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El Secreto de Rut.
El Secreto de Rut.
Por: Beraca93
Encuentro afortunado.

"Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu" (Salmos 34:18).

Una ligera llovizna caía cuando Gabi llegó a la puerta de la casa de su tía. Tocó la puerta y el esposo de su tía la abrió. Al verla, llamó a su esposa, la tía de Gabi, quien al verla dijo:

— ¿Qué haces aquí? Mi madre ya falleció, así que no tengo nada que ver contigo. No tengo por qué tolerarte, ya que la que me obligaba a hacerlo ya no está.

— Johana, no seas tan grosera con la muchacha — comentó el tío político — . Ni siquiera le ha dicho por qué ha venido.

— No, ni quiero saber — respondió la tía enojada . Que se vaya de mi casa. Esta muchachita le quitó todo a mi mamá, toda su vida, hasta el último aliento, y ni siquiera tuvo la decencia de presentarse en su entierro.

Gabi, con lágrimas en los ojos, escuchaba en silencio, apretando sus manos. Aunque pensó en defenderse, optó por callar, sin fuerzas para enfrentar las acusaciones de su tía.

Mientras su tía y su tío discutían, Gabi, con la mente perdida, se marchó sin rumbo por la calle. Recordaba a su abuela Rut, quien la había criado y enseñado a cocinar, guiándola para convertirse en una chef profesional.

Días atrás, Gabriela recibió una llamada informando que su abuela estaba grave. Decidió viajar de inmediato, pero un accidente la dejó inconsciente y hospitalizada por varios días. Lamentablemente, su abuela falleció sin que ella pudiera despedirse.

Al regresar a casa, abrumada por la pérdida, Gabi recordaba con dolor los momentos compartidos con su abuela. No soportando la soledad, decidió buscar refugio y compañía con su tía, pero fue rechazada.

Gabi, proveniente de la capital, se encontraba en un lugar desconocido donde solo conocía a su tía. Abatida, se detuvo en un puente bajo la lluvia, contemplando el río crecido.

En un momento de desesperación, Gabi consideró poner fin a su vida. Sin embargo, el miedo la paralizó, evitando tomar una decisión fatal.

Una desconocida llamada Rebeca se acercó, ofreciéndole ayuda y refugio de la lluvia.

Confundida y temerosa, Gabi aceptó seguir a Rebeca a resguardarse en una tienda. Allí, la señora le ofreció apoyo y Gabi, presentándose con el nombre de su abuela, Rut, accedió a conversar con ella.

— ¿Sabes? Estaba sentada aquí, esperando a que parara un poco la lluvia, pero se tardó mucho. Decidí salir de allí, y al hacerlo, vi un acontecimiento en el puente, a pesar de tener mala vista.

Cuando estaba aquí, algo dentro de mí me impulsó a salir afuera, y cuando te vi tratando de saltar por el puente, supe que esa era la razón por la cual mi espíritu estaba tan inquieto — dijo doña Rebeca, visiblemente triste.

— Yo no pretendía saltar, solo miraba la corriente porque minutos antes se me había caído el celular, pero al ver la corriente me dio mareos; solo era eso — mintió Gabi.

— Bueno, supongamos que te creo. Cuéntame. ¿Estás sola por aquí o estás de visita con algún familiar o amigo? Te pregunto para acompañarte con ellos, ya que no es seguro que estés sola bajo este clima y en un lugar desconocido — dijo doña Rebeca, mostrando preocupación.

Gabriela, a pesar de querer aparentar fortaleza y seguir mintiendo, no pudo más y terminó contándole todo a la señora desconocida, pensando que probablemente nunca más la volvería a ver.

Tras escuchar parte de la historia de Gabi, doña Rebeca tomó ambas manos de la joven y le dijo:

— Tengo una hija más o menos de tu edad. Cuando te veo, me recuerdas a ella. Así que, en lo que yo pueda, quiero ayudarte.

Gabriela le habló sobre la muerte de su abuela y su búsqueda de su tía tras ser expulsada de la casa, sin mencionar el intento anterior.

Doña Rebeca le preguntó si tenía más familia, a lo que Gabriela respondió que no, lo cual era cierto.

La señora le ofreció quedarse un tiempo con ella, explicando que a pesar de ser viuda, contaba con la ayuda de Dios y que, con lo poco que tenía, podía colaborar.

Gabriela se sorprendió con la actitud de la señora y aceptó su oferta, pensando que quizás establecer una amistad con ella y sus hijos sería beneficioso, ya que no tenía mucho que perder.

Cuando doña Rebeca propuso salir de la tienda con Gabi para buscar a sus hijos, esta se sorprendió al descubrir que la señora tenía gemelos, pensando en qué situación se estaba metiendo. Sin embargo, al conocerlos, los gemelos se mostraron amables y solidarios con ella, lo que hizo que Gabi se sintiera fascinada por su actitud.

Tras la llegada del hijo mayor de doña Rebeca, David, Rut notó su actitud distante y desagradable, a diferencia de la amabilidad de los gemelos. Aun así, intentó ser educada con él, pero David mostró poco interés en interactuar con ella.

Cuando David solicitó irse a casa, Rut se sintió decepcionada por su falta de cortesía, que contrastaba con la personalidad de sus madre e hermanos.

A pesar de las diferencias con David, doña Rebeca invitó a Rut a conocer una finca, ofreciéndole un lugar donde quedarse todo el tiempo que deseara.

Aunque no era lo que Rut esperaba, aceptó la invitación con gratitud y una sonrisa, sin tener un plan mejor en mente en ese momento.

David apareció en la camioneta junto con doña Rebeca. Esta última tomó a Rut de la mano y le pidió a uno de los gemelos que abriera la puerta trasera de la camioneta doble cabina.

Al subir a la camioneta, Rut comenzó a sentirse nerviosa y se preguntó si acaso aquellas personas querían secuestrarla.

Los gemelos se sentaron a cada lado de ella mientras doña Rebeca intentaba entablar conversación, pero Rut no podía dejar de pensar en lo peor, especialmente temía al hijo mayor de doña Rebeca.

Al llegar a la casa, Rut sintió aún más miedo, pero la amabilidad y hospitalidad de doña Rebeca lograron tranquilizarla un poco.

La joven observaba con curiosidad todo lo que veía a su paso, maravillada por un lugar tan hermoso que parecía un paraíso, con una multitud de plantas y árboles con flores de colores variados.

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