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Sabores del pasado.

A la mañana siguiente, cuando apenas amanecía, doña Rebeca fue al cuarto a ver a Rut. Abrió la puerta sigilosamente para no despertarla. Rut estaba dormida, así que doña Rebeca se acercó silenciosamente y le tocó la mano para comprobar si la fiebre había regresado. Al sentir el contacto, Rut abrió los ojos y doña Rebeca se vio obligada a hablar con ella.

— ¿Cómo te sientes? —le preguntó.

— Mejor, gracias a Dios —respondió Rut.

A doña Rebeca le agradó la expresión de Rut y agradeció a Dios por ello. También le indicó a Rut que continuara descansando, que no se preocupara por nada y que se sintiera como en su casa. Luego se retiró para dejarla descansar.

Sin embargo, Rut no quiso permanecer acostada por más tiempo y se levantó minutos después, justo cuando doña Rebeca se había dirigido a la cocina. Al llegar, vio a doña Rebeca trabajando sola y le ofreció su ayuda.

— ¿Puedo ayudarle? —dijo Rut.

— ¡Ay, hija, me asustaste! Pensé que estabas en tu cama —exclamó doña Rebeca, asustada.

— Ya me siento mejor y, como le dije ayer, no puedo quedarme sin hacer nada. Cocinar me ayuda a sentirme mejor. Además, quiero contribuir para expresar mi gratitud por su ayuda y hospitalidad — dijo Rut.

— Bueno, si cocinar de verdad te hace sentir mejor, entonces ven. Solo no te esfuerces demasiado, podemos hacerlo todo con calma — dijo doña Rebeca, sonriendo.

Poco tiempo después, la comida estaba lista. Doña Rebeca no paraba de decirle a Rut que era una excelente ayuda y le agradecía.

Después de un rato, aparecieron los hijos de doña Rebeca. Los gemelos se pusieron contentos al ver a Rut y saber que ya se sentía mejor.

Doña Rebeca no desaprovechó la oportunidad para contarles a sus hijos la gran ayuda de Rut y expresar lo agradecida que estaba con ella. A pesar de estar enferma, Rut la había ayudado en la cocina.

Los gemelos trataban a Rut amablemente, mostrándose contentos, mientras que David permanecía en silencio.

Llegó la hora del almuerzo y todos se sentaron a la mesa. Doña Rebeca anunció emocionada:

— Rut, preparó una comida especial, así que tendremos el honor de probarla, ya que se ve y huele deliciosa.

Rut, algo apenada al recordar a su abuela, respondió modestamente:

— Solo es un plato que me enseñó a cocinar mi abuela. Desde que era niña me enseñaba y cuando fui adolescente ya sabía preparar muchos platos gracias al esfuerzo de mi madre por enseñarme.

Rut comenzó a servir la comida, aparentando normalidad, aunque todos notaron su profunda tristeza. Dieron gracias a Dios por los alimentos y empezaron a comer, mientras Rut los observaba atentamente para ver sus expresiones al probar la comida. Los gemelos elogiaron la comida sin parar e incluso pidieron más.

Rut sonreía, pero por dentro se sentía triste. Había perdido el apetito y solo quería salir de allí para desahogarse. Finalmente, se levantó de la mesa y se dirigió a la cocina con la excusa de ir a buscar agua. Todos notaron su necesidad de estar sola, a pesar de que ya había un jarro de agua en la mesa.

Una vez que Rut se fue, los demás comenzaron a hablar.

— ¿Qué le sucede a Rut? — dijo un gemelo.

— ¿Por qué se puso tan triste de repente?

— preguntó el otro gemelo.

— Sucede que acaba de perder a su abuela hace menos de dos meses. Al recordarla, es inevitable sentir tristeza. Les pido por favor que tratemos a Rut como a una hermana que está pasándolo muy mal. Pongámonos en su lugar, ya que perder a un ser querido es extremadamente doloroso. Seamos compasivos y tratemos de hacerla olvidar un poco su dolor.

Rut volvió a su cuarto, cerró la puerta y se echó a llorar. Pasaron un par de horas y ella seguía igual de triste.

Doña Rebeca, tocó la puerta. Rut se secó las lágrimas y fue a abrirle. La señora le llevó un vestido nuevo para que se lo midiera y, gracias a Dios, le quedó y le dijo:

 

— Ya está lavado y planchado para que puedas bañarte y ponértelo —dijo doña Rebeca, tratando de hacer sentir un poco mejor a Rut.

— Gracias...— dijo Rut, aun sintiéndose muy triste.

— Entonces voy a mostrarte el baño —le dijo doña Rebeca.

Rut conoció el baño, después se bañó y se volvió a encerrar en el cuarto. 

Pasadas las horas salió y se fue al jardín, estuvo ahí unos minutos, pero sentía que no podía estar quieta, entonces decidió caminar un poco, pero a pocos metros de la casa se divisaba una quebrada.

 Rut fue hasta la quebrada y se sentó en el suelo viendo el agua correr, se acordó de la situación en el puente.

Tras una media hora de estar allí, bajo la sombra de los árboles, se acostó en el suelo, aunque unos mosquitos le picaban. Rut seguía ahí como si nada.

Al estar inmóvil mucho tiempo, se quedó profundamente dormida.

Pasaron horas y doña Rebeca, la buscaba por toda la casa y no la encontraba. Estaba muy preocupada, entonces apareció uno de sus hijos, un gemelo que volvió del campo para llevar el almuerzo.

La señora, desesperada le pidió ayuda, entonces ambos empezaron a buscar, pero no la encontraban, pasó el tiempo, luego el muchacho buscó en el jardín nuevamente y pensó quizá fue hacia la quebrada, entonces la buscó en la quebrada y la encontró dormida, se alegró de encontrarla, la tocó para despertarla y cuando ella abrió los ojos gritó del susto.

— Soy yo.—dijo el muchacho, más asustado que ella—, te quedaste dormida aquí ... ¿Qué soñabas?

Rut no dijo nada, entonces se puso de pie.

— Vamos, mi mamá está preocupada por ti

—dijo él, caminando delante de ella.

Ambos volvieron a la casa y luego el muchacho volvió con sus hermanos.

Cuando el muchacho llegó donde sus hermanos, él comenzó a contarles lo ocurrido mientras comían.

Mientras el muchacho contaba que a Rut, no la encontraban, ni en la casa, ni en el jardín, ni en el patio, David, interrumpió. 

— ¿Joel, la buscaste en la quebrada?

— ¿Cómo es qué?—dijo Joel, sorprendido.

— Por lógica, hermano —dijo David.

— ¿Cómo no se te ocurrió buscarla allí?—dijo Johan, burlándose.

— ¡Tú cállate! — Contestó Joel, enojado.

— Bueno, no es momento de enfrentarnos

—manifestó David—. Vamos a trabajar, y tú, Joel, tienes más trabajo, así que comencemos, antes de que venga la tarde y nos tengamos que ir de noche.

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