Inicio / Romance / El Secreto de Rut. / 2. Refugio inesperado.
2. Refugio inesperado.

Gabriela se quedó inmóvil al verlos. Los gemelos eran idénticos, altos y delgados, irradiando una vitalidad que contrastaba con el peso emocional que cargaba ella. La sonrisa de uno de ellos iluminó incluso el día más gris mientras le tendía su chaqueta sin dudar.

—Toma, Rut. Ponte esto. Estás temblando de frío —dijo con calidez, un tono que desarmó sus barreras por completo.

Gabriela titubeó antes de tomar la chaqueta, envolviéndola alrededor de su cuerpo. A medida que el frío retrocedía, sintió como si por un breve momento el peso de su soledad también disminuyera. Por primera vez en mucho tiempo, permitió que la calidez de otro ser humano alcanzara su corazón.

La tranquilidad, sin embargo, duró poco. Uno de los gemelos miró hacia atrás, interrumpiendo el momento.

—Allá viene David —murmuró, su tono teñido de respeto y una pizca de nerviosismo.

Gabriela giró la cabeza lentamente y vio a un hombre mayor que los gemelos caminando hacia ellos.

Su figura imponente estaba envuelta en una quietud que inspiraba una mezcla de curiosidad y cautela. Su barba cuidadosamente recortada y su postura erguida revelaban la disciplina de alguien acostumbrado a las responsabilidades. Pero sus ojos, intensos y profundos, hicieron que Gabriela bajara la mirada, como si temiera lo que pudieran revelar.

Cuando llegó junto a ellos, Rebeca se apresuró a presentarlo.

—Rut, este es mi hijo mayor, David.

David permaneció un instante en silencio, observándola con una expresión difícil de interpretar. Finalmente, inclinó la cabeza ligeramente en un gesto de saludo.

—Un gusto conocerte —dijo, su voz firme pero distante. Luego, dirigiéndose a su madre, agregó—: ¿Está todo listo? Podemos irnos cuando quieras.

La actitud reservada de David hizo que Gabriela sintiera una punzada de incomodidad. Aunque no percibió rechazo directo, había algo en su forma de hablar y moverse que la inquietaba.

"¿Será desconfianza, o simplemente su manera de ser?" pensó, mientras se obligaba a mantener la calma.

Rebeca no pareció notar la tensión.

—Ve por la camioneta, David. Nos vamos a casa —ordenó con un tono sereno.

David asintió y se alejó. Sin embargo, justo antes de marcharse, giró la cabeza para mirar a Gabriela una vez más. Sus ojos se cruzaron fugazmente, y ella sintió un extraño escalofrío que no podía explicar.

Mientras esperaban a que David trajera la camioneta, Rebeca tomó la mano de Gabriela con suavidad, como si quisiera tranquilizarla.

—¿Alguna vez has estado en una finca? —preguntó con una sonrisa amable.

Gabriela negó con la cabeza.

—No, nunca.

—Entonces será tu primera vez. No es gran cosa, pero es un lugar donde puedes estar tranquila. Esta invitación te la hago con todo mi corazón, porque sé lo que es sentirse sola.

Las palabras de Rebeca calaron profundamente en Gabriela. En su interior, algo se rompió y se reconstruyó al mismo tiempo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que alguien le ofreció un gesto genuino de amabilidad? Sin embargo, aún persistía una pequeña duda.

"¿Qué pasará si me equivoco al confiar en ellos?".

Cuando David llegó con la camioneta, Gabriela subió al asiento trasero junto a los gemelos. Aunque intentaba relajarse, cada vez que sus ojos se cruzaban con los de David en el retrovisor, una sensación de nerviosismo y curiosidad la invadía. Los gemelos, por su parte, llenaban el aire con bromas y risas, proporcionando un contraste con la tensión que Gabriela sentía en su interior.

La camioneta avanzaba lentamente por un camino rodeado de altos árboles que parecían custodiar la senda como gigantes silenciosos.

La lluvia había dejado charcos en la tierra, y la luz del atardecer se filtraba a través de las ramas, creando patrones dorados en el suelo. Gabriela miraba el paisaje desde la ventana empañada, observando cómo cada metro la alejaba de su pasado y la conducía hacia lo desconocido.

Cuando las luces de la finca comenzaron a vislumbrarse en la distancia, Gabriela soltó un leve suspiro. La casa era grande, de dos pisos, y su tejado aún goteaba por la reciente lluvia. Jardines bien cuidados la rodeaban, y un camino de grava llevaba hasta la entrada. Había algo en el lugar que le transmitía calidez, pero también una inquietud inexplicable.

Al entrar, Rebeca la guió por un pasillo amplio decorado con cuadros que mostraban textos bíblicos. Fotografías familiares adornaban las paredes, mostrando momentos felices que parecían pertenecer a otra vida. Gabriela no pudo evitar sentirse abrumada por el contraste entre la paz del lugar y las tormentas que llevaba consigo.

—Descansa, hija —dijo Rebeca, llevándola a una habitación sencilla pero acogedora—. Aquí estarás bien. Mañana hablaremos con calma.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP