El Secreto de Rut.

El Secreto de Rut. ES

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Resumen
Índice

Rut, una mujer marcada por el dolor y la soledad, cree que su vida ha llegado al límite. Sin embargo, la llegada de una persona inesperada le muestra que la redención es posible. Enfrentando su pasado, Rut inicia un camino de autosuperación que no solo cambiará su destino, sino que también la llevará a descubrir un amor que podría estar destinado por el mismo Dios. No obstante, cuando la vida parecía sonreírle y colocarle en su camino a un hombre al cual amar, cae en la trampa de una persona maliciosa, quien envidiosa por su presencia, la involucra en la muerte de uno de los hermanos de David, el hombre de quien comenzaba a enamorarse y quien terminará por acusarla de un crimen que no cometió. ¿Podrá Rut demostrar su inocencia? ¿Por fin la vida podrá sonreírle? ¿Es posible hallar una nueva oportunidad cuando todo parece perdido?

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1. Bajo la lluvia, un nuevo camino
El cielo estaba gris, y la llovizna caía en gotas finas, empapando el ambiente con una melancolía persistente. Cada paso hacia la puerta de la casa de su tía se sentía como un desafío para Gabi. El frío calaba en su piel, y el corazón encogido latía con temor. Cuando golpeó suavemente la madera, los pasos acercándose del otro lado la llenaron de inquietud. El esposo de su tía abrió la puerta, con una expresión de curiosidad que rápidamente desapareció. —Jhoana, ven, es tu sobrina. Jhoana apareció detrás de él, cruzándose de brazos y con el ceño fruncido. Su mirada era dura, y el tono de su voz llegó como un golpe directo al corazón de Gabi. —¿Qué haces aquí? —preguntó, su voz cargada de desdén—. Ya mi mamá murió, y con ella se acabó mi obligación contigo. No tengo por qué tolerarte más. El tío político intentó suavizar el momento. —No seas así, Jhoana. Ni siquiera te ha dicho a qué vino. —No me importa —espetó ella, alzando la voz—. Esa ingrata le quitó todo a mi madre, to
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2. Refugio inesperado.
Gabriela se quedó inmóvil al verlos. Los gemelos eran idénticos, altos y delgados, irradiando una vitalidad que contrastaba con el peso emocional que cargaba ella. La sonrisa de uno de ellos iluminó incluso el día más gris mientras le tendía su chaqueta sin dudar. —Toma, Rut. Ponte esto. Estás temblando de frío —dijo con calidez, un tono que desarmó sus barreras por completo. Gabriela titubeó antes de tomar la chaqueta, envolviéndola alrededor de su cuerpo. A medida que el frío retrocedía, sintió como si por un breve momento el peso de su soledad también disminuyera. Por primera vez en mucho tiempo, permitió que la calidez de otro ser humano alcanzara su corazón. La tranquilidad, sin embargo, duró poco. Uno de los gemelos miró hacia atrás, interrumpiendo el momento. —Allá viene David —murmuró, su tono teñido de respeto y una pizca de nerviosismo. Gabriela giró la cabeza lentamente y vio a un hombre mayor que los gemelos caminando hacia ellos. Su figura imponente estaba env
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3.El calor de un hogar desconocido.
Rut, no quiso quedarse en su cuarto. Aunque el cansancio pesaba sobre su cuerpo, el silencio encerrado en aquellas cuatro paredes le resultaba sofocante. La casa tenía una calidez especial, un ambiente que la envolvía con una familiaridad desconocida. Así que decidió bajar a la cocina, guiada por el aroma especiado que flotaba en el aire. Al entrar, el resplandor amarillo de la lámpara iluminaba los tonos tierra de los muebles, y el sonido rítmico de los cuchillos chocando contra la tabla de cortar le recordó tardes lejanas en la cocina de su abuela. Sin pensarlo demasiado, comenzó a moverse entre los ingredientes, sus manos obrando con precisión. Los gestos eran mecánicos, instintivos, como si en cada corte y cada mezcla reencontrara una parte de sí misma David estaba allí, apoyado contra la mesada. No hablaba, no intervenía, solo observaba, sus ojos recorriendo los movimientos ágiles de Rut con un aire de análisis silencioso. No había desconfianza en su mirada, pero sí una e
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4. Un amanecer diferente.
