Joel dejó a Rut en el pasillo, su actitud despreocupada contrastando con el peso emocional que ella sentía.
Él se dirigió directamente al comedor, donde sus hermanos ya lo esperaban. Mientras colocaba un plato en la mesa, comenzó a relatar lo ocurrido con entusiasmo. —No la encontrábamos por ningún lado. Ni en el jardín, ni en el patio, ni en la casa. Hasta que me acordé de la quebrada —dijo Joel, haciendo un gesto amplio con las manos. David, sentado al otro lado de la mesa, levantó una ceja. —¿Recién se te ocurrió buscar allí? —preguntó con un tono seco, acompañado de un leve arqueo de la frente. —¿Cómo que recién? —Joel lo miró, desconcertado. —Por lógica, hermano. Es un buen lugar para encontrar paz. —¿Cómo no se te ocurrió antes Joel ? —intervino Johan, soltando una risa burlona. —¡Cállate tú! —gruñó Joel, frustrado, cruzándose de brazos. David levantó una mano, calmando la disputa antes de que escalara. —No es momento para discutir. Terminemos de comer y volvamos al trabajo. Joel, tienes varias tareas pendientes antes de que caiga la noche. Los muchachos refunfuñaron en silencio mientras David continuaba comiendo, su semblante más serio que de costumbre. Doña Rebeca salió por un momento, se despidió de Rut. Esta observó la puerta cerrarse detrás de señora. La mujer le dedicó una sonrisa cálida antes de salir, pero cuando la casa quedó en silencio, el sentimiento de soledad regresó con fuerza. Se dejó caer en el sofá de la sala, su mirada perdida en el techo. Por unos minutos, el ambiente le resultó pesado, como si la ausencia de movimiento hiciera más evidente que no pertenecía completamente a este lugar. Entonces, el sonido de pasos y risas rompió la quietud. Los gemelos regresaban del campo, sus voces animadas llenaban la casa con energía. Rut sintió el contraste, la distancia entre su mundo y el de ellos. David llegó poco después, su expresión neutra pero alerta. Caminó directo a la cocina, revisando sin encontrar lo que buscaba. Alzó la vista y por primera vez, se vio obligado a dirigirse a Rut. —¿Sabes dónde está mi mamá? —preguntó, con un tono seco pero sin rudeza. Rut se sorprendió de que le hablara, pero respondió sin mucha emoción. —Salió hace un rato. David frunció el ceño apenas, como si no le gustara depender de su respuesta. Antes de que pudiera decir algo más, su atención fue desviada a los gemelos, que discutían entre ellos sobre la tarea pendiente. —¿Terminaron la tarea? —preguntó, su voz más dura. Los chicos intercambiaron miradas y respondieron con evasivas. David soltó un suspiro de frustración. —Mañana tienen clases. No pueden irse a dormir sin terminarla. Los gemelos se quejaron, pero asintieron. Sin embargo, justo cuando parecían resignados, uno de ellos confesó el otro problema. —David… no tenemos los uniformes planchados. David cerró los ojos un instante, conteniendo su irritación. —¿Cómo es posible que no hayan preparado eso antes? Rut, que había estado en silencio, dio un paso adelante. —Puedo ayudar —ofreció sin titubeos. Los gemelos la miraron con alivio. —¿De verdad? ¡Gracias, Rut! David, en cambio, no dijo nada. Solo la observó con expresión indescifrable, como si estuviera midiendo su decisión. Finalmente, desvió la mirada y salió de la cocina sin más palabras. Rut, sin saber bien por qué, sintió el eco de su silencio como una presencia incómoda. *Aún no lograba entender a David, ni lo que realmente pensaba de ella. El sonido suave de la plancha deslizándose sobre la tela llenaba la habitación. Rut, concentrada en los uniformes de los gemelos, se movía con precisión. Planchar era una forma de mantener su mente ocupada, despejando los pensamientos que rondaban su cabeza. Cuando terminó con los uniformes, notó una pequeña canasta con ropa adicional. "Esto no tomará mucho tiempo," pensó, y tomó una camisa cuidadosamente. Mientras trabajaba, colocó la plancha en el borde de la tabla por un momento. Pero un ligero movimiento la hizo tambalear y caer directamente sobre la camisa. El chisporroteo del tejido quemándose fue instantáneo, acompañado de un olor acre que llenó el aire. Rut giró rápidamente para levantar la plancha, pero el daño ya estaba hecho. Sostuvo la camisa en sus manos, sus ojos llenándose de horror al ver el agujero ennegrecido en la tela. Antes de que pudiera procesar lo ocurrido, una voz resonó detrás de ella: —¿Mi camisa...? El corazón de Rut dio un salto al reconocer la voz de David. Se giró lentamente y lo encontró de pie en la puerta, los brazos cruzados y una expresión de incredulidad en el rostro. Su mirada fija en la camisa la hizo sentirse aún más pequeña. —Fue un accidente... —dijo rápidamente, con