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Un buen gesto que terminó mal.

En la casa, Rut estaba acostada en la cama, viendo el techo, cuando doña Rebeca, le habló.

 Doña Rebeca, le dijo que saldría, pero que no tardaría mucho, que volvería antes de la preparación de la cena y que le prometiera que estaría bien.

— Volveré antes que vuelvan los muchachos, pero no te sientas sola, —le dijo—. Dios, está contigo.

Rut la acompañó hasta la puerta principal de la casa, luego ella se fue en un taxi. Mientras ella se iba, todo estaba bien, pero cuándo ya no la vio más, le entró una gran tristeza.

Sentirse sola en aquella casa, era una escena que ya había vivido antes, cerró la puerta y se sentó en la sala observando todo a su alrededor, no había pasado mucho tiempo cuándo escuchó veces de personas que se acercaban a la casa, se oían risas, luego reconoció que se trataba de los muchachos que ya regresaban.

En la casa, Rut estaba acostada en la cama viendo el techo cuando doña Rebeca le habló. Doña Rebeca le dijo que saldría, pero que no tardaría mucho, que volvería antes de la preparación de la cena y que le prometiera que estaría bien.

—Volveré antes de que vuelvan los muchachos, pero no te sientas sola —le dijo—. Dios está contigo.

Rut la acompañó hasta la puerta principal de la casa; luego, ella se fue en un taxi. Mientras ella se iba, todo estaba bien, pero cuando ya no la vio más, le entró una gran tristeza.

Sentirse sola en aquella casa era una escena que ya había vivido antes. Cerró la puerta y se sentó en la sala, observando todo a su alrededor. No había pasado mucho tiempo cuando escuchó voces de personas que se acercaban a la casa; se oían risas. Luego reconoció que se trataba de los muchachos que ya regresaban.

Ellos entraron en la casa, mientras David los regañaba, diciendo:

-- Que sea la última vez que dejan un trabajo del colegio para última hora. Vayan a hacer el trabajo, porque aún hay muchas cosas por hacer -- dijo David, enojado.

Todos subieron a sus cuartos y Rut se quedó en la sala, sentada en el sofá.

Luego los gemelos bajaron a la sala con sus  mochilas y todas sus herramientas para el colegio, se sentaron en la mesa del comedor y comenzaron a trabajar.

Seguidamente, David bajó y pasó para la cocina, pero al instante regresó y extrañamente le habló a Rut: 

— ¿Rut, sabes en dónde está mi mamá? — preguntó él, un poco raro. 

Pues él era bastante tímido, también aquella chica era muy hermosa, aunque sus creencias no le permitían verla con otros ojos. Había empezado una batalla de sentimientos en su interior que lo tenía desconcertado.

Rut alzó la vista y fue la primera vez que le vio a los ojos. 

Aquel hombre era alto, robusto, hombre de campo, desarreglado, con unos ojos negros profundos. 

— Salió, contestó Rut, perdiendo la batalla en sostener la mirada. 

— ¿Sabes a dónde? —volvió a preguntarle, aún nervioso. 

— No, no me dijo, contestó Rut, viendo el piso. 

David se quedó un poco inconforme por la respuesta de Rut y se fue a buscar su móvil para llamar a su mamá.

Al rato regresó, seguramente ya se había comunicado con su mamá y se sentó con sus hermanos a verlos trabajar.

David se quedó un poco inconforme por la respuesta de Rut y se fue a buscar su móvil para llamar a su mamá.

Al rato regresó, seguramente ya se había comunicado con su mamá y se sentó con sus hermanos a verlos trabajar.

No había pasado mucho tiempo cuándo comenzó a regañarlos otra vez y Rut, solo los observaba.

Ella, ya no estaba tan sola que digamos, al menos tenía en que distraerse. 

Luego de un tiempo, los gemelos recordaron que también les hacía falta planchar el uniforme del colegio y empezó otra vez el regaño por parte de David.

Ella, al notar que ellos estaban ocupados con la tarea, se ofreció para plancharles el uniforme. Los gemelos, muy contentos al ver la amabilidad de Rut, no paraban de agradecerle.

La chica, muy agradecida con la familia, planchó los uniformes de los chicos, pero luego vio una canasta pequeña con ropa para planchar y pensó que sería bueno plancharla. — ¿Qué podía salir mal?

Sacó una camisa y la acomodó para plancharla, pero en ese momento llegaron los gemelos por sus uniformes, entonces ella se fue a dárselos, pero no ubicó bien la plancha y esta cayó accidentalmente en la camisa.

Ella, sin saber lo que  pasaba, hablaba con los gemelos, que nuevamente le agradecían. Los chicos se fueron contentos y Rut, regresó a lo suyo. 

La pobrecita se llevó gran sorpresa, al ver la camisa quemada, la extendió con los brazos para ver el daño, quedó horrorizada al ver y escuchar la voz de David, detrás de ella decir:

— ¡Mi camisa! — dijo él, sin poder creerlo.

Rut se volteó hacia él, espantada.

— Fue un accidente — se ofendió Rut al ver al sujeto frente a ella. 

Rut no terminó de hablar cuándo David, le quitó de las manos la camisa y le dijo:

— Yo sé que tenías buenas intenciones al hacer esto, pero mi ropa la plancho yo — dijo David, por lo visto enojado. 

David se dio la vuelta y se fue mientras Rut, se quedó allí con vergüenza y enojo.

Le dio ganas de tirarle la plancha, decía dentro de sí: 

—" Me caes tan mal", "eres horrible y odioso".

 Rut, no podía entender por qué él se comportaba así, pues ella no le había hecho nada malo.

Esa noche, Rut se fue a dormir enojada, incluso a la hora de la cena no se atrevió a mirar a David. 

¿Pero qué podía hacer?

Pues estaba en una casa de visita y tenía que aguantar, hasta los malos momentos.

Mientras intentaba dormir, pensaba en lo mal que David se portó y le daba mucho coraje. Agarró fuerte la almohada y se la puso en la cara, pues el insomnio se había aportado de ella. 

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