El amanecer comenzó a teñir el cielo con tonos cálidos cuando doña Rebeca entró al cuarto de Rut. La habitación estaba tranquila, y Rut parecía dormir profundamente, su rostro más relajado tras la fiebre de la noche anterior. Con pasos silenciosos, Rebeca se acercó y colocó una mano sobre la frente de Rut, verificando que la fiebre no hubiera vuelto. Al sentir el contacto, Rut abrió los ojos lentamente, parpadeando ante la luz tenue que atravesaba las cortinas. —¿Cómo te sientes, hija? —preguntó Rebeca en voz baja, su mirada llena de preocupación. —Mejor, gracias a Dios —respondió Rut con una leve sonrisa. Rebeca respiró aliviada y cerró los ojos por un momento, murmurando una breve oración de agradecimiento. Tocó suavemente el brazo de Rut antes de agregar: —Sigue descansando, hija. No te preocupes por nada. Estás en casa. Rut intentó obedecer, pero la inquietud en su pecho no la dejaba permanecer quieta. Minutos después de que Rebeca se fuera, se levantó. No podía queda
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5. Más allá de los errores, un hogar.
Joel dejó a Rut en el pasillo, su actitud despreocupada contrastando con el peso emocional que ella sentía. Él se dirigió directamente al comedor, donde sus hermanos ya lo esperaban. Mientras colocaba un plato en la mesa, comenzó a relatar lo ocurrido con entusiasmo. —No la encontrábamos por ningún lado. Ni en el jardín, ni en el patio, ni en la casa. Hasta que me acordé de la quebrada —dijo Joel, haciendo un gesto amplio con las manos. David, sentado al otro lado de la mesa, levantó una ceja. —¿Recién se te ocurrió buscar allí? —preguntó con un tono seco, acompañado de un leve arqueo de la frente. —¿Cómo que recién? —Joel lo miró, desconcertado. —Por lógica, hermano. Es un buen lugar para encontrar paz. —¿Cómo no se te ocurrió antes Joel ? —intervino Johan, soltando una risa burlona. —¡Cállate tú! —gruñó Joel, frustrado, cruzándose de brazos. David levantó una mano, calmando la disputa antes de que escalara. —No es momento para discutir. Terminemos de comer y volvamo
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Un encuentro inesperado.
Al día siguiente, hubo un gran alboroto. Los gemelos corrían de un lado a otro y David les pitaba para que se apuraran. Finalmente, se fueron y la bulla terminó. Doña Rebeca y Rut se quedaron en la cocina. "Doña Rebeca comentó: 'Esto sucede todos los sábados. Al menos es solo un día a la semana. Imagínate si fuera todos los días'", dijo. Rut sonrió sin decir nada pero pensó para sí misma: "Espero que tarden en regresar. Qué paz hay ahora. Ojalá no tenga que verlo de nuevo a 'ese' (refiriéndose a David)".Rut le dijo a doña Rebeca que estaría en la quebrada por si la necesitaba, luego se fue y se quedó allí contemplando a los pajaritos y pececitos que llegaban cuando caía basura al agua. Metió los pies en el agua y los pececitos le mordían. Como no sabía nadar, se quedó en la orilla. El canto de los pajaritos le traía tanta paz que hizo que olvidara sus malos recuerdos.Desafortunadamente para ella, esa paz no duraría mucho, ya que no pasó ni una hora cuando escuchó el ruido de la cam
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Entre juicios y amistad
— ¿Te hice esperar mucho, Rut?— preguntó Wendy, sonriendo.— No, para nada, — le contestó Rut.— Entonces vamos, — dijo Wendy, pasando adelante de Rut.Mientras caminaban por la acera de la calle, Wendy no paraba de hablar. Si se topaba con personas conocidas, las saludaba amablemente. Se notaba que las personas le tenían estima, ya que le hablaban con mucho cariño.Continuaron caminando y Wendy seguía hablando, mencionando los lugares. También le comentó a Rut que allí era un lugar tranquilo.Llegaron a una cafetería y Wendy la invitó a entrar. Rut aceptó y entró con ella. Wendy pidió dos cafés para conversar más cómodamente y le dijo:— Ahora sí, háblame de ti. Estoy atenta para escuchar tu historia, — le dijo mirándola fijamente.— Creo que no hay mucho que contar, — dijo Rut, sintiéndose incómoda en su silla.— Entonces, dime cómo conociste a la familia Campos, si se puede saber. Si no quieres contarme, no hay problema. Lo único malo sería que te aburras de escuchar mis historias,
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Secretos bajo la lluvia.