voz nerviosa. David avanzó hacia ella con pasos calculados. Tomó la camisa de sus manos con cuidado, sus dedos trazando el contorno del agujero. Dejó escapar un suspiro pesado, intentando mantener la calma. —Rut... sé que querías ayudar, y lo aprecio. Pero, por favor, mi ropa prefiero plancharla yo. Aunque sus palabras eran suaves, su mirada seguía siendo intensa. Rut asintió rápidamente, sintiendo cómo la vergüenza subía por su rostro. —Lo siento mucho. No volverá a pasar... —murmuró, con los ojos fijos en el suelo. David la observó por un momento más antes de girarse y salir del cuarto con la camisa arruinada en sus manos. Rut apretó los labios, murmurando entre dientes: —¡Qué odioso eres! ¿De verdad es tan importante una camisa? El enojo comenzó a reemplazar la vergüenza, pero el nudo en su estómago no desaparecía. Mientras colocaba la plancha a un lado, intentaba acallar sus pensamientos. "¿Por qué siempre parece tan perfecto y controlador?", pensó mientras recogía la ropa restante con movimientos bruscos. Esa noche, mientras se recostaba en la cama, los ojos serios de David seguían atormentándola. Cerró los ojos con fuerza, tratando de callar el torrente de emociones que la inundaba. " Tal vez, justo aquí, en medio de estos conflictos, estoy aprendiendo a mirar más allá de los errores y encontrar algo nuevo: una familia".Al día siguiente, hubo un gran alboroto. Los gemelos corrían de un lado a otro y David les pitaba para que se apuraran. Finalmente, se fueron y la bulla terminó. Doña Rebeca y Rut se quedaron en la cocina. "Doña Rebeca comentó: 'Esto sucede todos los sábados. Al menos es solo un día a la semana. Imagínate si fuera todos los días'", dijo. Rut sonrió sin decir nada pero pensó para sí misma: "Espero que tarden en regresar. Qué paz hay ahora. Ojalá no tenga que verlo de nuevo a 'ese' (refiriéndose a David)".Rut le dijo a doña Rebeca que estaría en la quebrada por si la necesitaba, luego se fue y se quedó allí contemplando a los pajaritos y pececitos que llegaban cuando caía basura al agua. Metió los pies en el agua y los pececitos le mordían. Como no sabía nadar, se quedó en la orilla. El canto de los pajaritos le traía tanta paz que hizo que olvidara sus malos recuerdos.Desafortunadamente para ella, esa paz no duraría mucho, ya que no pasó ni una hora cuando escuchó el ruido de la cam
— ¿Te hice esperar mucho, Rut?— preguntó Wendy, sonriendo.— No, para nada, — le contestó Rut.— Entonces vamos, — dijo Wendy, pasando adelante de Rut.Mientras caminaban por la acera de la calle, Wendy no paraba de hablar. Si se topaba con personas conocidas, las saludaba amablemente. Se notaba que las personas le tenían estima, ya que le hablaban con mucho cariño.Continuaron caminando y Wendy seguía hablando, mencionando los lugares. También le comentó a Rut que allí era un lugar tranquilo.Llegaron a una cafetería y Wendy la invitó a entrar. Rut aceptó y entró con ella. Wendy pidió dos cafés para conversar más cómodamente y le dijo:— Ahora sí, háblame de ti. Estoy atenta para escuchar tu historia, — le dijo mirándola fijamente.— Creo que no hay mucho que contar, — dijo Rut, sintiéndose incómoda en su silla.— Entonces, dime cómo conociste a la familia Campos, si se puede saber. Si no quieres contarme, no hay problema. Lo único malo sería que te aburras de escuchar mis historias,
David observó a Rut llegar, preguntándose cómo Wendy había logrado convencerla. Sin embargo, no solo eso, también era incapaz de evitar mirarla. Rut era sumamente hermosa y su vestido realzaba sus elegantes caderas y muslos. Con el cabello ondulado recogido en un moño, David observaba cada detalle hasta que Rut lo sorprendió mirándola. Ante su mirada de desaprobación, él se sintió avergonzado y disimuló mirando en otra dirección.Permanecieron juntos durante todo el servicio. Aunque Rut no entendía del todo, observó a los demás jóvenes orar, algo que ya había presenciado, pero luego los escuchó entonar alabanzas al Creador. Esto la sorprendió, ya que la música de los jóvenes le erizaba la piel. Era una experiencia nueva para ella.Cuando llegó la hora del sermón, Rut prestó mucha atención a cada palabra pronunciada por el predicador. Sentía como si el mensaje estuviera dirigido directamente a ella, lo cual la dejaba confundida.Al finalizar la predicación, Rut se acercó a Wendy para c
