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5. Más allá de los errores, un hogar.

Joel dejó a Rut en el pasillo, su actitud despreocupada contrastando con el peso emocional que ella sentía.

Él se dirigió directamente al comedor, donde sus hermanos ya lo esperaban. Mientras colocaba un plato en la mesa, comenzó a relatar lo ocurrido con entusiasmo.

—No la encontrábamos por ningún lado. Ni en el jardín, ni en el patio, ni en la casa. Hasta que me acordé de la quebrada —dijo Joel, haciendo un gesto amplio con las manos.

David, sentado al otro lado de la mesa, levantó una ceja.

—¿Recién se te ocurrió buscar allí? —preguntó con un tono seco, acompañado de un leve arqueo de la frente.

—¿Cómo que recién? —Joel lo miró, desconcertado.

—Por lógica, hermano. Es un buen lugar para encontrar paz.

—¿Cómo no se te ocurrió antes Joel ? —intervino Johan, soltando una risa burlona.

—¡Cállate tú! —gruñó Joel, frustrado, cruzándose de brazos.

David levantó una mano, calmando la disputa antes de que escalara.

—No es momento para discutir. Terminemos de comer y volvamos al trabajo. Joel, tienes varias tareas pendientes antes de que caiga la noche.

Los muchachos refunfuñaron en silencio mientras David continuaba comiendo, su semblante más serio que de costumbre.

Doña Rebeca salió por un momento, se despidió de Rut.

Esta observó la puerta cerrarse detrás de señora.

La mujer le dedicó una sonrisa cálida antes de salir, pero cuando la casa quedó en silencio, el sentimiento de soledad regresó con fuerza.

Se dejó caer en el sofá de la sala, su mirada perdida en el techo. Por unos minutos, el ambiente le resultó pesado, como si la ausencia de movimiento hiciera más evidente que no pertenecía completamente a este lugar.

Entonces, el sonido de pasos y risas rompió la quietud. Los gemelos regresaban del campo, sus voces animadas llenaban la casa con energía. Rut sintió el contraste, la distancia entre su mundo y el de ellos.

David llegó poco después, su expresión neutra pero alerta. Caminó directo a la cocina, revisando sin encontrar lo que buscaba. Alzó la vista y por primera vez, se vio obligado a dirigirse a Rut.

—¿Sabes dónde está mi mamá? —preguntó, con un tono seco pero sin rudeza.

Rut se sorprendió de que le hablara, pero respondió sin mucha emoción.

—Salió hace un rato.

David frunció el ceño apenas, como si no le gustara depender de su respuesta.

Antes de que pudiera decir algo más, su atención fue desviada a los gemelos, que discutían entre ellos sobre la tarea pendiente.

—¿Terminaron la tarea? —preguntó, su voz más dura.

Los chicos intercambiaron miradas y respondieron con evasivas. David soltó un suspiro de frustración.

—Mañana tienen clases. No pueden irse a dormir sin terminarla.

Los gemelos se quejaron, pero asintieron. Sin embargo, justo cuando parecían resignados, uno de ellos confesó el otro problema.

—David… no tenemos los uniformes planchados.

David cerró los ojos un instante, conteniendo su irritación.

—¿Cómo es posible que no hayan preparado eso antes?

Rut, que había estado en silencio, dio un paso adelante.

—Puedo ayudar —ofreció sin titubeos.

Los gemelos la miraron con alivio.

—¿De verdad? ¡Gracias, Rut!

David, en cambio, no dijo nada. Solo la observó con expresión indescifrable, como si estuviera midiendo su decisión. Finalmente, desvió la mirada y salió de la cocina sin más palabras.

Rut, sin saber bien por qué, sintió el eco de su silencio como una presencia incómoda. *Aún no lograba entender a David, ni lo que realmente pensaba de ella.

El sonido suave de la plancha deslizándose sobre la tela llenaba la habitación. Rut, concentrada en los uniformes de los gemelos, se movía con precisión.

Planchar era una forma de mantener su mente ocupada, despejando los pensamientos que rondaban su cabeza. Cuando terminó con los uniformes, notó una pequeña canasta con ropa adicional.

"Esto no tomará mucho tiempo," pensó, y tomó una camisa cuidadosamente.

Mientras trabajaba, colocó la plancha en el borde de la tabla por un momento. Pero un ligero movimiento la hizo tambalear y caer directamente sobre la camisa.

El chisporroteo del tejido quemándose fue instantáneo, acompañado de un olor acre que llenó el aire. Rut giró rápidamente para levantar la plancha, pero el daño ya estaba hecho. Sostuvo la camisa en sus manos, sus ojos llenándose de horror al ver el agujero ennegrecido en la tela.

Antes de que pudiera procesar lo ocurrido, una voz resonó detrás de ella:

—¿Mi camisa...?

El corazón de Rut dio un salto al reconocer la voz de David. Se giró lentamente y lo encontró de pie en la puerta, los brazos cruzados y una expresión de incredulidad en el rostro. Su mirada fija en la camisa la hizo sentirse aún más pequeña.

—Fue un accidente... —dijo rápidamente, con voz nerviosa.

David avanzó hacia ella con pasos calculados. Tomó la camisa de sus manos con cuidado, sus dedos trazando el contorno del agujero. Dejó escapar un suspiro pesado, intentando mantener la calma.

—Rut... sé que querías ayudar, y lo aprecio. Pero, por favor, mi ropa prefiero plancharla yo.

Aunque sus palabras eran suaves, su mirada seguía siendo intensa. Rut asintió rápidamente, sintiendo cómo la vergüenza subía por su rostro.

—Lo siento mucho. No volverá a pasar... —murmuró, con los ojos fijos en el suelo.

David la observó por un momento más antes de girarse y salir del cuarto con la camisa arruinada en sus manos. Rut apretó los labios, murmurando entre dientes:

—¡Qué odioso eres! ¿De verdad es tan importante una camisa?

El enojo comenzó a reemplazar la vergüenza, pero el nudo en su estómago no desaparecía. Mientras colocaba la plancha a un lado, intentaba acallar sus pensamientos.

"¿Por qué siempre parece tan perfecto y controlador?", pensó mientras recogía la ropa restante con movimientos bruscos.

Esa noche, mientras se recostaba en la cama, los ojos serios de David seguían atormentándola. Cerró los ojos con fuerza, tratando de callar el torrente de emociones que la inundaba.

" Tal vez, justo aquí, en medio de estos conflictos, estoy aprendiendo a mirar más allá de los errores y encontrar algo nuevo: una familia".

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