David observó a Rut llegar, preguntándose cómo Wendy había logrado convencerla. Sin embargo, no solo eso, también era incapaz de evitar mirarla. Rut era sumamente hermosa y su vestido realzaba sus elegantes caderas y muslos. Con el cabello ondulado recogido en un moño, David observaba cada detalle hasta que Rut lo sorprendió mirándola. Ante su mirada de desaprobación, él se sintió avergonzado y disimuló mirando en otra dirección.Permanecieron juntos durante todo el servicio. Aunque Rut no entendía del todo, observó a los demás jóvenes orar, algo que ya había presenciado, pero luego los escuchó entonar alabanzas al Creador. Esto la sorprendió, ya que la música de los jóvenes le erizaba la piel. Era una experiencia nueva para ella.Cuando llegó la hora del sermón, Rut prestó mucha atención a cada palabra pronunciada por el predicador. Sentía como si el mensaje estuviera dirigido directamente a ella, lo cual la dejaba confundida.Al finalizar la predicación, Rut se acercó a Wendy para c
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Detalles que Conectan Destinos.
— Estoy bien, no es nada grave. No tiene importancia — respondió nuestra chef para no darle más importancia al asunto. Minutos después, el chocolate estaba listo. Rut lo sirvió para que Wendy lo llevara a los chicos, mientras ella limpiaba el desastre.Cuando Wendy regresó a la cocina, Rut le dijo: — Si quieres, puedo ayudarte a hacer la cena. Wendy guardó silencio y luego preguntó: — ¿Sabes cocinar bien?. — Solo dime qué quieres que prepare y lo haré, — respondió Rut.— Bueno, solo prométeme que no será un desastre como el que yo hice, — le pidió Wendy.— ¿Qué te gustaría que preparemos? ¿O prefieres que revisemos la nevera para ver qué hay y así empezar a cocinar?— sugirió Rut.Mientras Rut y Wendy estaban en la cocina, llegó el auto de los padres de Wendy. Ellos entraron seguidos de doña Rebeca, quien al ver a sus hijos empapados, se sorprendió y les preguntó:— Por qué están mojados? ¿Estaban al aire libre sin techo en el evento de jóvenes?. Uno de los gemelos intentó explica
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Secretos Revelados en Domingo Bendito.
— ¿Cómo lo sabes si no se lo he mencionado a nadie? — preguntó sorprendida Rut.David respiró hondo y le respondió.— No importa cómo lo sé. Lo importante es que mis hermanos se disculpen contigo y no vuelvan a comportarse así — dijo David retirándose.— ¿Lo viste tú o te lo contaron? — insistió Rut.— Buenas noches, Rut — dijo David sin detenerse.Rut no respondió, se quedó pensando mientras David subía las escaleras.— Rut... — llamó desde el final de las escaleras.Rut levantó la mirada hacia él.— Recuerda apagar la luz — le recordó David.Rut asintió con la cabeza, pero en su mente se preguntaba: "¿Qué le pasa a este? ¿Cree que soy una niña para darme instrucciones?"A la mañana siguiente, todos estaban levantados temprano porque era domingo y debían ir a la iglesia.Doña Rebeca se le adelantó a Rut en la cocina, preparando todo cuando ella llegó.Acordaron que Rut cocinaría el almuerzo. Durante la comida, los gemelos se disculparon con Rut de manera humilde, lo que generó lástim
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