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Entre sabores y creencias.

La casa irradiaba un ambiente acogedor que momentáneamente permitió a Rut olvidar su miedo.

Una fotografía enmarcada de toda la familia captó su atención en medio de las demás imágenes.

En esta foto se encontraba Doña Rebeca junto a un caballero que, por su semejanza con David, parecía ser el esposo de Doña Rebeca. También figuraban David, los gemelos, y de manera sorprendente, un chico y una chica de ojos claros y cabello rubio.

Estos últimos dos, notoriamente parecidos entre sí, resultaron ser los hijos mellizos de Doña Rebeca: Alex y Alexa, que siguieron en edad a David.

Luego estaban los gemelos Joel y Johan, y finalmente, Doña Rebeca.

Al observar la fotografía, Rut notó que Doña Rebeca se acercó a su lado y comentó con una sonrisa: "Ahí estamos todos, la familia al completo: mi difunto esposo David, mi hijo David, y estos dos, mi hijo Alex y mi hija Alexa, que son mellizos después de David. Y, por supuesto, los gemelos Joel y Johan... y yo, Rebeca". La risa nerviosa se contagió entre ellas en ese momento.

— Hija, estás toda mojada. Ahora regresaré para traerte ropa y sábanas limpias. Esperemos que no te resfríes por la lluvia que te cayó encima — dijo la señora.

Después de irse, Rut se quedó en la habitación esperando.

En ese momento, doña Rebeca apareció con unas prendas y sábanas, pidiéndole a Rut que se probara la ropa. Sin embargo, la ropa era de talla pequeña, ya que pertenecía a Alexa, quien a pesar de tener la misma edad que Rut, tenía una talla diferente debido a su cuerpo delgado.

Al ver que la ropa no le quedaba bien, Rut comentó que era pequeña. A pesar de las insistencias de doña Rebeca, finalmente comprendió la situación.

Luego le dijo a Rut: "Ah, es que tú tienes una contextura más robusta que mi hija Alexa, que es delgada. Pero no te preocupes, mañana te llevaremos a buscar ropa de tu talla. Por ahora, ponte esta pijama, que es grande y seguramente te quedará bien" — dijo doña Rebeca con seguridad.

Acto seguido, doña Rebeca se retiró para que Rut pudiera cambiarse de ropa.

No era la intención de doña Rebeca discriminar a Rut cuando dijo: "¡Ah, es que tú eres gordita!" Lo expresó con amor, sin embargo, a Rut no le pareció así. Al contrario, se sintió muy mal porque Rut, desde que era bebé, había tenido problemas de obesidad y durante su infancia en el colegio sufrió acoso por su condición física.

El acoso hacia Rut cambió un poco durante su pubertad, ya que su figura se modificó, pero las cicatrices emocionales y traumas persistieron. Aunque había logrado tener un cuerpo saludable gracias al ejercicio y la dieta, se sintió profundamente afectada por las palabras de doña Rebeca.

Se cambió de ropa, tendió la cama y se acostó pensando. Sin embargo, tras varios minutos de reflexión, cambió de ánimo, se levantó y bajó las escaleras en busca de doña Rebeca. Recorrió la casa entera, pero no la encontró a ella ni a sus hijos. Entonces pensó: "Ya es tarde, casi hora de la cena. Debe estar en la cocina".

La palabra "cocina" cambió su semblante, ya que la pasión de Rut era cocinar: su profesión y su deporte favorito. Se dispuso a buscar la cocina con rapidez. Al entrar, quedó maravillada por su belleza, igualmente ordenada y limpia que el resto de la casa.

Pero lo más sorprendente fue ver a los hijos de doña Rebeca trabajando junto a ella. Entonces entendió por qué todo lucía tan impecable y organizado: el trabajo doméstico era un esfuerzo de equipo.

— ¿Puedo ayudar en algo? —preguntó Rut. Todos la miraron, los gemelos buscaron el permiso en su madre mientras David continuaba con sus tareas. Doña Rebeca respondió con amabilidad: — Casi hemos terminado, Rut. Siéntate y espera a que la comida esté lista. —concluyó sonriente.

— Doña Rebeca me ha ayudado mucho. Lo mínimo que podría hacer para agradecer su ayuda y hospitalidad es ayudar en la cocina. Además, me encanta cocinar; mi abuela me enseñó el arte culinario. Además, aún no le había contado a doña Rebeca cuál es mi profesión; estar sin hacer nada me aburre

— insistió Rut.

— Te entiendo, soy como tú, nunca estoy quieta, siempre trabajando de un lado a otro. Bien, entonces ven a ayudarme aquí — dijo doña Rebeca, cediéndole espacio a Rut.

Rut se dirigió con doña Rebeca para ayudarla en la cocina, pero era imposible que todos no notaran las habilidades de Rut. Incluso David, quien al principio la había ignorado, quedó sorprendido por la rapidez y el conocimiento de Rut, ya que desempeñaba su profesión de manera excelente.

En poco tiempo, la comida estuvo lista y todos estaban contentos, especialmente Rut, que ya se había desestresado en la cocina.

Llegó la hora de la comida, los chicos prepararon la mesa y doña Rebeca servía mientras todos se sentaban listos para comer. En ese momento, Rut se disponía a empezar a comer cuando finalmente David habló dirigiéndose a ella:

— Vamos a agradecer a Dios por los alimentos — dijo él.

Rut sintió vergüenza en ese instante, pero ¿qué podía hacer?. Debía aceptar las normas de la casa.

Todos empezamos a orar, y Rut también cerró los ojos y escuchó la oración de David, que le pareció muy hermosa, ya que agradecía a Dios por todo. Aunque Rut no era cristiana, le gustaba la gratitud que mostraba esa familia hacia Dios, ya que creía en un Ser Supremo, es decir, en Dios, al que se debía agradecer. A pesar de no haber tenido un encuentro directo con Dios, ella creía en su existencia.

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