— Estoy bien, no es nada grave. No tiene importancia — respondió nuestra chef para no darle más importancia al asunto. Minutos después, el chocolate estaba listo. Rut lo sirvió para que Wendy lo llevara a los chicos, mientras ella limpiaba el desastre.Cuando Wendy regresó a la cocina, Rut le dijo: — Si quieres, puedo ayudarte a hacer la cena. Wendy guardó silencio y luego preguntó: — ¿Sabes cocinar bien?. — Solo dime qué quieres que prepare y lo haré, — respondió Rut.— Bueno, solo prométeme que no será un desastre como el que yo hice, — le pidió Wendy.— ¿Qué te gustaría que preparemos? ¿O prefieres que revisemos la nevera para ver qué hay y así empezar a cocinar?— sugirió Rut.Mientras Rut y Wendy estaban en la cocina, llegó el auto de los padres de Wendy. Ellos entraron seguidos de doña Rebeca, quien al ver a sus hijos empapados, se sorprendió y les preguntó:— Por qué están mojados? ¿Estaban al aire libre sin techo en el evento de jóvenes?. Uno de los gemelos intentó explica
— ¿Cómo lo sabes si no se lo he mencionado a nadie? — preguntó sorprendida Rut.David respiró hondo y le respondió.— No importa cómo lo sé. Lo importante es que mis hermanos se disculpen contigo y no vuelvan a comportarse así — dijo David retirándose.— ¿Lo viste tú o te lo contaron? — insistió Rut.— Buenas noches, Rut — dijo David sin detenerse.Rut no respondió, se quedó pensando mientras David subía las escaleras.— Rut... — llamó desde el final de las escaleras.Rut levantó la mirada hacia él.— Recuerda apagar la luz — le recordó David.Rut asintió con la cabeza, pero en su mente se preguntaba: "¿Qué le pasa a este? ¿Cree que soy una niña para darme instrucciones?"A la mañana siguiente, todos estaban levantados temprano porque era domingo y debían ir a la iglesia.Doña Rebeca se le adelantó a Rut en la cocina, preparando todo cuando ella llegó.Acordaron que Rut cocinaría el almuerzo. Durante la comida, los gemelos se disculparon con Rut de manera humilde, lo que generó lástim
Después de observarla, notó que ella estaba nerviosa y luego habló.— Tómate tu tiempo — dijo él, mientras miraba un folleto que estaba sobre la mesa.Luego, el pastor dirigió la mirada hacia su esposa.— Por protocolo, ella tiene que estar aquí. Espero que no te moleste.Rut negó con la cabeza y volvió a quedarse en silencio.Ya había pasado bastante tiempo cuando el pastor intentó hablar.— Rut... — dijo él.— Mi nombre es Gabriela Estefanía Contreras y tengo 25 años...Rut continuó sin interrumpirse, contando todo sobre quién era, dónde vivía y acerca de su familia, proporcionando todos los detalles.Luego empezó a relatar desde la muerte de su abuela hasta ese momento. Era inevitable que la pobrecita no llorara, por lo que la esposa del pastor le pasó una servilleta y le ofreció agua.A diferencia de otras ocasiones, esta vez no ocultó nada y sí admitió todo lo relacionado con el puente.Después de consolarla en su llanto, se produjo un silencio.Luego, el pastor habló.— Dime...
Después de unos minutos, Rut decidió regresar a casa. Al entrar, vio a David sentado en la mesa del comedor, trabajando en su computadora. Sin embargo, Rut pasó directamente a la cocina, donde encontró a doña Rebeca, con quien comenzó a platicar.Rut sentía la necesidad de compartir toda la verdad con ella. Mientras tanto, doña Rebeca le contaba a Rut un pasaje de la biblia que se encuentra en el libro de San Lucas, capítulo 10, versículo 25. Rut escuchaba atentamente, y luego doña Rebeca le dijo:— En la biblia hay un libro que lleva tu nombre. Cuando tengas tiempo, puedes leerlo. Rut respondió que no tenía una biblia, y doña Rebeca le ofreció conseguírsela, con la condición de que se comprometiera a leerla. Rut aceptó dicho compromiso:— Lo prometo — dijo.— Trato hecho, espera aquí mientras regreso — concluyó doña Rebeca.Doña Rebeca fue por la Biblia y Rut se quedó en la cocina esperando. Al poco tiempo, doña Rebeca regresó con la Biblia y se la entregó. Aunque Rut intentaba dis
Luego, las chicas continuaron viendo más fotos y, efectivamente, en todas ellas aparecía Olivia. Doña Rebeca tenía razón. Sin embargo, por alguna razón, las chicas no mencionaron nada al respecto hasta que llegaron a las fotos más recientes y Wendy exclamó: — Esta foto es reciente. Rut se la mostró a doña Rebeca, quien afirmó: — Sí, esa foto fue tomada en el último cumpleaños de David y, como puedes ver, allí está Olivia. Nunca falta a sus celebraciones de cumpleaños — dijo doña Rebeca. Rut cerró el álbum y se lo entregó a doña Rebeca, quien lo guardó. Ambas chicas se quedaron en silencio, pensando en lo mismo. Después de un rato, Rut recordó lo que le había prometido a doña Rebeca y pidió a Wendy que la ayudara. Se levantaron y fueron a buscar la Biblia. Wendy enseñó a Rut cómo buscar cada libro, pero le sugirió que la leyera en privado. Luego, bajaron a la cocina. Mientras preparaban el almuerzo, Rut hizo una torta a petición de Wendy. Como los chicos no llegaría