a dejarlo solo. Él no podría funcionar sin mí. Yo era una de las piezas más importantes en su empresa, puesto que estaba pendiente de todo aquello que él necesitara sin importar la hora, aunque eso él jamás lo admitiría.

Fue una llamada lo que me sacó de mis cavilaciones y contesté sin pensar, porque el único que llamaba a esta hora siempre era Maximiliano. Pero esta vez me equivoqué, no era mi jefe para nada.

—Necesito que recojas una caja con una joya exclusiva en la joyería de siempre —dijo Michelle, la hermana de Maximiliano— y más te vale que tengas cuidado con eso, que tu miserable sueldo no va alcanzar para pagar si lo pierdes, loser.

—Sí, señorita Hawks —respondí, como se supone que debería responder, cuando solo quería colgarle el teléfono.

Las palabras frías de la señorita Michelle no me dolían tanto como cuando venían de su hermano, a veces he pensado que es mejor irme. Él no parece quererme o que le importe un poco, pero luego lo veo y se me quita toda duda que pueda albergar mi mente cuando mi corazón lo ama como lo hace.

¿Es patético? Puede ser, no me arrepiento de amarlo con todo lo que soy. Aun no.

—Y muévete, que es urgente —dijo ella con una frialdad de piedra.

No dije nada más, colgó con un resoplido. Simplemente tomé mi abrigo y esta vez sí tomé un taxi y me apresuré a llegar a una de las boutiques de joyas más exclusivas que hay en la ciudad.

—¿Usted es la señorita Julieta Persson? —me preguntó el encargado.

Me cambié el nombre par estudiar en esta ciudad y ya era tarde para cambiarlo por mi verdadero apellido, de todas formas, es mejor así.

—Sí, soy yo. Me mandó la señorita Michelle Hawks a buscar alguna joya —contesté con una sonrisa cansada.

Yo suponía que la joya debía ser algún regalo para la madre de Michelle y Max. Normalmente, el señor Hawks siempre se acordaba de llevarle algún obsequio ha exigencias de ella, pero hoy no me dijo que comprara nada. Yo era la encargada de esas cosas.

—La señora Hawks me dijo que no podía ser abierto por nadie, así que por favor tenga mucho cuidado con él —dijo entregándome una cajita pequeña como de anillo aretes.

Al principio no lo entendí del todo, pensé que era un regalo para la señora Hawks, pero el encargado me dejó claro que fue ella quien le dijo que lo retirara. La verdad es que no entiendo muy bien, pero, sin embargo, no es mi trabajo pensar en esas cosas. Me regreso de nuevo al taxi que me está esperando y le doy la dirección de la mansión de los Hawks.

En cuanto llegué, había varios carros en la entrada y pensé que tal vez era una fiesta de cumpleaños para alguien de la familia y por eso me mandaron a buscar el regalo, pero si es así ¿Por qué no lo compraron ellas hoy?

El taxista se detuvo justo en la entrada y le pagué, bajándome del auto. Cargaba la misma ropa formal de la oficina así que sabía que me iba a sentir fuera de lugar, no me dio ni siquiera tiempo de cenar. Saliendo de aquí, compraría cualquier sándwich de pavo y queso fundido, cuando llegara a casa me tomaría una copa de vino, me relajaría en mi pequeña bañera durante horas. Después de todo, hoy comenzaba el fin de semana y normalmente no vería al señor Hawks.

Entré buscando a Michelle, que fue quien me había mandado a buscar el regalo, o al menos a la señora Brigitte, para que recibieran el regalo y poder irme a mi casa de una vez por todas. Había al menos unas 15 personas dentro del salón de fiestas de la familia Hawks y todos vestidos de manera elegante como si de una gala se tratara y creí ver algunos reporteros tomando fotos, así que sí, me sentía fuera de lugar. Estando en aquí podía entender que eran una de las familias más ricas y antiguas del país, pero no se comparaban con otras familias en el exterior que tenían tres veces más de lo que ellos tenían. Más, sin embargo, se comportaban como esos que tenían más adquisiciones, poder y dinero que ellos.

—Al fin llegas, ¿cuánto pensabas tardar?, siempre tan inútil —dijo Michelle a mi lado, llegando como un fantasma a mi lado.

No me inmuté y simplemente le extendí la mano con la bolsa de regalo que me había dado el encargado de la joyería, y dentro estaba la caja.

—Que tenga buenas noches, señorita Michelle —le dije con un poco de rabia en mi voz, tratando de enmascararla lo más que pude con educación. No quería problemas con Maximiliano, me giré para irme.

—Muchacha tonta, deberías quedarte, la fiesta apenas comienza —sus palabras e detuvieron, la cara de satisfacción no me gustó para nada— nunca tendrás oportunidad de asistir a un evento así, quédate.

—No se preocupe, señorita, muchas gracias por la invitación, pero yo debo retirarme —dije cortésmente apretando las manos en puños.

Michelle creía siempre que yo era inferior a ella y eso estaba comenzando a hartarme.

—Si yo digo que te quedas, tú te quedas, mugrosa secretaria —me reclama con rabia y entre dientes para que los invitados no la oigan— si te mueves hago que mi hermano te despida.

No me iba a despedir, pero tal vez me regañaría y no quería eso, este año culminaba nuestros contratos, el de trabajo… y el personal. No sé si se renovará, tal vez él ya no esté interesado en mí luego de tres años.

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