"Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu" (Salmos 34:18). Una ligera llovizna caía cuando Gabi llegó a la puerta de la casa de su tía. Tocó la puerta y el esposo de su tía la abrió. Al verla, llamó a su esposa, la tía de Gabi, quien al verla dijo: — ¿Qué haces aquí? Mi madre ya falleció, así que no tengo nada que ver contigo. No tengo por qué tolerarte, ya que la que me obligaba a hacerlo ya no está. — Johana, no seas tan grosera con la muchacha — comentó el tío político — . Ni siquiera le ha dicho por qué ha venido. — No, ni quiero saber — respondió la tía enojada . Que se vaya de mi casa. Esta muchachita le quitó todo a mi mamá, toda su vida, hasta el último aliento, y ni siquiera tuvo la decencia de presentarse en su entierro. Gabi, con lágrimas en los ojos, escuchaba en silencio, apretando sus manos. Aunque pensó en defenderse, optó por callar, sin fuerzas para enfrentar las acusaciones de su tía. Mientras su tía y su tío discu
La casa irradiaba un ambiente acogedor que momentáneamente permitió a Rut olvidar su miedo. Una fotografía enmarcada de toda la familia captó su atención en medio de las demás imágenes. En esta foto se encontraba Doña Rebeca junto a un caballero que, por su semejanza con David, parecía ser el esposo de Doña Rebeca. También figuraban David, los gemelos, y de manera sorprendente, un chico y una chica de ojos claros y cabello rubio. Estos últimos dos, notoriamente parecidos entre sí, resultaron ser los hijos mellizos de Doña Rebeca: Alex y Alexa, que siguieron en edad a David. Luego estaban los gemelos Joel y Johan, y finalmente, Doña Rebeca.Al observar la fotografía, Rut notó que Doña Rebeca se acercó a su lado y comentó con una sonrisa: "Ahí estamos todos, la familia al completo: mi difunto esposo David, mi hijo David, y estos dos, mi hijo Alex y mi hija Alexa, que son mellizos después de David. Y, por supuesto, los gemelos Joel y Johan... y yo, Rebeca". La risa nerviosa se contag
Después de la comida, los chicos llevaron los platos a la cocina. Rut quiso ir con ellos, pero doña Rebeca se lo impidió, diciéndole:— Ya nos ayudaste mucho hoy. Ahora es hora de descansar. Los chicos van a lavar los platos y yo te acompañaré a tu habitación.Ambas subieron a la habitación después de una corta conversación. Doña Rebeca se despidió, asegurándole a Rut que no se preocupara por nada, que se relajara y tratara de dormir.Rut intentó dormir, pero las horas pasaban y no podía conciliar el sueño. Además, empezó a sentirse mal, con fiebre y dolores, ya que había salido recientemente del hospital. Decidió levantarse e ir a la cocina por un vaso de agua. Con cuidado de no hacer ruido para no despertar a nadie, pasó a tientas por el oscuro pasillo, ya que todas las luces estaban apagadas. Difícilmente llegó a las escaleras, apenas vislumbrando una tenue luz proveniente de la sala. Bajó las escaleras, pasó por la sala y se dirigió a la cocina. Aunque sabía que estaba en la co
A la mañana siguiente, cuando apenas amanecía, doña Rebeca fue al cuarto a ver a Rut. Abrió la puerta sigilosamente para no despertarla. Rut estaba dormida, así que doña Rebeca se acercó silenciosamente y le tocó la mano para comprobar si la fiebre había regresado. Al sentir el contacto, Rut abrió los ojos y doña Rebeca se vio obligada a hablar con ella.— ¿Cómo te sientes? —le preguntó.— Mejor, gracias a Dios —respondió Rut.A doña Rebeca le agradó la expresión de Rut y agradeció a Dios por ello. También le indicó a Rut que continuara descansando, que no se preocupara por nada y que se sintiera como en su casa. Luego se retiró para dejarla descansar.Sin embargo, Rut no quiso permanecer acostada por más tiempo y se levantó minutos después, justo cuando doña Rebeca se había dirigido a la cocina. Al llegar, vio a doña Rebeca trabajando sola y le ofreció su ayuda.— ¿Puedo ayudarle? —dijo Rut.— ¡Ay, hija, me asustaste! Pensé que estabas en tu cama —exclamó doña Rebeca, asustada. — Ya
En la casa, Rut estaba acostada en la cama, viendo el techo, cuando doña Rebeca, le habló. Doña Rebeca, le dijo que saldría, pero que no tardaría mucho, que volvería antes de la preparación de la cena y que le prometiera que estaría bien.— Volveré antes que vuelvan los muchachos, pero no te sientas sola, —le dijo—. Dios, está contigo.Rut la acompañó hasta la puerta principal de la casa, luego ella se fue en un taxi. Mientras ella se iba, todo estaba bien, pero cuándo ya no la vio más, le entró una gran tristeza.Sentirse sola en aquella casa, era una escena que ya había vivido antes, cerró la puerta y se sentó en la sala observando todo a su alrededor, no había pasado mucho tiempo cuándo escuchó veces de personas que se acercaban a la casa, se oían risas, luego reconoció que se trataba de los muchachos que ya regresaban.En la casa, Rut estaba acostada en la cama viendo el techo cuando doña Rebeca le habló. Doña Rebeca le dijo que saldría, pero que no tardaría mucho, que volvería a
Al día siguiente, hubo un gran alboroto. Los gemelos corrían de un lado a otro y David les pitaba para que se apuraran. Finalmente, se fueron y la bulla terminó. Doña Rebeca y Rut se quedaron en la cocina. "Doña Rebeca comentó: 'Esto sucede todos los sábados. Al menos es solo un día a la semana. Imagínate si fuera todos los días'", dijo. Rut sonrió sin decir nada pero pensó para sí misma: "Espero que tarden en regresar. Qué paz hay ahora. Ojalá no tenga que verlo de nuevo a 'ese' (refiriéndose a David)".Rut le dijo a doña Rebeca que estaría en la quebrada por si la necesitaba, luego se fue y se quedó allí contemplando a los pajaritos y pececitos que llegaban cuando caía basura al agua. Metió los pies en el agua y los pececitos le mordían. Como no sabía nadar, se quedó en la orilla. El canto de los pajaritos le traía tanta paz que hizo que olvidara sus malos recuerdos.Desafortunadamente para ella, esa paz no duraría mucho, ya que no pasó ni una hora cuando escuchó el ruido de la cam